Un equipo de inspectores, técnicos y meteorólogos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que llegó a la Antártida en el rompehielos ARA Almirante Irízar, comenzó el lunes trabajos de revisión e instalación de instrumental en la base antártica Carlini y visitará las otras bases permanentes (Marambio, San Martín, Orcadas, Esperanza, Belgrano II y Petrel) durante los 120 días que dure la Campaña Antártica de Verano.
“Nuestra función es ir por las bases permanentes llevando instrumental nuevo como barómetros y termómetros, calibrando lo existente, corroborando si está todo en condiciones y capacitando el personal”, explicó a Télam el suboficial principal de Fuerza Aérea Andrés Urbano, oriundo de la localidad cordobesa de Mayú Sumaj, integrante del Observatorio Geofísico y Meteorológico de Pilar (Córdoba) del SMN e inspector coordinador de las estaciones meteorológicas antárticas.
Hace más de un siglo que el SMN está presente en el continente blanco -el más alto, frío, seco, ventoso y austral del planeta-, donde mide a diario variables meteorológicas y geomagnéticas que permiten conocer el estado de la atmósfera y los cambios que se van produciendo en el tiempo.
Cada base permanente tiene una oficina meteorológica donde se encuentra una parte del instrumental, lo demás se ubica en campos de observación al aire libre.
Los parámetros más importantes que miden son temperatura, presión, dirección e intensidad del viento, la humedad la visibilidad y la nubosidad.
Los datos son registrados y transmitidos por observadores meteorológicos de cada base a una oficina de pronóstico del centro meteorológico Marambio que recopila la información y la retransmite al continente.
“Siempre tiene que haber personas en la medición porque la estación automática no registra la visibilidad, ni nubosidad”, agregó Urbano.
El trabajo científico y logístico en las bases antárticas argentinas se sirve de datos meteorológicos para desarrollar sus tareas.
“Los biólogos que trabajan estudiando pingüineras en Marambio, por ejemplo, deben conocer sobre el estado de las mareas y la temperatura del mar porque la base se encuentra ubicada como en una meseta”, explicó a Télam el ingeniero electrónico platense Francisco Quarín, que trabaja en el sector instrumental de la sede central del SMN en la Ciudad de Buenos Aires y tiene la experiencia previa de haber invernado en Marambio.
Una de sus principales tareas en esta campaña será instalar sensores de temperatura y humedad para la estación automática de Base Carlini, administrada por la Dirección Nacional del Antártico (DNA) y el Instituto Antártico Argentino (IAA).
Si bien en el país, y en el continente americano, se están instalando estaciones automáticas, el SMN detectó que en el Sector Antártico Argentino había sensores que no eran acordes a este territorio y “gracias a una licitación, están entrando al país estaciones automáticas adaptadas, que es muy probable que, en la campaña que viene o en la próxima, se instalen en todas las bases”, adelantó Urbano.
El suboficial ayudante Diego Alejandro Vega aclaró que “siempre se necesita de una persona que tome el dato”.
Esto se debe a que, para poder certificar que el dato meteorológico es oficial lo tiene que hacer un humano y no una estación automática ni un satélite, explicó el mendocino Vega.
Además, el experto en geomagnetismo y electrónica del SMN Juan Carlos Gil remarcó que “la clave de todo dato meteorológico y geomagnético es la continuidad: medir siempre de la misma forma desde el mismo lugar, lo que da la posibilidad de realizar pronóstico y predicciones”.
La dotación para instalar los equipos
El sábado 6, desembarcó en Orcadas Jésica Daiana Tripicchio, quien viajó junto al equipo de inspectores, y forma parte de la nueva dotación de la base que invernará durante este año cumpliendo el rol de observadora meteorológica del SMN y de la Fuerza Aérea.
“Todos los datos que relevamos de la Antártida sirven, por ejemplo, a quienes estudian el cambio climático. a los guardaparques o las patrullas (que se realizan en la Antártida para apoyo logístico a la ciencia) cuando me pidan información para salir al terreno o a caminar sobre hielo marino y alejarse 15 kilómetros”, dijo la joven porteña a Télam al llegar a la base.
Parte del instrumental que Tripicchio deberá consultar cada tres horas, turnándose con otra compañera, se encuentra dentro de la pagoda (abrigo meteorológico), que tiene forma piramidal y alberga el termómetro seco, el termómetro húmedo, el de máxima y el de mínima.
Tripicchio se ocupará de tomar los distintos datos de vientos, temperatura, humedad, precipitación, visibilidad y nubosidad.
“Todo esto lo tomo con ciertos parámetros, con marcas de 500 y 2500 metros. La nubosidad se registra por estimación. Nosotros ya tenemos el ojo afinado porque miramos una nubosidad y sabemos a qué altura está y los diferentes tipos de nubes”, explicó.
Estos datos relevados se vuelcan en sistemas numéricos que se comparten con la comunidad meteorológica internacional y luego se traducen a la sociedad a través del SMN, que se ocupa de la difusión.
“Ir a la Antártida para mí es una meta, no cualquiera puede ir, es algo único y un orgullo estar ahí. Encima voy a la base más antigua que va a cumplir 120 años y el paisaje es hermoso: tiene flora y fauna, es muy lindo”, concluyó Tripicchio.