Todo cambió desde la coronación del rey Donald. Canadá ya no es un aliado de Estados Unidos, es un enemigo. Europa no es una democracia, es una tiranía. Ucrania invadió Rusia, Rusia no invadió Ucrania. Zelensky es un dictador, Putin un defensor de la paz.

Bienvenidos a la nueva irrealidad.

Vivimos en una época en la que blanco es negro, negro es blanco y dos y dos son diez. Vivimos en la época del Rey Donald y tenemos que adaptarnos a la visión que comparte con el zar Vladímir, la del mundo al revés.

Donald el Loco y Vladímir el Terrible hablaron por teléfono hace unos días. No sabemos lo que se dijeron pero un diario ruso afín al gobierno (valga la redundancia) se lo imaginó. Según Moskovsky Komsomolets la conversación habría ido así:

“¡Vladímir! Tú tienes un país cool y yo tengo un país cool. ¿Nos dividimos el mundo?”

“¡Justo lo que llevo diciendo hace tiempo, Donald! ¡Hagámoslo!”

¿Se trata de una fantasía? ¿O tenemos que estar asustados? Yo digo que mantengamos la calma. Claro, en Argentina por ahora están a salvo. Gracias al voto a Milei, el Rey Donald y su bufón en jefe, Motosierra Musk, aman a los argentinos casi tanto como a los rusos. Bien jugado.

Pero por piedad, piensen en nosotros los europeos, o al menos en las enormes cantidades de sus compatriotas que se mudaron acá. Muchos nos sentimos como la carne en el medio de un sandwich. Nos imaginamos que el rey yanqui va a mirar para otro lado mientras el zar nos come vivos. Que Rusia conquistará Ucrania y de ahí invadirá Polonia, los países bálticos y quién sabe qué tierras europeas más. De hecho, varios líderes europeos han advertido que este es el panorama para el que nos debemos preparar.

Tranquilos, digo yo, pecando quizá de un exceso de optimismo. Ni Rusia es tan fuerte, ni Europa es tan indefensa. Rusia tiene el 10 por ciento del PIB de la Unión Europea y tres veces menos población. También es verdad que Rusia tiene el mismo número de soldados que la UE pero la guerra de Ucrania se los está devorando a un ritmo de 1.200 al día, entre muertos y heridos. La guerra a gran escala que mañana cumple tres años ha provocado una inflación galopante en Rusia, las tasas de interés superan el 20 por ciento y, con casi la mitad de la economía volcada en el gasto militar, el ruso medio vive cada día peor.

No son condiciones favorables para intentar un asalto a Varsovia, mucho menos a Berlín. Es en Ucrania, no en el resto de Europa, donde tienen motivos para la alarma. Existe un parecido inquietante entre el pacto que parecen dispuestos a hacer hoy Rusia y Estados Unidos y el que firmaron Hitler y Stalin en 1939 para repartirse Polonia. El zar Vladímir pretende arrebatar el 20 por ciento de Ucrania y colonizar el resto; el rey Donald ya ha dicho que se quiere quedar con el 50 por ciento de los recursos minerales ucranianos.

¿Está perdida Ucrania? No necesariamente. Es verdad que el pretendido proceso de paz no ha empezado bien. Excluir no solo a Ucrania sino a los vecinos europeos de la negociaciones que han iniciado los rusos y los norteamericanos es un gesto de desdén criminal. Sin embargo, si quieren acabar la guerra de verdad, y es probable que en el fondo el Kremlin esté igual de desesperado por un cese de hostilidades que el gobierno de Kiev, tarde o temprano Ucrania y Europa tendran que sentarse en la mesa.

Duele reconocerlo, pero la corte del rey Donald seguramente no se equivoca cuando dice que Ucrania tendrá que ceder a Rusia el territorio perdido desde la invasión de Crimea en 2014, y que la incorporación de Ucrania a la OTAN es un sueño imposible. Pero el quid de la cuestión no es ese. El quid de la cuestión es si se puede lograr una solución que garantice la independencia, la libertad y la democracia para Ucrania. Esas son exactamente las tres cosas que Rusia le quiere negar. Nunca olvidemos que el zar ha reconocido que montó su invasión porque considera que Ucrania no tiene derecho a existir; que debe ser un satelite de Moscú, igual que Bielorrusia hoy o que los países del bloque soviético el siglo pasado.

¿Qué hacer en una negociación para que Ucrania se mantenga como un paìs democrático, seguro y soberano? Primero, dejar claro a los rusos que los ucranianos no se van a rendir, que es la pura verdad; segundo, que en el dudoso caso de que Rusia acabe tomando el control de Kiev ese no será el final de la historia. Pueden estar seguros los rusos de que cien mil ucranianos se unirán a una insurgencia que convertirá las vidas de los soldados rusos estacionados en Ucrania en una pesadilla. O sea, Rusia no puede ganar.

Segundo, Europa tiene que entrar en juego. En el mes desde que el rey Donald inició su blitzkrieg en todos los frentes los líderes europeos, como los del partido Demócrata en Estados Unidos, han estado paralizados como conejos ante los faroles de una locomotora. Lo que tienen que hacer los europeos es perder el miedo, porque salvo la poca probable circunstancia de que Rusia nos tire unas bombas atómicas, no hay motivo para tenerlo. Luego, acelerar el proceso de integración de Ucrania a la Unión Europea. He aquí la clave y he aquí una medida que Europa puede tomar unilateralmente, le guste o no a su majestad naranja y a su compinche en Moscú.

He recorrido Ucrania dos veces desde el comienzo de la invasión de 2022 y sé que a lo que más aspiran los ucranianos, la enorme mayoría de ellos, es formar parte de la UE para así salir de una vez y por todas de la siniestra órbita rusa. Bueno, “de por todas” dependerá de una cosa más. De que Europa ponga tropas en suelo ucraniano para disuadir a los rusos de lanzarse a otra aventura imperial más. A ver. A ver si iniciamos la tarea de enderezar este mundo al revés ofreciéndoles membresía del club europeo y enviándoles soldados, si los quieren. Sin miedo, carajo.



Fuente Clarin.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *