El Matador de Salto, alto, espigado y con su cabellera negra al viento bien podría ser un personaje de los incontables cuentos de fútbol que regaló Osvaldo Soriano, escritor y periodista argentino, amante de los gatos e hincha de San Lorenzo que falleció en 1997. En su obra, el Gordo escribió mucho de fútbol. Contó partidos imaginarios que se jugaron en los confines de la patria e inventó anécdotas de potrero que se repiten en cada terreno donde rueda una pelota. Edinson Cavani tiene que leer a Soriano.
El uruguayo está maldito. En lo que va de 2025 apenas logró marcar dos goles. Uno de tiro libre -con ayuda de un desvío en la barrera- ante Huracán y otro frente a Defensa y Justicia. Para lo demás, está seco. Desde que falló esa jugada en el final del partido ante Alianza Lima que dejó a Boca afuera de la Copa Libertadores que Cavani entró en un espiral del que no puede salir. Es solidario con el equipo, se sacrifica por sus compañeros y aporta destellos de su inmensa calidad. Sin embargo, el goleador que cuenta con más de 500 gritos en su CV, falló ante Estudiantes su segundo penal consecutivo. Le había acertado al palo en Rosario, hace cuatro fechas, y este sábado en la Bombonera volvió a tener la oportunidad de desahogarse desde los doce pasos.
Generó la falta de Sebastián Boselli a los 38 minutos del primer tiempo. Se acomodó la cinta de capitán y apoyó la pelota sobre el punto del penal. Tomó carrera y le dio un pase al arco: remató débil, anunciado, a la izquierda del arquero Mansilla que con poco esfuerzo desvió la pelota. Cavani tiene que leer a Soriano.
En el cuento Shoteador, el Gordo lo dice claro. La voz narrativa de esa pieza literaria recuerda a un viejo compañero de equipo: “Anote bien y corríjame el vocabulario, que estoy viejo y no quiero que se note. Mire, en mi tiempo difícilmente un shoteador erraba un penal. Era una vergüenza. El tipo salía más acomplejado que si se hubiera quedado dormido la noche de bodas. Me acuerdo de Cirilo Renzati, el back y capitán de mi equipo. Le estoy hablando del año treinta y siete o treinta y ocho, usted no había nacido. Renzati nos enseñaba: ‘El penal se patea fuerte, bajo y cruzado. ¿Entendieron? Fuerte, bajo, cruzado y a cobrar. Si uno no cumple con los tres requisitos hay riesgo de convertir al arquero en héroe’.
Las líneas de Shoteador divagan entre los fallos de un árbitro sin tarjetas y la guapeza de los jugadores de antes que apoyaban la pelota donde el árbitro indicaba tras contar los doce “trancos”, ya que la cal se borraba por el viento y la tierra. Allí aparece un tal “Jara” que un partido igualado 3-3 genera una falta de penal y le da la pelota al referente, a Renzati, que se la devuelve para que se hiciera cargo el pibe.
¡¡¡MANSILLA LE ATAJÓ EL PENAL A CAVANI EN LA BOMBONERA!!!
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— SportsCenter (@SC_ESPN) April 20, 2025
“Llegó caminando a la pelota, la chanfleó y la hizo pegar abajo del travesaño. La bola picó en la raya, perezosa, le pasó por encima al arquero, golpeó en un palo, fue al tranquito por la línea a acariciar el otro, dio unas cuantas vueltas en el mismo lugar, igual que un trompo, y se metió medio metro. Al otro día en el entrenamiento todos lo cargaban, le decían que tenía una suerte bárbara. Entonces lo hizo de nuevo. Tres o cuatro veces. Y se mataba de risa. Por supuesto, nunca más lo dejaron patear un penal y que yo sepa por años siguió tirando el Carnicero Renzati. Fuerte, bajo y cruzado“.
Y si el fútbol son momentos y la realidad supera a la ficción, Cavani debe leer a Soriano para saber que hay penales que se patean como pide Renzati; y otra vez, cuando la cosa viene más dulce, hay lugar para que la suerte y la calidad regalen penales como los que dibujaba Jara.