Así ocurre que nos quedamos despiertos hasta altas horas de la noche para «ponernos al día con el retraso acumulado en las experiencias digitales, lo que se traduce en falta de sueño, dificultad para concentrarse y disfrutar el momento, así como menor motivación para cumplir con las responsabilidades diarias (estudio, trabajo, gestión). familia…)”.

No, FOMO no debe trivializarse: hay que estar atentos a las consecuencias

Muchos descartan el FOMO como la simple incapacidad de alejarse del teléfono, pero no es así: “estudios recientes han puesto de relieve que se trata de un fenómeno complejo que implica diversos procesos cognitivos, conductuales e incluso de adicción”.

Entre las consecuencias psicológicas del FOMO, algunas pueden tener un impacto significativo en la vida cotidiana, como “el estrés, la ansiedad, la depresión, el mal sueño y el rendimiento escolar, el uso problemático de los teléfonos móviles y las redes sociales”. Investigaciones más recientes revelan que FOMO también puede quitarle la alegría a un momento y llevar a las personas a informar una menor satisfacción con la experiencia actual “.

También existe un riesgo no despreciable de aislamiento: porque si, por un lado, las redes sociales proporcionan a quienes padecen ansiedad social «un medio compensatorio para abordar sus necesidades sociales insatisfechas de una manera diferente a la comunicación en persona», por otro lado pueden alimentar el sentimiento de soledad, que con suerte eliminar con un mayor control de las propias redes sociales, en un círculo vicioso potencialmente muy peligroso. «En este sentido, FoMo puede asociarse a un uso problemático de las redes sociales y, por tanto, empeorar los miedos sociales y predisponer a los trastornos de ansiedad», observa Bobbo.

A quién afecta FOMO y cómo intervenir

Una investigación de 2023 en la que participaron varios países, incluida Italia, destacó «niveles más altos de FoMO entre personas entre 18 y 35 años». Se trata esencialmente de millennials y GenZ, que incluye al grueso de los primeros llamados nativos digitales, más proclives a utilizar las redes sociales «para desarrollar sus relaciones sociales, amistosas y sentimentales». Sin embargo, FoMO no puede considerarse un fenómeno limitado a este grupo de edad, ya que las redes sociales se han vuelto cada vez más populares en las últimas décadas, revolucionando la forma en que las personas de todas las edades se comunican, trabajan y juegan”.

Entre los enfoques psicoterapéuticos (aquí hemos presentado los más difundidos) que han demostrado ser más eficaces en el tratamiento del FOMO se encuentra sin duda el cognitivo conductual, que aborda «las cogniciones distorsionadas que se cree que están en la base de la desarrollo y mantenimiento de FoMO y ansiedad subyacente. La identificación de estrategias alternativas y nuevas oportunidades es parte integral de la terapia. Conéctate con otros sin sentir que te lo estás perdiendo.».

Sí, porque al final FOMO hace (también) esto: infunde miedo a perdernos algo grandioso -algo que la mayoría de las veces en las redes sociales está construido para ser extraordinario- y así nos priva de ese momento presente que innumerables investigaciones espectáculos es la clave para una vida cotidiana más tranquila. De hecho, no es coincidencia que las prácticas de meditación y atención plena también hayan demostrado ser útiles en el tratamiento del FOMO (consciencia): «crear conciencia del momento actual puede impedir que las personas presten atención a lo que hacen los demás».

Quédate, haz espacio a lo que hay, para pasar del miedo a perderte algo a la alegría de hacerlo. En acrónimo: JOMO (La alegría de perderse algo).



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