El tenis, en relación a otros deportes, tiene una particularidad casi excluyente: es muy solitario. El sacrificio suele ser mayor respecto de diferentes disciplinas. La presión, entonces, resulta mucho más grande. Para los menores y adolescentes, sin embargo, el camino de soledad con rumbo a los sueños puede generar vulnerabilidad. En los últimos tiempos el peligroso cóctel empezó a quedar más expuesto: cada vez aparecen más casos de abusos.

Esta semana el caso de Angélique Cauchy sacudió al mundo: la ex tenista francesa contó que, cuando tenía entre 12 y 14 años, su entrenador la violó “más de 400 veces”. Espeluznante: el coach Andrew Gueddes, que ya había sido condenado a 18 años de prisión por haber agredido sexualmente a cuatro adolescentes, fue el blanco de las acusaciones de Cauchy ante la Justicia.

El relato de la ex jugadora nacida en 1987 provocó estupor y generó revuelo en todos los medios del planeta: “Recuerdo los 13 pasos que me separaban de su habitación para ir a que me violara. Entre los 13 y los 18 años pensaba que tenía sida. Llegué a pensar en suicidarme: me violaba tres veces por día. La primera noche me pidió que fuera a su habitación y no lo hice. Entonces entró en la mía. Y fue peor. Estaba presa; no podía salir cuando quería”.

La reciente denuncia destapó el presunto encubrimiento por parte de las federaciones. Se estima, según trascendidos periodísticos, que directivos de la Federación Franciesa de Tenis (FFT) incluso podrían haber estado al tanto pero “fingían” no saber nada de este caso y varios otros.

“Me violó más de 400 veces en dos años. Me convertí en una esclava, una sonámbula. Cuando nos entrenábamos en La Baule -al norte de Francia- nuestras habitaciones estaban a diez metros de distancia. Comenzó por meterse en mi cama. Viví una pesadilla que arruinó mi carrera”, detalló Cauchy ante la Asamblea Nacional (AN), en el marco de una investigación que busca derribar un sistema de pasividad ante la existencia de niñas y adolescentes que fueron violadas y abusadas.

El encubrimiento parece ser un modus operandi que incluso tuvo lugar por estas latitudes, con casos que llegaron a tener trasdencencia internacional. El caso de Guillermo Pérez Roldán, uno de los tenistas más destacados de la historia de la Argentina, llegó a estar reflejado en un documental.

Muchos años después de retirado el ex 13° del mundo decidió denunciar de manera pública, tres años atrás, la violencia y los abusos que sufriera por parte de su padre Raúl varias décadas atrás. El acusado era poco menos que una eminencia: fundó la escuela de tenis de Tandil y estuvo a cargo de la dirección de menores de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) durante los años ’80, desde la intervención de la dictadura. Sus métodos eran de índole militar.

Guillermo era un jugador de elite y alcanza con algunos datos para dimensionar su proyección. Antes de cumplir 18 años ya había ganado dos títulos ATP: Múnich y Atenas, ambos en 1987. Se retiró temprano del circuito, con 24 años, pero llegó a conquistar nueve coronas y llegó a jugar partidos de primer calibre, como la final de Roma 1988 que perdió en cinco sets ante Ivan Lendl y tras la cual su padre le recriminó la falta de entrega, o el recordado partido ante John McEnroe en la Copa Davis del mismo año, en el Buenos Aires Lawn Tennis, una derrota en cinco parciales que le costaría varios golpes por parte de Raúl en el vestuario.

Yo no contaba nada pero el mundo del tenis siempre lo supo”, sostuvo Pérez Roldán, en clara referencia a que los hechos de violencia fueron un secreto a voces tapado por todos los actores del momento: jugadores, entrenadores, periodistas y dirigentes.

Raúl, que también ejerciera violencia sobre su otra hija Mariana, a quien obligó a jugar lesionada de la rodilla en Roland Garros y, por ende, precipitó el final de su carrera, volvió a ser noticia semanas atrás luego de una denuncia de Gabriela González Saavedra, una ex compañera de dobles de Gabriela Sabatini que tuvo al entrenador como instructor entre los 11 y los 16 años.

La acusación de la ex jugadora de 54 años, encuadrada en la carátula “abuso sexual con acceso carnal”, detalló que los hechos ocurrieron entre las décadas del ’70 y del ’80, cuando Pérez Roldán padre era uno de los entrenadores más reconocidos del país. También lo acusó por abuso sexual otra de las tenistas a las que entrenaba, llamada Graciela Pérez. Por estos tiempos lo investigan por explotación, abuso, privación ilegal de la libertad y hasta lavado de dinero. Desde marzo, según solicitó el Juzgado Federal de Azul, tiene prohibida la salida del país.

Los casos que involucran a Pérez Roldán, no obstante, no son los únicos que tuvieron lugar en Argentina. Stefanía Lisa, nacida 31 atrás en Río Cuarto, vivió una pesadilla tras la que contó, en un desgarrador relato con Página/12 a fines de 2021: “Denunciar es el único camino para sanar”.

Dos años antes de hacer la historia pública la cordobesa había radicado una denuncia contra Ariel Gallero, el ex profesor de tenis que abusó sexualmente de ella desde que tenía apenas 13 años y durante varios años. La historia empezó en 2006, cuando Stefi tuvo que dejar el tenis por los problemas económicos de sus padres, tiempo antes de que apareciera Gallero para ofrecerse a entrenarla sin cargo en el club Atenas de su ciudad natal, con la promesa de convertirla en tenista profesional. Pero hizo añicos sus sueños.

Así lo rememoraba Lisa: “Tramó un plan macabro para abusar de mí, porque sabía que yo era vulnerable. El tenis era mi pasión, mi vida, mi escapatoria de los conflictos que había en mi casa. Y él se presentó como mi salvador. Comenzó con los comentarios sobre mi cuerpo, todos de índole sexual. Después, para mi cumpleaños, me dio un beso. Desvió el trayecto por el que me llevaba a mi casa y me llevó a un lugar oscuro; ya me había cambiado los horarios para entrenar de noche. Me decía que si contaba algo mis chances de jugar al tenis serían nulas, porque mi única posibilidad era él. Después empezaron los abusos sexuales, con acceso carnal, de lunes a lunes, todos los días, durante dos años. Sin preservativo, porque nunca me cuidó de nada”.

El suceso Zverev

Alexander Zverev, uno de los tenistas más destacados del planeta, fue exculpado en febrero pasado por parte de la ATP, el órgano rector del circuito masculino, luego de una investigación llevada a cabo a partir de la gravísima denuncia pública de su ex novia Olga Sharypova por violencia de género.

En aquel momento la entidad comunicó que no tomaría medidas disciplinarias contra el mejor tenista alemán de los últimos tiempos, en lo que fuera una respuesta oficial que llegó 27 meses después del inicio de una investigación independiente, encargada por el propio organismo, cuyo resultado no confirmaba ni refutaba las acusaciones: apenas resaltaba que las pruebas eran “insuficientes”.

Sharypova, de 26 años, quien había estado en pareja con Zverev durante más de un año, había narrado de manera pública el infierno que vivió: golpes, amenazas, daño emocional y hasta un intento de asesinato. “Sólo quiero que se sepa la verdad. Mi único objetivo es ayudar a otras personas que están en la misma situación que pasé yo y necesitan fuerza para sobrevivir”, había relatado la rusa ante el periodista Ben Rothenberg, autor de una reveladora nota que recorrió el el planeta.

“La primera vez que me pegó fue en Mónaco. Habíamos discutido, me tomó de la cabeza y me golpeó contra la pared. Perdí el conocimiento pero inventó que yo lo había agredido. Antes ya me había sentido humillada en un viaje que hicimos con sus amigos. La violencia que más duele no es la física sino la emocional”, contaba.

Posesivo y controlador. Así describía Sharypova a su ex novio Zverev, un prodigio que ganó dos veces el Campeonato de Maestros , fue finalista del Abierto de Estados Unidos y llegó a ser el número dos del mundo –hoy ocupa el puesto 10–. Si bien no hubo incidios de abuso sexual, los hechos de violencia se sucedieron hasta que Sharypova no soportó más. En el US Open 2019 decidió dejarlo y temió por su vida: “Fue una pelea aterradora; me empujó a la cama, tomó una almohada y se sentó encima de mí. No podía respirar. Todavía no entiendo cómo escapé”.

pamalfitano@pagina12.com.ar



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