El Fondo Monetario Internacional (FMI) estableció en su Informe especial (27/03/2024) que la República Federal enfrentaba su segundo año de recesión continuada, y que fue el único país del G-7 que se contrajo en este periodo, lo que indicaba agudas fallas estructurales, con ominosas consecuencias para su relevancia internacional.

El Informe brinda una visión distinta de esta situación. En primer lugar señala que los términos de intercambio (relación entre el precio de las exportaciones vs el precio de las importaciones) son ahora similares a los que tenía antes del shock energético provocado por el cese de la provisión del gas ruso (2022); y al mismo tiempo advierte que el superávit de cuenta corriente alcanzó a 4.3% del producto, que es menor al de la etapa pre-pandemia, pero superior al promedio de las últimas 2 décadas.

Tampoco ha ocurrido el fenómeno de la “desindustrialización”, porque mientras se ha contraído la industria química energo-intensiva, así como la metalmecánica, y la pastera-papelera, la automotriz, en cambio, que es la principal de la economía alemana, se ha expandido 11% anual.

Un dato crucial de orden estratégico es que las exportaciones de vehículos eléctricos o híbridos han aumentado más de 60% en los últimos 5 años; y las empresas automotrices que colocan más vehículos eléctricos en el exterior son Volkswagen, BMW y Tesla (la planta de Elon Musk instalada en Berlín es una de las tres más grandes del mundo, junto con las de Austin, Texas, y Shanghai, China).

Este conjunto de empresas alemanas o instaladas allí responden por el 10% del mercado global de vehículos eléctricos.

JP Morgan ha advertido que Alemania ha respondido a la crisis energética y a las disrupciones del comercio internacional (puja entre EE.UU. y China) escalando sistemáticamente la cadena de valor. Por eso el valor agregado de sus productos ha aumentado significativamente, a pesar de que la producción manufacturera ha disminuido.

Esto constituye un indicador clave de su creciente especialización y de su alto y sistemático nivel de innovaciones, con el agregado de que esta tendencia crucial se manifiesta en todos los sectores manufactureros, desde abajo hacia arriba, desde el mundo extraordinariamente competitivo de las pequeñas y medianas empresas del “mittelstadt” hasta las grandes transnacionales químicas y automotrices.

Pareciera, en suma, que el genio industrial manufacturero de Alemania todavía sigue vivo.

Lo que parece que ha arraigado profundamente son las carencias estructurales de la economía y la sociedad alemana.

En primer lugar, hay un bajísimo nivel de productividad, provocado por una híper-regulación de la actividad productiva, y por la vigencia de una cultura industrial esencialmente “burocrática”, que es “el mal que asfixia a la sociedad alemana”, como ha subrayado repetidas veces el aún Canciller Olaf Scholz, cuando falta una semana (23/02/2025) para las próximas elecciones legislativas, donde la totalidad de las encuestas otorgan una diferencia de 30 puntos o más a su principal opositor, el democristiano Friedrich Merz (CDU/CSU).

Este burocratismo hiperregulado temeroso de la innovación y nostálgico del “capitalismo renano” se funda demográficamente en el envejecimiento de su población (sólo superada por la de Japón).

El cálculo del FMI es que en los próximos 5 años la fuerza laboral alemana disminuiría más de 1 punto y ½ anual; y a partir de allí la tendencia se acelera cada vez más, al punto de que la actual población de 82 millones de habitantes descendería a menos de 70 millones en 2035, lo que implica, en otros términos, que el PBI per cápita sería nulo o negativo en este periodo.

La única respuesta posible a esta situación asfixiante es que en el interín se produzca un salto extraordinario de productividad, de acuerdo a sus rasgos históricos más significativos porque Alemania fue, junto con EE.UU., la cabeza de la segunda Revolución Industrial.

La respuesta central a la crisis alemana, en síntesis, es de tipo político-cultural, sobre todo en el aspecto crucial del liderazgo.

Esto implica ante todo terminar con el sopor burocrático y meramente gradualista que fue el sello de los 14 años de gobierno de Ángela Merkel, donde se exacerbó el rechazo a toda visión de largo plazo, e imperó un exceso de prudencia temerosa del futuro.

Esta exigencia es la que otorga a la política su rasgo más excelso de empresa enérgica e innovadora, en esta época de grandes cambios y de emergencia de la nueva revolución tecnológica de la Inteligencia artificial, con la aparición del “fenómeno Trump” en EE.UU.

El altamente probable próximo Canciller de Alemania Friedrich Merz parece reunir alguna de estas condiciones, ante todo es un crítico sostenido de la era Ángela Merkel; y en segundo lugar propone aceptar el desafío de los nuevos aranceles que va imponer Donald Trump a las exportaciones europeas, proponiendo al mismo tiempo al nuevo jefe de la Casa Blanca un “Acuerdo de Libre Comercio” entre EE.UU. y Europa que concluya en 10 años con un arancel cero.

Esto implicaría una quiebra plena del status quo alemán y europeo, sumado a la incorporación al nuevo gobierno DC de “Alternativa para Alemania” (AfD), respaldada por Elon Musk, el titular de Tesla en Berlín.



Fuente Clarin.com

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