Entre el 16 y el 18 de febrero último se realizó en Múnich la Conferencia Anual de Seguridad, apodada la “reunión Davos de la defensa” por su gravitación en las temáticas bélicas y la presencia de ministros de Defensa y referentes de centrales de inteligencia relacionados con la OTAN, abocados al análisis de las problemáticas regionales y globales. La agenda estuvo centrada en la situación en Europa del Este, la ofensiva militar de Israel en Gaza, las guerras en África y la situación en el Golfo de Adén en el Mar Rojo.
Todos los años, al final del evento, se lleva a cabo un relevamiento en el que se priorizan los desafíos clave abordados. Dicha agenda es conocida como el Índice de Seguridad de Múnich. En ese reporte, llamativamente, no se consignó a la Federación Rusa como un tema prioritario. Los cuatro temas de mayor importancia fueron: las amenazas medioambientales, los ciberataques, la migración masiva y las amenazas del terrorismo islámico radical. El Índice de Seguridad de Múnich de 2024 hace explícita la fatiga y el pesimismo respecto a Ucrania.
Este indicador puso en evidencia la decepción acerca de la posibilidad de Kiev para sostener la guerra y –al mismo tiempo– la necesidad de iniciar un proceso de distanciamiento de la segura derrota de la OTAN. Los participantes de la Conferencia asumieron que las sanciones económicas dispuestas contra Rusia no fueron efectivas y que, por el contrario, permitieron a Vladimir Putin desplegar una economía de guerra que terminó ensanchando su PBI, en el mismo lapso en que Alemania y Francia, las dos economías más importantes de la UE, ingresaban en recesión.
El presidente del comité militar de la OTAN, almirante Rob Bauer, reconoció que Occidente fue en 2023 “demasiado optimista sobre el conflicto contra la Federación Rusa”. La OTAN supuso –deslizó Bauer– que el entrenamiento, la logística y las municiones entregadas a Kiev limitarían la capacidad de Moscú, debilitarían el frente interno de Putin y/o lo arrastrarían a una crisis económica. Sin embargo, “Rusia está produciendo más municiones y equipos de los que podemos proporcionar colectivamente al interior de la OTAN”. Por su parte, el director del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford y ex embajador de EE.UU. en Moscú, Michael McFaul, aseguró que existe un “verdadero sentimiento de frustración” entre los ucranianos.
Los partidarios de Donald Trump en EE.UU., enfrentados a gran parte de la lógica globalista sostenida por los demócratas, aparecen como los más convencidos acerca de una inminente derrota otantista. Una de las publicaciones más influyentes del colectivo republicano, The American Conservative, publicó el 7 de febrero un artículo haciendo una analogía entre los engaños difundidos en torno de la guerra de Vietnam y las mentiras que se instituyen en torno al conflicto en Ucrania, impulsadas por los medios afines al gobierno de Joe Biden.
En la nota firmada por James W. Carden –exasesor sobre asuntos ruso-estadounidenses en el Departamento de Estado durante la administración Obama– se describe la campaña mediática con respecto a Ucrania impulsada por la Casa Blanca, como una réplica de lo difundido durante la lucha contra el Vietcong. “Ahora –señala Carden–, que es demasiado obvio que las tropas rusas se están imponiendo en Ucrania, los medios estadounidenses finalmente dan cuenta de lo que verdaderamente pasa en el campo de batalla, luego de haber ayudado a prolongar el enfrentamiento con sus mentiras”.
La nota de Carden fue publicada mientras Zelensky se hacía presente en la Conferencia de Munich, dos días después de haber aceptado la derrota en Avdivka, el último bastión importante en las cercanías de Donetsk. El 13 de febrero último, el Senado estadounidense aprobó un paquete de ayuda de 71 mil millones de dólares para Kiev, pero en la Cámara de Representantes hay dudas sobre su sanción. Para tratar de convencer a los representantes republicanos, el portavoz del Departamento de Estado Matthew Miller argumentó que la asistencia de seguridad a Ucrania retorna a EE.UU. “porque el 90 por ciento de tal aporte se invierte en el Complejo Militar Industrial”.
En una de las cenas exclusivas que se realizaron durante la Conferencia de Múnich en el B&L Bank, participaron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el exsecretario de Estado John Kerry, el ministro de finanzas alemán, Christian Lindner, y el intendente de Kiev, Vitali Klichko. Según los reporteros de la revista Bild allí presentes, los lemas no oficiales de la noche fueron: “¡Salud por Putin!, Brindemos por Putin!”. Ante tal sarcasmo los periodistas acreditados dudaron en interpretar el brindis como una ironía, o como un lapsus premonitorio de la irrefutable victoria rusa.