El presidente autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, asumió su séptimo mandato y se burló de quienes lo califican como “el último dictador de Europa” al afirmar que su país tiene más democracia “que aquellos que se presentan como sus modelos”.
“Medio mundo sueña con nuestra ‘dictadura’, la dictadura de los verdaderos negocios y los intereses de nuestro pueblo”, afirmó Lukashenko, de 70 años, en su discurso de investidura en el Palacio de la Independencia en Minsk, la capital.
Cientos de simpatizantes de la oposición que viven en el extranjero realizaron el martes manifestaciones contra Lukashenko para conmemorar el aniversario de la efímera independencia de Bielorrusia en 1918, tras el colapso del imperio ruso.
Lukashenko cumplió tres décadas en el poder el año pasado, y sus oponentes políticos han denunciado la elección del 26 de enero, cuidadosamente orquestada, calificándola como una farsa. La Comisión Central Electoral de Bielorrusia declaró que el mandatario ganó con casi el 87% de los votos después de una campaña en la que los cuatro contendientes simbólicos en la boleta elogiaron su gobierno.
Varios miembros de la oposición han sido encarcelados o exiliados al extranjero por la implacable represión de Lukashenko contra la disidencia y la libertad de expresión.
Meses de protestas masivas, sin precedentes en la historia del país de nueve millones de personas, siguieron a las elecciones de 2020 y provocaron una dura represión. Más de 65.000 personas fueron arrestadas, miles fueron golpeadas por la policía, y los medios de comunicación independientes y las organizaciones no gubernamentales fueron cerradas y prohibidas, lo que provocó condenas y sanciones de Occidente.
Miles de simpatizantes de Lukashenko asistieron el martes a la ceremonia de investidura, donde el mandatario denunció a sus críticos, calificándolos como títeres extranjeros que estaban en contra del pueblo.
“No tienen ni tendrán apoyo público, no tienen futuro”, declaró. “Tenemos más democracia que aquellos que se presentan como sus modelos”.
Los activistas bielorrusos dicen que en el país hay más de 1.200 presos políticos, entre los que está el laureado con el Premio Nobel de la Paz Ales Bialiatski, fundador del Centro de Derechos Humanos Viasna.
“Las elecciones se llevaron a cabo en medio de una profunda crisis de derechos humanos, en un ambiente de miedo total causado por las represiones contra la sociedad civil, los medios independientes, la oposición y la disidencia”, según un comunicado emitido el martes por Viasna y otros diez grupos de derechos humanos bielorrusos. Señalaron que el control de Lukashenko sobre el poder es ilegítimo.
Lukashenko ha gobernado el país con mano de hierro desde 1994, apoyándose en subsidios y apoyo político del presidente ruso Vladímir Putin, que a su vez lleva un cuarto de siglo en el cargo, una alianza que ayudó al líder bielorruso a sobrevivir a las protestas de 2020.
Lukashenko permitió que Moscú usara el territorio del país para invadir Ucrania en febrero de 2022 y más tarde albergó algunas de las armas nucleares tácticas de Rusia.
La líder opositora en el exilio, Sviatlana Tsikhanouskaya, quien huyó de Bielorrusia bajo la presión del gobierno tras postularse contra Lukashenko en 2020, prometió seguir luchando por la libertad del país.
“Nuestro objetivo es romper con la ocupación rusa y la tiranía de Lukashenko, y hacer que Bielorrusia vuelva a la familia europea de naciones”, dijo Tsikhanouskaya en un discurso en el Parlamento lituano.
Algunos observadores dicen que Lukashenko podría ahora reparar sus lazos con Occidente.
“Lukashenko ya ha enviado señales a Occidente sobre su disposición a iniciar un diálogo y su deseo de normalizar las relaciones para aliviar la dependencia total del Kremlin y suavizar las sanciones occidentales durante su séptimo mandato”, dijo Valery Karbalevich, un analista político independiente.