La reciente imposición de aranceles “recíprocos” por parte del gobierno de Trump ha desencadenado una ola de incertidumbre en América Latina, región que enfrenta tasas variables entre el 10% y el 38% según el país. Estas medidas, definidas por muchos analistas como “el mayor cambio en el comercio global desde la Guerra Fría” o incluso para algunos de los últimos cien años, amenazan con alterar los flujos comerciales, encarecer las importaciones y reducir la competitividad de estas economías, las cuales ya enfrentan bajos niveles de crecimiento y alta dependencia de mercados externos.
Recientemente, y en este contexto, tanto el Banco Mundial como el FMI redujeron sus proyecciones de crecimiento para la región en 2025, ajustándola en el último caso del 2,5% al 2%. México es el país que se estima recibirá el mayor impacto con una caída en su crecimiento del 0.3%.
Veamos cuál puede ser la situación de algunos países. En el caso de México, a pesar de estar excluido del arancel general del 10% debido al T-MEC, enfrenta un gravamen del 25% para productos fuera del acuerdo, lo cual impacta en aproximadamente el 49% de sus exportaciones.
Otros dos de los países más afectados, además de Guyana, serán posiblemente por un lado Nicaragua, quien posee uno de los aranceles más alto de la región (18%), y Venezuela, que recibió un arancel del 15%. En ambos casos, la debilidad institucional, y su limitada capacidad de respuesta, contribuyen a pensar en efectos negativos.
En el caso de Argentina y Brasil, ambos recibieron el mismo arancel del 10%. Para Brasil, tercer socio agropecuario de Estados Unidos, esto implica desafíos en productos como jugo de naranja, café, carne y etanol. Argentina, si bien tiene un superávit comercial con el país del norte, puede ver afectadas algunas de sus exportaciones como las de aluminio. Algunas conversaciones a nivel bilateral abren la puerta a alguna posibilidad de acuerdo que podría limitar o evitar estos impactos negativos.
Sin embargo, aún falta ver cómo se impondrán estos aranceles, y a quiénes, por lo tanto, todas estas son hasta ahora estimaciones y presunciones. Ahora bien, seguro lo que no son supuestos, es que estas medidas han dejado al descubierto una vez más las debilidades estructurales de la región: alta dependencia de materias primas, baja diversificación comercial y fragmentación política.
Ante este escenario económico y político desafiante, ¿qué alternativas tiene América Latina? La región se encuentra en una encrucijada: avanzar hacia una mayor fragmentación dejando que el que “puede puede”, por su mayor peso económico a nivel regional o por sus “relaciones carnales”, o profundizar su integración, fortaleciendo también su posición a nivel global.
La primera alternativa es claramente la más injusta y desigual, y la segunda, la más difícil, pero no imposible. Para ello, deberá combinarse pragmatismo geoeconómico con visión a largo plazo.
Profundizar esa integración significa fortalecer los acuerdos comerciales regionales vigentes en la región, como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, el SICA (Sistema de la Integración Centroamericana) y otros tratados bilaterales y multilaterales, los cuales pueden ser herramientas clave para amortiguar los efectos negativos de los aranceles estadounidenses. Si bien hasta ahora han mostrado resultados desiguales, existe un enorme potencial en su reactivación estratégica para armonizar normas técnicas, y facilitar el comercio mediante la reducción de restricciones burocráticas y arancelarias internas.
Asimismo, potenciar estos acuerdos requiere promover la integración productiva y logística, generando infraestructura común, y financiamiento conjunto para proyectos regionales.
Algunas otras propuestas en esta línea y de cara a una integración más profunda e inteligente son: firmar acuerdos “espejo” con la UE o la ASEAN, ofreciendo acceso preferencial a mercados latinoamericanos a cambio de por ejemplo inversión en infraestructura; adoptar una posición negociadora con Estados Unidos que presione por exenciones arancelarias a cambio de compromisos en seguridad migratoria y lucha antidrogas, replicando el modelo mexicano de condicionalidad; digitalizar aduanas mediante plataformas basadas en blockchain que ya han mostrado ser sumamente potentes para incrementar la eficiencia; promover políticas de desarrollo productivo que contribuyan a agregar valor a las exportaciones; y continuar creando foros de inversiones que permitan atraer inversiones europeas y asiáticas disminuyendo, en algunos casos, la dependencia de China.
Los países de la región tienen por lo tanto la oportunidad histórica de aprovechar el contexto global desafiante, y la fragmentación económica y política regional, transformando esta crisis en piedra angular y catalizadora de una mayor integración comercial.
Ana Basco y Lautaro Ramírez son economistas. Especialistas en comercio e integración.