Si bien la obra del pintor italiano Michelangelo Merissi (nacido en Milan en 1571 y muerto en Porto Ercole en 1610) permaneció casi ignorada durante varios siglos, en las últimas décadas fue revalorada al punto de que los expertos lo consideran “maestro” de una de las épocas más esplendorosas del arte italiano. Es el Caravaggio, nada menos, tan fascinante por su vida como por su arte. Martin Scorsese afirmó sobre él: “Quedé instantáneamente cautivado por la fuerza de sus cuadros. Llegas en medio de una escena y quedas inmerso en ellas. Es como una puesta del cine moderno, poderosa y directa. Sin dudas, hubiera sido un gran… cineasta”.
Por estos días, el Palacio Barberini en Roma presenta “Caravaggio 2025” que promete ser uno de los mayores acontecimientos del año en el mundo del arte y que, a días de su inauguración, ya tenía 60 mil visitas reservadas. Se espera que hasta julio, pasen por allí 300 mil visitantes.
Se trata de 24 pinturas, entre las cuales está el “Ecce Homo”, un cuadro que figuró en medio de fuertes debates en los últimos años y que finalmente se lo quedó un coleccionista inglés por 30 millones de dólares (cuando, de haber salido a subasta pública, se esperaba una tasación superior a los 100 millones).
Roma debería ser “la ciudad” de Caravaggio, ya que allí desarrolló gran parte de trabajos. El primero de ellos, un encargo para la capilla San Luigi dei Francesi, a los 29 años. Representó dos pasajes de la vida de San Mateo (La vocación y El martirio) y le pagaron 400 escudos. Aún hoy puede admirarse esa obra en pleno centro de la capital italiana.
Pero en 1606, en el episodio clave en su vida, tuvo que huir de Roma al matar a un hombre –presuntamente un proxeneta- de una cuchillada. “Durante los 14 años (1592-1606) que pasó en Roma, hasta matar en un duelo al delincuente Ranuccio Tomassoni, encaró infinidad de disputas sangrientas. Pero, lejos de estereotipos, nunca fue un loco, sino un hombre del siglo XVII —donde el honor y el valor superaban a la pintura— arrinconado en una sociedad violenta”, describe Miguel Angel García Vega.
Su huida lo llevaría hasta Malta, pero su obra no se detuvo y recibió la protección de algunos poderosos como la familia Colonna. Murió joven, con 39 años, cuando regresaba a Roma para pedir la disculpa del Papa.
La descripción de los académicos indica que “Caravaggio pintó desde la oscuridad hacia la luz —una idea extraída de algunos pintores lombardos del XVI— y dejó los fondos negros, con esto centraba la acción, la mente, en una secuencia, un fotograma. Introducía al espectador, lejos de distracciones, en la escena. Sin ese trabajo añadido lograba, además, producir más deprisa. Encajaba imágenes y empleaba el negro para esconder los espacios de unión. Pintar era aislar. Utilizaba incisiones (trazadas con el mango del pincel) para situar dónde estarían los modelos la próxima jornada. Y solía colgar del techo una fuente de luz con el fin de crear los contrastes de su famoso tenebrismo. También recurrió a espejos. El resultado era tan real que sobrecogía”.
Transcurrieron siglos de olvido. Fue el historiador y crítico de arte Roberto Longhi quien lo rescató, cuando en 1951 organizó la primera exposición sobre Caravaggio en el Palacio Real de Milán. “El mérito de Longhi fue comprender que Caravaggio fue uno de los mejores y estaba mal estudiado”, afirmó una historiadora. Y los temas desarrollados por Caravaggio ganaban en actualidad: la dignidad de los pobres, la injusticia y la redención del hombre.
Hace algunos años, nuestro Museo Nacional de Bellas Artes ofreció una notable exposición de Caravaggio. Su nombre sigue creciendo. Surgieron nuevos estudios, la película “La sombra de Caravaggio” (2023) de Michele Plácido, la polémica en España por el “Ecce Homo” y hasta la reciente serie de Netflix, “Ripley” es un impresionante paseo por las obras de Caravaggio, principalmente las que se encuentran en la zona de Nápoles.
Justamente allí, en octubre de 1969, robaron el lienzo “La Natividad con San Francisco y San Lorenzo” en el Oratorio de San Lorenzo. Se atribuyó el delito a la Cosa Nostra, que lo habría utilizado para presidir sus reuniones: poseer un Caravaggio pasó a ser un símbolo del poder despiadado que las organizaciones mafiosas ejercían en la isla. En cambio, en Nápoles sí se conserva el óleo “El martirio de Santa Ursula”, en el Palacio Stigiano, que se considera la última de sus obras, pintada dos meses antes de su muerte y que los tasadores fijaron actualmente en 170 millones de euros.
Actualmente hay más de 30 pinturas de Caravaggio expuestas en distintas salas –inclusive el Met de Nueva York, la Pinacoteca de Brera en Milán, el Museo del Prado en Madrid y la National Gallery de Londres- y los estudiosos esperan encontrar muchas más. Según un texto de Roberto Altares “el problema es que el número de caravaggios indiscutibles desperdigados por numerosos países no llega a las 70 obras, 20 de las cuales se encuentran en Roma. Es imposible saber cuántas se han perdido: Noah Charney calcula en su libro Museum of Lost Art que entre ocho y 115, un número alto que refleja los enormes huecos que existen en la vida del artista. La inmensa mayoría de los documentos que se conservan sobre él son judiciales, consecuencia de sus crímenes, y en cambio existen muchos menos papeles sobre su trabajo como artista, por lo que resulta difícil saber cuántas obras pintó pese a que se le han dedicado innumerables biografías”.
Los valores son incalculables. Su único mural (Júpiter, Mural, Neptuno) se encuentra en la famosa Aurora de Villa Ludovisi, en el corazón de Roma, una residencia imponente levantada en el siglo XVI y que hoy está en disputa entre los herederos de esa familia de nobles. La Villa de 2.800 metros cuadrados, con todos sus tesoros como el mural o un telescopio de Galileo, se tasó en 500 millones de euros, pero solamente por el mural de Caravaggio fijaron un valor de ¡300 millones! Ese mural fue encargado por el cardenal Del Monte, mecenas del pintor.