La historia muestra que los órdenes mundiales, los desórdenes o los nuevos órdenes a menudo son resultado de dinámicas perturbadoras desatadas por crisis en medio del surgimiento de nuevas potencias y la resistencia de las potencias existentes. La dinámica actual puede entenderse analizando cómo el orden mundial está pasando de un estado de hegemonía a otro de “hegemonía entrelazada”.

La hegemonía es un concepto que fue empleado por el teórico Antonio Gramsci y se aplica en las relaciones internacionales para describir los aspectos duraderos de un orden existente mantenido por un actor principal mediante una hábil combinación de poder coercitivo y no coercitivo.

La hegemonía está asociada a Estados Unidos, que ha cumplido el rol de hegemón principal y que dio forma al orden de posguerra. La hegemonía estadounidense se ha ejercido a través de su poder económico y militar, así como a través de instituciones internacionales utilizadas como herramientas para defender las normas globales, el comercio y las estructuras de seguridad.

Sin embargo, desde el 11 de septiembre de 2001 y la crisis financiera mundial de 2008, el orden mundial ha atravesado múltiples crisis y momentos cruciales, como el ascenso de China, la rivalidad entre Estados Unidos y China, el reequilibrio de poder global causado por el Covid-19, la retirada estadounidense de Afganistán, la guerra entre Rusia y Ucrania, el creciente papel de China en Oriente Medio, el último ataque de Israel en Palestina y el segundo mandato de Donald Trump.

Estas crisis y momentos cruciales han expuesto vulnerabilidades en el orden mundial existente y han desafiado la hegemonía de las instituciones y normas lideradas por Occidente.

El orden mundial actual enfrenta crisis en cuatro ámbitos clave. La cooperación multilateral es cada vez más difícil de alcanzar debido a las rivalidades entre las grandes potencias y los conflictos interestatales, lo que pone de relieve una crisis de funcionalidad en un momento en que las instituciones globales luchan por generar consenso sobre cuestiones críticas, como el cambio climático, las pandemias y la ciberseguridad.

La arquitectura de gobernanza global basada en reglas, liderado por Estados Unidos ha demostrado su incapacidad para abordar eficazmente los desafíos mundiales, lo que refleja una crisis que conlleva una oportunidad. El fracaso en la creación de un sistema global seguro y equitativo subraya una crisis de legitimidad. Por último, la dinámica cambiante del poder entre las potencias emergentes y establecidas expresa una crisis de autoridad.

En este contexto, la hegemonía entrelazada es la mejor manera de describir la transición del actual orden mundial a uno emergente. La hegemonía entrelazada refleja un proceso definido por desafíos mutuos, limitaciones, dependencias y acuerdos entre las potencias existentes y emergentes. Los defensores y los adversarios del orden existente están profundamente entrelazados y participan en un proceso continuo de configuración y remodelación del orden mundial.

En primer lugar, la hegemonía entrelazada indica que la globalización está llevando a la economía mundial hacia una era de múltiples modelos de desarrollo, caracterizada por la coexistencia de múltiples sistemas económicos y modos de gobernanza en competencia. Los actores económicos globales ahora incluyen no solo entidades privadas sino también estados, ejemplificados por las empresas estatales chinas.

El modelo de desarrollo chino, a menudo denominado Consenso de Beijing (entendido como relaciones reguladas entre el Estado, el mercado y la sociedad), contrasta con el Consenso de Washington liderado por Estados Unidos, definido por políticas económicas neoliberales. Las entidades no estatales, como las corporaciones transnacionales, los gigantes tecnológicos y los movimientos sociales, también desempeñan un papel crucial en la configuración del orden mundial.

En segundo lugar, la hegemonía entrelazada refleja un cambio hacia un mundo poshegemónico, donde ninguna potencia, como Estados Unidos u Occidente en general, configura unilateralmente las normas o el liderazgo globales. Las plataformas descentralizadas, las conexiones a Internet, la economía digital y la competencia tecnológica han erosionado los monopolios tradicionales del discurso, las narrativas y el poder blando.

Las normas globales se están volviendo más flexibles y menos universales, mientras que las alianzas se forman cada vez más en torno a desafíos e intereses específicos, en lugar de ideologías compartidas. En esta era poshegemónica, ninguna potencia puede imponer el orden global por sí sola, lo que aumenta el riesgo de conflictos regionales y rivalidades entre grandes potencias.

En tercer lugar, la hegemonía entrelazada enfatiza las diversas perspectivas sobre los mecanismos, políticas y estrategias que impulsan el desarrollo y el crecimiento nacionales. Hoy, las potencias emergentes tienen la capacidad de formular estrategias de posicionamiento colectivo y tácticas de equilibrio en el ámbito global.

Por ejemplo, la expansión de los BRICS promueve un modelo más inclusivo de gobernanza global que valora la diversidad cultural y de civilizaciones, ofreciendo una alternativa al universalismo que a menudo defiende Occidente.

La expansión de la agrupación BRICS pone en evidencia que las potencias emergentes están navegando por el orden mundial en evolución mediante un intercambio selectivo de estrategias, que incluye observar los acontecimientos, participar activamente en los asuntos globales, eludir las estructuras tradicionales cuando sea necesario e influir en el sistema mundial para alinearlo con sus intereses.

Por último, pero no por ello menos importante, la hegemonía entrelazada marca una nueva era en la que la estratificación entre las naciones del centro tradicional, la semiperiferia y la periferia, así como el eje Norte-Sur convencional, tal vez ya no capten plenamente las complejidades del mundo globalizado e interconectado de hoy. Si bien siguen siendo útiles para comprender la desigualdad global y los patrones históricos de explotación, el ascenso de economías emergentes como China ha reconfigurado la estructura erigida de estratificación económica global.

Esta no es la primera vez que el orden mundial se enfrenta a una realidad poshegemónica. Las transiciones históricas, como el período posterior a la caída del Imperio Romano y los años de entreguerras entre la primera y la segunda guerra mundial, experimentaron fases similares de incertidumbre y transformación.

El ritmo sin precedentes de los cambios tecnológicos, económicos y ambientales son distinciones clave en el mundo de hoy. Que estas transformaciones conduzcan a un nuevo equilibrio o degeneren en caos depende en gran medida de cómo los actores globales aborden y naveguen estos desafíos.

Por lo tanto, la hegemonía entrelazada es quizás la mejor forma de describir la dinámica global en evolución, donde el poder y la influencia son cada vez más compartidos, disputados y coproducidos entre diferentes regiones y actores.

El orden mundial emergente caracterizado por la hegemonía entrelazada encarna una dualidad. A medida que las potencias existentes pierden gradualmente su dominio, las potencias emergentes aún tienen que establecer una hegemonía alternativa basada en principios y normas universales.

Xing Li es académico y Profesor Principal del Instituto de Estrategias Internacionales Yunshan de Guangdong, de la Universidad de Estudios Extranjeros de Guangdong, Guangzhou, China.



Fuente Clarin.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *