Tengo ganas de cambiar un poco el foco de las últimas notas, en las que la dupla Caputo-Milei nos obligó a machacar sobre el tema retenciones. Nos preocupaba sobre todo el viraje del discurso, que tildaba a los derechos de exportación (DEX) como un “pésimo impuesto”, “un robo” y otras lindezas. Ahora el ministro Caputo se animó a decir que las exportaciones del agro no son tan prioritarias porque vienen las de minería y energía. Y que lo que sí importa es el déficit fiscal, y que por eso la reducción de los DEX se termina el 30/6.
Mala señal, pero te prometí que iba a hablarte de otra cosa. Aunque todo tiene que ver con todo. Te voy a contar.
En 1996, la producción de soja argentina parecía haber alcanzado su techo. Había crecido de la nada, a principios de los 80, a 15 millones de toneladas. Un gran avance. Recuerdo que en la primera Expodinámica, la de La Laura (1983) lo principal era el maíz. El espectáculo central era, precisamente, la exhibición de las cosechadoras en maíz.
Había soja, con su promesa de futuro, en particular por la posibilidad de combatir las malezas perennes (sorgo de Alepo y gramón) y anuales (capim) que hacían estragos en el maíz. Pero empezaba a preocupar su impacto en la erosión de los suelos. En particular, en las siembras de segunda, donde había que lidiar con el rastrojo. No existía la directa, sólo la “cultisembradora” de Richy Baumer, a quien le costaba horrores meter la idea de sembrar en una pasada sin utilizar herbicidas.
Ya estaba el glifosato, herbicida total, no selectivo. Pero era carísimo (25 dólares el litro). Se necesitaban 3 litros por hectárea, sólo para barbecho. Cuando se sembraba sobre trigo, no había ventana de tiempo para aplicarlo. Y el laboreo era complicado por el rastrojo.
Así que muchos lo quemaban. Arado, disco, vibrocultivador, y luego el escardillo. Y cuando venía el Alepo, se esperaba que superara la altura de la soja y …adelante con las soguitas. El extraordinario invento de la “Bikini” del polaco Ariel Woinilowicz acompañado por Jorge “Piero” Meirelles. Bikini porque cubre sólo lo necesario. Los popes de Monsanto diseminaron el sistema por todo el país (también las copias) y se cansaron de vender glifo.
El modelo no era sustentable. Mucho fierro, mucha materia orgánica al aire. No se hablaba de huella de carbono, pero era horrible…
Por eso fue una bendición la llegada de la soja transgénica (RR desarrollada por Monsanto en Saint Louis, USA). En Estados Unidos se había aprobado para la campaña 1995/6. Aquí ya la tenía Nidera, que había comprado Asgrow, la principal compañía de semillas especializada en soja en los Estados Unidos, y cómodo líder en el mercado local. Tenía la RR. Cuando Nidera compra Asgrow de Argentina, adquiere también los derechos para utilizar la biotecnología de Monsanto.
Con buenos reflejos, el por entonces secretario de Agricultura del gobierno de Menem, Felipe Solá, aprueba rápidamente el evento RR para la Argentina. Así que la tuvimos prácticamente al mismo tiempo que los EEUU. En 1996 se pudo sembrar por primera vez y se agotó la semilla disponible. Don Mario era chiquita pero también incorporó el evento en tiempo y forma. El resto es historia.
Repito: estábamos en 15 millones de toneladas. Sabíamos que se vendría un aluvión. Ahora se podía sembrar y aplicar glifo, que además se venía abaratando año tras año. Vino el boom de los mosquitos. Desaparecieron las bikinis.
Quien más empujó la RR fue Aapresid, bajo el liderazgo de Victor Trucco, el gran pionero de la directa. La RR fue el salto tecnológico más importante de la historia de la agricultura argentina. Saltamos en cinco años de 15 a 30 millones de toneladas en el 2000. Y seguimos creciendo hasta tocar las 50, diez años después.
La industria procesadora acompañó el proceso. Incluso se adelantó, instalando capacidad de crushing siempre por delante de la oferta, suponiendo que el crecimiento continuaría.
Pero en cosecha estamos estancados en los niveles de 2010. Este año, con un clima razonable luego de alguna zozobra, llegaremos a 50 millones de toneladas. Mientras tanto, Brasil, que despuntó el siglo con esa cantidad, ahora está levantando una cosecha récord de 180 millones de toneladas. Aumento de superficie y también de rendimiento.
Brasil, y también Estados Unidos, se acoplaron a la demanda fulgurante, en particular de la República Popular China. Este lunes se conoció el informe mensual de producción y exportaciones del USDA. Vaticina que en la próxima temporada China va a adquirir 110 millones de toneladas. Hace 25 años se autoabastecían. Cuando estuvimos con Jorge Castro en 1998, los jerarcas chinos nos pusieron paños fríos… aseguraron que nunca importarían soja. Volvimos pensando qué haríamos con el aluvión que se estaba viniendo…
Pero le creímos más a Lester Brown, que había publicado “Quién va a alimentar a China”. Sostenía que no tendrían cómo autoabastecerse, en el medio de la transición dietaria hacia un mayor consumo de proteínas cárnicas. Que se hacen con maíz y soja.
Y aquí estamos. Con una demanda creciente, pero quedando afuera del gran partido. En Brasil y Estados Unidos no hay retenciones.
¿Vieron que todo tiene que ver con todo? En los últimos 23 años, nos dedicamos a repartir los frutos de la soja por toda la economía y la sociedad. Unos 200 mil millones de sojadólares que le succionaron al interior, donde a pesar de todo se sigue huyendo hacia adelante.
Así y todo, la soja sigue siendo el producto más importante de la economía argentina. ¿Habrá que cambiar de plan?
No son solo los dólares. Fundamentalmente, es el empleo que genera toda la cascada, con la metáfora de la soja como locomotora del complejo agroindustrial del interior.