Alrededor de las 10 am En la mañana del 27 de abril de 2012, el silencio en el vasto y vacío desierto de Laguna Salada se hizo añicos cuando un Boeing 727 se estrelló contra el suelo. El impacto destrozó la cabina y los escombros volaron por el paisaje arenoso. Luego, tan rápido como comenzó, el inquietante silencio del desierto descendió sobre los escombros. A unos kilómetros de distancia, al observar el accidente, un equipo de científicos estalló en aplausos. Habían llevado a cabo con éxito su experimento.
Estos científicos formaban un equipo de investigadores de accidentes aéreos. De la misma manera que los automóviles se estrellan deliberadamente contra las paredes para probar sus características de seguridad, este equipo planeó estrellar un avión para probar la seguridad de las aerolíneas y posiblemente mejorar los estándares de seguridad de las aeronaves.
Se eligió un avión y un lugar para el accidente, y en abril de 2012 el equipo puso en marcha la prueba. La mañana de la prueba, el avión (apodado “Big Flo”) despegó para su último vuelo, y las últimas palabras del control de tráfico aéreo al avión fueron inocentes, pero siniestramente definitivas: “Adiós”.
Durante el transcurso del vuelo, el pequeño equipo a bordo encendió todos los equipos de recopilación de datos antes de, uno por uno, salir del avión y lanzarse en paracaídas al suelo. La última persona en abandonar el avión saltó solo tres minutos antes de que Big Flo estuviera listo para tocar el suelo.
Ahora, bajo el control remoto de un avión de persecución, Big Flo fue llevado cuidadosamente al suelo, antes de estrellarse finalmente en el desierto mexicano a 140 millas por hora. El accidente fue filmado con cámaras alrededor del desierto, incluidas algunas en el propio avión, las imágenes son increíbles, pero aterradoras de ver.
Aunque las imágenes dan miedo, los datos revelaron que el avión absorbió gran parte del impacto. Aunque la cabina se había roto, los trenes de aterrizaje se habían cortado y la parte inferior del avión había sido levantada, todo esto estaba dentro del diseño del avión para maximizar la protección de los pasajeros.
Los datos también sugirieron que la mayoría de los pasajeros, si hubiera habido alguno a bordo, habrían sobrevivido al impacto y algunos en la parte trasera del avión incluso habrían podido salir ilesos del accidente (aunque sacudidos).
Con la prueba ejecutada exitosamente y los datos recuperados, comenzó la operación de limpieza. A los pocos días, cualquier rastro del accidente desapareció del paisaje desértico. Luego, los restos del avión fueron trasladados desde el desierto a un pequeño lugar al costado de la Carretera Federal 5, justo al sur de la ciudad de Mexicali, México. Hasta el día de hoy, el avión sigue siendo un desastre destrozado sin importancia. Aunque la mayoría de las personas que pasaban por allí no lo sabrían, los restos retorcidos del avión que acumulaban polvo desempeñaron un papel importante en la ciencia de la aviación.