Luigi Mangione, un joven de 27 años con un futuro prometedor, se encuentra en el centro de una controversial dicotomía.
Acusado de asesinar a tiros al director ejecutivo de UnitedHealthcare, Brian Thompson, Magione enfrenta cargos estatales por asesinato como acto de terrorismo y, a la vez, cargos federales que podrían derivar en la pena de muerte.
El crimen ocurrió el 4 de diciembre en Manhattan, cuando Mangione supuestamente disparó por la espalda al CEO mientras se dirigía a una conferencia. Fue arrestado días después en un McDonald’s de Pensilvania, portando un arma y una libreta con mensajes hostiles hacia la industria médica.
Pero más allá del ámbito legal, una significativa porción de la población estadounidense se ha visto dividida entre quienes condenan el asesinato como un acto brutal e indefendible, y quienes lo ven como la expresión violenta —pero legítima— de una frustración colectiva.
Una muerte que divide a Estados Unidos

Mientras algunos lo describen como un asesino frío que dejó a una familia sin padre, otros lo consideran un símbolo de rebelión frente a un sistema de salud que condena a millones a deudas, sufrimiento y muerte lenta. Para estos últimos, Mangione no es un criminal, sino un mártir moderno.
Paralelamente, desde que se reveló su apariencia al público, el nativo de Baltimore se viralizó en redes y cosechó un fanatismo propio de una celebridad de Hollywood que lo idolatra por su atractivo físico y lo describe como un héroe justiciero.
En estos círculos, su crimen se trivializa o se romantiza: su belleza, su sensibilidad y su causa parecen bastar para exigir su libertad.

La muerte de Brian Thompson, sin embargo, es más que el asesinato de un empresario, ya que esclareció la fragilidad de un país profundamente dividido.
Mientras están los que reducen su muerte a la de un “ejecutivo más” en un sistema despiadado, otros recuerdan que fue atacado sin aviso ni defensa posible. La presencia de casquillos con las palabras “negar”, “defender” y “deponer” refuerza la idea de un acto premeditado y político.

El propio Mangione alimentó esa lectura. En una reseña escrita antes del crimen, declaró: “Cuando todas las demás formas de comunicación fallan, la violencia es necesaria para sobrevivir. Puede que no te gusten sus métodos, pero si ves las cosas desde su perspectiva, no es terrorismo, es guerra y revolución.”
Esta frase se viralizó como consigna para quienes lo defienden, aunque también despertó alarma en sectores que temen una peligrosa normalización de la violencia.

Sin embargo, cinco meses después, el acusado continúa recibiendo el apoyo de miles de personas que no solo celebran sus acciones, sino que también contribuyen económicamente por su potencial libertad.
Feliz cumpleaños: un millón de dólares en donaciones
El día de su cumpleaños número 27, Mangione recibió un regalo inusual: una campaña de recaudación que superó el millón de dólares gracias a más de 28.000 donaciones individuales, con un valor medio de apenas 20 dólares.

La campaña de recaudación, cuyo objetivo declarado es financiar la defensa legal de Mangione en los tres procesos penales que enfrenta, también ha estado acompañada por una avalancha de cartas de apoyo que recibe desde su reclusión en el Centro de Detención Metropolitano en Brooklyn.
Entre las donaciones, recolectadas a través de GiveSendGo, se destacó la cifra de 36.000 dólares, la más alta registrada en la plataforma.
En su mensaje, el donante anónimo resaltó el carácter transversal del apoyo recibido por Mangione: “Lo que me intriga de este caso es cómo las respuestas de las personas están unificadas sin importar el estrato”.
Según reportó el New York Post, más de una docena de los principales aportantes optaron por el anonimato, señalando su rechazo a la pena de muerte y su frustración con el sistema de salud estadounidense como motivaciones clave.

Su abogada, Karen Friedman Agnifilo, confirmó que Mangione está al tanto de las contribuciones y expresó su agradecimiento por lo que él mismo describió como un respaldo que “trasciende divisiones políticas, raciales y de clase”.
Más allá del monto, llamó la atención el tono devocional de muchos donantes: mensajes de amor, comparaciones con el personaje Luigi de Nintendo, y promesas de “liberarlo para su próximo cumpleaños”.

Entre héroe activista y símbolo distorsionado
Según una encuesta citada por la BBC, Mangione representa el hartazgo colectivo ante un sistema que es percibido como culpable de millones de muertes evitables por negaciones de cobertura y facturas impagables.

Pero Luigi Mangione no es una figura tradicional del activismo. Es un acusado de asesinato con una base de admiradores que mezcla frustración, deseo y rabia contra un sistema visto como impune.
Mientras espera su juicio, recibe cartas de amor en la cárcel, corazones verdes en redes sociales y hasta propuestas de matrimonio.
Su caso, al final, expone una grieta moral: ¿puede una intención justa redimir un acto irreparable? ¿Es Mangione un símbolo necesario o una amenaza peligrosa? Entre la sed de justicia y la defensa de lo ético, su historia refleja un país que aún no sabe cómo juzgarlo.

Su defensa, que también ha debido desmentir rumores y desinformación en redes, insiste en que el foco debe mantenerse en las irregularidades del caso y en garantizar un juicio justo.
Su caso se convirtió en una suerte de termómetro social que expone tensiones profundas en torno a la justicia, el acceso a la salud y la figura del “vigilante justiciero”.
Una historia donde la moral de fondo —la de la causa— choca de frente con la crudeza ineludible del hecho: alguien fue asesinado.