Desde Londres
La larga saga de Julian Assange entra en estas semanas en un territorio de definiciones irreversibles. Se espera que a mediados de mes dos jueces británicos decidan si el fundador de WikiLeaks tiene derecho a una audiencia plena ante la corte de apelaciones de Londres respecto a su extradición a los Estados Unidos. Una de las figuras clave de esta saga es Fidel Narvaez. Cónsul de Ecuador en el Reino Unido durante ocho años de gobierno de Rafael Correa, fue el que le abrió literalmente la puerta a Assange el 19 de junio de 2012 concediéndole refugio en la embajada de su país. Con el giro radical que imprimió Lenín Moreno a la política exterior ecuatoriana, Narváez se vio obligado a abandonar su puesto y desde entonces participa activamente en la campaña internacional contra la extradición del periodista australiano a Estados Unidos. En diálogo con Página/12, Narvaez se mostró relativamente optimista.
– ¿Por qué le parece que la justicia británica puede fallar a favor de Assange?
– Estamos frente a un caso político por excelencia y las condiciones políticas han cambiado desde hace cinco años cuando Julián entró a la cárcel de máxima seguridad. Hay mayor conciencia de lo que representa su caso, que es el riesgo de la criminalización del periodismo y, en especial, del periodismo de investigación. En las dos audiencias los jueces hicieron muchas preguntas muy pertinentes, tanto a la defensa como a los fiscales, lo cual creo que es una buena señal. En este momento la oposición a la extradición de Julian Assange en la sociedad civil, en las organizaciones de defensa de la libertad de expresión y de derechos humanos se ha generalizado. Incluso sectores de la prensa que tenían discrepancias profundas con Julián hoy se oponen a la extradición. Y un factor más que no es menor es que su país natal Australia finalmente está oponiéndose, está tratando de defender a su ciudadano. Ahora si la justicia británica falla a favor de la extradición, el caso pasa a la Corte Europea de Derechos Humanos donde creo que muy probablemente fallarán a favor de Julian.
– Assange abrió una nueva era en cuanto a la información. ¿Qué ha cambiado en la relación entre el poder y el debate público democrático desde sus mega-filtraciones?
– Hay un antes y un después en el periodismo por varias razones. Assange inaugura la publicación de mega filtraciones, es decir que millones de documentos vean la luz pública en la era de la digitalización. Además, Julian introdujo una salvaguarda tecnológica para garantizar el anonimato de las fuentes. Un buzón que usa la criptografía en el que básicamente el receptor de la información no puede rastrear quién es el remitente de la información. Hoy muchos grandes medios usan la misma tecnología, mejorada por los avances técnicos, pero en base a ese mismo concepto que les garantiza la la posibilidad de recibir información de manera segura. Julián también marcó un hito porque fue la primera vez que los pesos pesados del periodismo mundial, el New York Times, el Washington Post, el Der Spiegel en Alemania, Le Monde en Francia, El País en España, coordinaron la publicación de una misma, exclusiva. A partir de esta coordinación sucedieron otras como los Panama Papers o los Pandora Papers. Pero hay otro elemento más que le debemos a Julián y es el concepto del periodismo científico. Si un científico viene con una teoría, la gente le va a exigir ver la evidencia. Assange pone toda la evidencia que tiene a disposición del público para que pueda cotejarla con el resumen o la síntesis que se publica. Y de esa manera el público puede juzgar si le han dicho todo, si le han ocultado algo, si lo han contextualizado bien, si hay un interés en juego detrás de ese medio. En la biblioteca digital de WikiLeaks hay más de diez millones de documentos que se convierten en una fuente de consulta gratis usada por investigadores, historiadores y periodistas para encontrar información.
– Usted tiene una larga relación con él. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
-Hace un par de meses. Julián está en una cárcel de máxima seguridad con condiciones muy estrictas. Y la verdad es que la situación es muy preocupante porque hay un deterioro innegable en su salud física y y en su salud emocional. Julián ha sido diagnosticado por los especialistas de las Naciones Unidas y por peritos médicos que han presentado ese peritaje a la Corte con estrés postraumático que es el acumulado de esta situación de encierro, de acoso, equivalente a tortura psicológica, de vivir en una continua incertidumbre, ¿no? Porque él no sabe cuándo esto va a terminar, ni cuál será el resultado. Si lo mandan a Estados Unidos será el fin de su libertad porque no tiene allí ninguna posibilidad de juicio justo.
– A nivel público esto se da además en un momento muy peculiar en el contexto de la fake news, las redes sociales y el lawfare. ¿Qué impacto le parece que puede tener este caso en el futuro del periodismo y la libertad de información?
– Éste es un caso emblemático del lawfare. Cuando hablamos del lawfare, estamos hablando del mal uso de la justicia para fines políticos que tiene dos componentes. El primero es el uso de los medios de comunicación para destruir la reputación de una persona. De Julián se ha dicho que es hacker y no es un hacker. Se ha dicho que es un violador. Jamás, nunca nadie demostró nada parecido. Se ha dicho que es un espía ruso. No tiene nada que ver con Rusia. Se han dicho mil cosas para matar su reputación. El segundo componente es el uso concreto de la Justicia para la destrucción de una persona. En ese sentido si ahora se deniega la extradición se hará justicia, pero el daño está hecho. Porque lo que se quiere hacer es sentar un precedente, para que nadie más se atreva a hacer lo que él ha hecho. Y el daño que le han hecho, tanto por la privación de libertad, como el daño a su salud emocional, es irreversible. Sería gravísimo si la corte británica y luego la europea permiten que por primera vez en la historia se juzgue a un periodista con una ley anacrónica, que además se está aplicando extra territorialmente, porque recordemos que Julián Assange no es estadounidense ni ha publicado en Estados Unidos, pero los Estados Unidos se atribuyen el derecho de extraditar a cualquier persona desde cualquier parte del mundo si a ellos no les gusta lo que esa persona publicó. Creo que este caso define en gran medida el futuro del periodismo.