El 17 de marzo de 1992 estallaba la embajada de Israel en Argentina como consecuencia de un coche bomba, con un saldo de 22 muertos. De esta manera nuestro país ingresaba por primera vez en la órbita de los objetivos del terrorismo internacional. Un par de años más tarde este fenómeno golpeaba otra vez nuestro territorio en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) dejando 85 personas asesinadas.

En 2017, en Nueva York, cinco argentinos de viaje de amigos son asesinados por un individuo que los atropella intencionalmente con un camión mientras reivindicaba al Estado Islámico (ISIS). El último acontecimiento que nos vincula al terrorismo se produjo el 7 de octubre de 2023 cuando la organización Hamas invadió Israel asesinando 1200 personas y tomando como rehenes a más de 250, muchos de ellos ciudadanos argentinos.

La consecuencia más cercana de estos atroces acontecimientos se produjo hace unas semanas cuando esa agrupación devolvió los cuerpos sin vida de Shiri Bibas y sus hijos Ariel y Kfir de cinco y dos años.

¿Qué tienen en común todos estos atentados que nos afectaron? Todos fueron realizados por organizaciones o individuos motivados en fundamentos extremistas de la visión del Corán. Este fue el primer cambio estructural a nivel mundial alrededor del cual se conformaban estas organizaciones: la religión reemplaza al motor político.

En efecto, en las décadas anteriores teníamos a agrupaciones como ETA, IRA y hasta las propias organizaciones palestinas como la OLP y el FPLP regidas por ideas políticas-nacionalistas pero laicas. El atentado contra la embajada de Israel fue el primero en nuestro continente con esta nueva lógica de acción religiosa.

Hasta antes de estos atentados las conversaciones con organizaciones terroristas estaban políticamente prohibidas y hasta eran negadas por los estados. Sin embargo, hoy observamos cómo Hamas lidera abiertamente todo el arte de las negociaciones con Israel sobre el número y las condiciones de la liberación de los rehenes en su poder, entre muchas otras cuestiones. Es que otra característica que identifica a estas manifestaciones armadas, pero no en el pasado, es que ciertas agrupaciones tienen control sobre vastos territorios.

En este mismo sentido otro ejemplo, que está en marcha al momento de esta columna, es el caso del hombre que lidera el proceso transicional de Siria luego del derrocamiento del régimen liderado por la dinastía Al-Assad por más de 50 años: Ahmed Al-Sharaa.

En diciembre de 2024 el Departamento de Estado de EE.UU. levantó una recompensa de hasta 10 millones de dólares que ofrecía por la información que pudiera llevar a la captura de uno de los hombres fundadores del Frente Al- Nusra, la filial siria de Al-Qaeda, ambas en la lista de organizaciones terroristas que confecciona el propio Departamento incluso las Naciones Unidas. El cambio de postura de Washington se produjo luego que una delegación encabezada por la subsecretaria de Estado para Asuntos de Oriente Próximo Barbara Leaf se reuniera con el mismísimo Al-Sharaa para delinear los próximos pasos de esa nación.

Estos cambios en la dinámica de la vida de las organizaciones terroristas y en la nueva aproximación de EE.UU. a estos actores plantea serios interrogantes sobre la efectividad de las estrategias usadas en la lucha contra este flagelo hasta este momento pensando en paralelo en el diálogo Hamas-Israel pero también en la situación turbulenta que enluta desde hace años el Sahel africano, entre las más violentas del mundo.



Fuente Clarin.com

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