Resulta auspicioso el rol protagónico que viene teniendo el Congreso de la Nación desde el cambio de gobierno producido a fines de 2023, superando etapas de escasa y deslucida actividad. Pero esa mayor presencia en la vida institucional, ha puesto también al descubierto ciertos vicios en su funcionamiento, y aunque algunos de los cuales son de vieja data, su exagerada y agravada reiteración afecta la imagen del Parlamento como emblema de la democracia.
Creo que la solución a estos problemas requiere por una parte la concientización de los legisladores de que las bancas no les pertenecen a ellos ni a sus partidos políticos como muchos creen, sino al pueblo que los ha elegido y al que deben representar con honestidad y dignidad.
Por otra parte debería encararse una reforma de los reglamentos para agilizar el proceso parlamentario, prestando especial atención al excesivo número de bloques políticos y de comisiones de trabajo existentes actualmente. En cuanto a los bloques podría encontrarse una solución creando los grupos mixtos, como existen por ejemplo en España, Italia y Portugal que se integrarían con los legisladores cuyo número es insuficiente para cubrir el mínimo de miembros exigidos por el Reglamento.
Respecto a la cantidad de comisiones, sería también conveniente su reducción, redistribuyendo sus competencias, evitando que cuando las comisiones deban trabajar reunidas, se conviertan prácticamente en populosos y desordenados mini-plenarios, que desvirtúan el sentido y objetivo asignados a las comisiones.
En otro orden de cosas, es muy extensa la lista de vicios e irregularidades en que incurren los legisladores, ignorando la naturaleza de su representación, violando la letra y el espíritu de las normas constitucionales y reglamentarias, por lo que solo citaré a título de ejemplo:
a) El agregado de expresiones ajenas al carácter solemne que tiene el juramento de incorporación a sus respectivas cámaras, previsto por la Constitución y los reglamentos, demostrando de entrada una total falta de respeto a la institución que van a integrar.
b) La reiterada maniobra de no dar quórum para el inicio de una sesión o para una votación, utilizada como una verdadera extorsión para obtener algún beneficio individual o colectivo, violando además la obligación primordial de ocupar la banca en representación de quienes los han elegido a tales fines;
c) La frecuente ruptura del orden durante el desarrollo de las sesiones, interrumpiendo indebidamente a los oradores, muchas veces con expresiones groseras, o introduciendo temas ajenos al que se está tratando.
d) El indebido y frecuente planteo de cuestiones de privilegio para referirse a asuntos que nada tienen que ver con la defensa de los fueros parlamentarios.
e) El abuso que se viene produciendo desde hace varios años en deliberar solamente en sesiones especiales, ajenas a su finalidad reglamentaria, para evitar las sesiones ordinarias que son las que representan el funcionamiento normal de las Cámaras.
En síntesis, el proceso parlamentario no debe tener la solemnidad de una misa, pero tampoco los desbordes orales y hasta físicos como los que suelen suceder en una contienda deportiva. El ingreso de los legisladores al recinto con carteles, pancartas y hasta figuras de cartón completan una imagen que dista mucho de ser el ámbito donde los representantes del pueblo deliberan y resuelven asuntos de interés público.
Por todo ello, considero oportuna la reforma de los reglamentos parlamentarios para volver a encaminar al Parlamento a un funcionamiento normal, además de la labor que deben realizar los partidos políticos para que postulen a los candidatos que además de su idoneidad, sepan honrar el mandato de sus electores para representarlos dignamente.