Quizás ni lo escuchaste nombrar. Probablemente el nombre te suene algo raro y rebuscado, pero el síndrome cardio-reno-metabólico no tiene nada de infrecuente, al contrario. Esta condición sobre la que la prestigiosa Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) hizo el año pasado un llamado de atención para tomar medidas urgentes, es cada vez más prevalente y a edades más tempranas.

¿La buena noticia? Se puede prevenir. ¿La mala? Quizás estemos llegando tarde.

Quiero compartirte algunos datos que dan cuenta de la dimensión del problema que enfrentamos: más de 2.000 millones de personas a nivel mundial tienen sobrepeso, 800 millones padecen enfermedad renal crónica (ERC) y 500 millones viven con diabetes, de los cuales 90% es tipo 2, es decir asociada a obesidad.

A nivel global, casi tres de cada 10 muertes son por causa cardiovascular. Y en este punto, obesidad, diabetes, enfermedad del riñón y enfermedad del corazón se solapan, se entrecruzan en una especie de círculo vicioso con eje en la inflamación.

Esto motivó que la AHA el año pasado publicara un documento contundente, bisagra, que implica un antes y un después para los profesionales de la salud, porque nos alertó, nos impulsó a pensar, a estar atentos, evaluar, diagnosticar y tratar antes.

Debemos actuar ya para mejorar las estadísticas, ya que detrás de esos números hay personas que ven afectada su calidad y esperanza de vida por enfermedades prevenibles.

Qué es el síndrome cardio-reno-metabólico

El síndrome cardio-reno-metabólico se trata de un conjunto de enfermedades diferentes que se agrupan. Se llama cardio por el corazón, reno por los riñones y metabólico porque abarca la obesidad, que es una enfermedad metabólica, y la diabetes tipo 2 o la resistencia a la insulina.

Es crucial que veamos y tratemos a todos estos problemas como un combo, que tengamos una mirada holística sobre estas enfermedades que están estrechamente relacionadas.

En el origen, la inflamación

Todo empieza con la inflamación generada por un tejido adiposo disfuncional, una adiposopatía, enfermedad derivada del exceso de grasa. Ya lo hemos hablado en otras citas a este consultorio.

El proceso es así: tener exceso de grasa es estar inflamado. Y no solo tenés inflamada la grasa, sino también el corazón, el riñón, el cerebro, los vasos, el hígado, el páncreas y toda esa inflamación después cicatriza, genera bandas fibrosas y deteriora las funciones de cada uno de esos órganos generando ateroesclerosis, enfermedad de riñón con ERC, neuroinflamación con deterioro cognitivo en el cerebro, cirrosis en el hígado, daños en páncreas, con diabetes e insulinorresistencia.

Pasa el tiempo y, si la inflamación persiste, se traduce en un fenómeno de oxidación que acelera el envejecimiento.

Eso explica por qué se relacionan, porque todas tienen una sola madre, que es la inflamación, producto del exceso de grasa, de la obesidad.

¿Qué podemos hacer?

Ya te di la mala noticia. Ahora, como siempre, vamos a la buena. En general se trata la consecuencia, es decir la hipertensión arterial, la ERC, la diabetes, la aterosclerosis.

¿Qué planteó la AHA? La necesidad de empezar temprano con la prevención y detección del problema. AHA dividió este síndrome en cuatro estadios y el estadio cero es aquel en el que la persona está aún completamente sana, no tiene ni sobrepeso, ni hipertensión, ni glucemia alterada, ni colesterol elevado, ni resistencia a la insulina.

Ojalá podamos dejar todo en esa etapa, pero no. El problema avanza y rápido. Y estamos llegando tarde, porque en general empezamos a preocuparnos por nuestros hábitos y estilo de vida, es decir, por hacer ejercicio, mejorar la alimentación, la gestión de las emociones, el sueño, cuando ya tenemos obesidad, presión alta, colesterol elevado, glucemia alterada. O aún peor: después de un infarto o un ACV.

Insisto. Tenemos empezar antes. Desde la Asociación Americana del Corazón proponen -y yo adhiero particularmente- que en la consulta pediátrica se pese a los niños y niñas a los tres años de vida y se les tome la presión, sobre todo si tienen sobrepeso y antecedentes familiares.

Hay que detectar tempranamente el exceso de grasa que dispara la inflamación. En chicos que aumentan rápidamente su peso o tienen antecedentes familiares, ya desde los 11 años hay que conocer sus valores de colesterol, su glucemia, para ver si tienen resistencia a la insulina o prediabetes. Hay que pedirles enzimas hepáticas, para evaluar al hígado.

La idea es evitar la aparición temprana del fenómeno inflamatorio que lo o la condena más adelante en la vida al síndrome cardio-reno-metabólico. Y es muy importante reevaluar a los 20 años de edad.

Muchas veces los profesionales de la salud somos renuentes a pedirle análisis a los chicos, por eso digo que esto implica un quiebre, una bisagra. Debemos evaluar a los chicos desde los 3 años, a los 11 y luego nuevamente a los 20. Tenemos que dejar de esperar a recibirlos por primera vez en el consultorio a los 40 o 50 años, cuando el daño ya está hecho.

Y es indispensable que trabajemos en equipos interdisciplinarios que involucren a todos los agentes de salud, desde el enfermero, el educador, el licenciado en nutrición, el psicólogo, el profesor de educación física, el médico. Juntos podemos hacer mucho para que no siga pasando que la tercera parte de las muertes del mundo sean por enfermedades que pudimos prevenir y sobre todo que los hijos continúen viviendo cada vez más que sus padres y abuelos.

¿Te perdiste alguna cita al consultorio?

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Fuente-Clarin