Investigadores del Conicet describieron las estructuras de las moléculas “ARN circulares”, descubiertas hace unos pocos años, y advirtieron un rol clave en la regulación de la expresión genética, informe que podría aprovecharse en el futuro en el desarrollo de vacunas y para la corrección de alteraciones genéticas.
Los especialistas publicaron un artículo en la revista especializada Nucleic Acids Research que “contribuye a entender cómo esas estructuras intracelulares se diferencian de los ARNs lineales más ´tradicionales´, lo cual podría aprovecharse en el futuro en el desarrollo de vacunas o para corregir alteraciones genéticas que ocurren en diversas enfermedades del sistema nervioso central, infecciosas o tumorales”.
Manuel de la Mata, uno de los directores del estudio, investigador del Conicet en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne, UBA-Conicet) aseguró que el “trabajo forma parte de una línea de investigación básica. Sin embargo, como frecuentemente ocurre en este tipo de proyectos riesgosos y financiados por los Estados, estudios de investigación básica pueden dar lugar, inclusive de forma inesperada, a tecnologías terapéuticas muy valiosas”.
“La pandemia de Covid-19 nos ha enseñado muchas cosas, entre otras que la tecnología del ARN – que permitió desarrollar muchas vacunas – será una herramienta biológica fundamental en la salud humana y animal en los años por venir”, agregó el también docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEyN).
Por su parte, Damián Refojo, también director del avance e investigador del Conicet en el Instituto de Investigación en Biomedicina de Buenos Aires apuntó que “quienes manejen esas tecnologías, serán quienes podrán adaptarse mejor a las nuevas terapias e incluso lograr desarrollar nuevas estrategias terapéuticas y con los consecuentes beneficios en salud humana o animal, pero también productivos y comerciales”.
🟢Un estudio de biología molecular, liderado por especialistas del CONICET, reveló información sobre el control que los “ARNs circulares” ejercen sobre la expresión de genes. Fue publicado en la revista Nucleic Acids Research.
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En la década de 1960 se descubrió el ácido ribonucleico (ARN) codificante conocido como ARN mensajero (ARNm) que actúa como intermediario entre el ADN y su producto final, las proteínas, que son cruciales para la estructura y funciones celulares.
La información genética “fluye” del ADN hacia la fabricación de proteínas: el ADN primero se “transcribe” en forma de ARNm y este luego se “traduce” en forma de proteínas. Existe una gran diversidad de ARNs codificantes que se traducen en las distintas proteínas de las células.
Sin embargo, a partir del 2000 se descubrió que existe un vasto y complejo mundo de moléculas de ARN que no se traducen en proteínas, pero que también poseen funciones esenciales para la célula, estos son los denominados ARNs no codificantes, los cuales pueden ser moléculas lineales cortas, largas o especies más raras como los ARNs circulares que por el momento son los menos entendidos.
En este marco, Refojo explicó que “aunque se desconoce la función de la mayoría de estos ARNs circulares, los mismos representan un campo fértil de estudio” y agregó: “Hoy ya sabemos que los ARNs circulares son más estables en comparación a los ARNs lineales y que algunos en particular cumplen importantes funciones en distintos tipos celulares y tejidos del organismo”.
Por otra parte, los investigadores querían recabar datos sobre la interacción entre los ARN circulares y otros tipos de ARNs no codificantes llamados microARNs que funcionan “pegándose a secuencias afines en los extremos de los ARN mensajeros (ARNm), inhibiendo su traducción a proteínas o promoviendo su degradación”, explicó de la Mata.
La investigación les permitió a los científicos la posibilidad de comenzar “a explorar potenciales usos terapéuticos de estos ARN circulares en diversas enfermedades infecciosas, tumorales o del sistema nervioso central”, sentenció Refojo.