El punto de costura – 10 puntos
Texto, narración y dirección: Cynthia Edul
Música en escena y música original: Guillermina Etkin
Espacio escénico: Nicolás Rojas Zuñiga, María Venancio
Diseño de iluminación: Sebastián Francia
Producción general: María La Greca, Giuliana Migale Rocco
Funciones: Sábado 28 de octubre y martes 7 de noviembre a las 20 en Galpón de Guevara (Guevara 326).
Cynthia Edul es una mujer orquesta de las artes en la escena local. Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y en Dramaturgia por la Escuela Municipal de Arte Dramático, es novelista, dramaturga y directora de teatro, además de gestora cultural. Dirige actualmente la Maestría en Teoría y Gestión de la Cultura de la Universidad de San Andrés, publicó las novelas La sucesión y La tierra empezaba a arder, además de escribir obras de teatro, actuar y dirigir. Con Alejandro Tantanian creó en 2009 la plataforma de dramaturgia contemporánea Panorama Sur. Y este año lanzó una nueva iniciativa junto a otros creadores, Paraíso. Club de artes escénicas, generando una nueva forma de producción artística y un acercamiento entre creadores y público. Cada socio paga una membresía mensual para apoyar la creación de una obra de danza, teatro o performance a estrenarse cada mes, y así accede no sólo a la función, también a un abanico de actividades vinculadas a la obra.
En el marco de esta cruzada, Edul estrenó El punto de costura, una conferencia performática en la que explora el universo de los textiles articulado con su propia historia familiar, desde que sus abuelos paternos llegaron de Siria a principios del siglo XX, abrieron un local de mantelería, ropa blanca y ropa de trabajo que creció muchísimo, dejando un legado que continuó su padre, su madre, sus hermanos y ella misma en ciertos momentos de su vida.
Acompañada
por la música Guillermina Etkin, Edul asume la voz protagónica de este relato
que cruza lo personal, lo familiar, la historia de la industria textil en
el país y una diversidad de referencias literarias, ensayísticas, de mitos de la
Antigüedad, de culturas nativas y de información, que iluminan la presencia
de los textiles ya en los primeros asentamientos de la humanidad, convirtiéndose
en la primera forma de escritura, incluso antes que el lenguaje. Lo hacen sentadas frente a dos caballetes que despliegan libros, telas, hilos y demás elementos del universo textil, además de computadoras, un teclado, micrófonos y un piano a un costado del escenario. También hay una máquina de coser, un telar y, en el piso, una alfombra.
Con estos recursos, a los que suman fotos y videos que proyectan sobre una pantalla detrás de ellas, dan forma a una puesta en escena cautivante y conmovedora, que se pasea por distintos registros y sumerge al espectador en un tempo interesante, más cercano al ritmo sostenido y pausado del quehacer artesanal, alejado de la aceleración contemporánea. Como dice Edul en cierto momento: “Al igual que escribir, hilar y tejer exigen tiempo y paciencia”. Y este espectáculo también. Hay que estar disponible para escuchar las narraciones y dejarse atravesar por los sonidos.
Etkin
comienza manipulando telas, botones, agujas bien cerca de los micrófonos, generando un colchón sonoro que tiñó la infancia de Edul, quien vivía con su familia arriba
del local. Es una suerte de prólogo del entramado que la narradora irá construyendo con una voz y
una presencia escénica impecables. A
lo largo de una hora y cuarto, Cynthia sostiene el relato sin impostaciones ni
premura, de un modo justo, preciso y seguro. Desde allí abre un universo
vastísimo en el que el eje es el devenir de la empresa que creó su abuelo Jacinto. Desde el arribo al
país, pasando por el racismo padecido por su condición de árabe cuando era vendedor ambulante en las calles porteñas, los inicios del
local en el barrio de San Cristóbal, el desarrollo de la
industria textil desde la década del ’30 con la sustitución de importaciones, el
crecimiento del negocio familiar inspirado en la legendaria empresa Flandria, creada por un
inmigrante belga. Y también el local de papel y librería de los abuelos maternos de la protagonista,
ubicado frente al negocio textil de su otro abuelo, acaso como una señal temprana e inequívoca de los dos mundos que marcarían la vida de esta creadora: las
telas y las palabras. Luego
llegaría el derrumbe del negocio con la dictadura militar, hasta su quiebra con la política liberal de los ’90; la muerte del padre de la narradora, y la madre y los hijos que toman la posta.
Edul cruza el relato familiar
con micro relatos que disparan los sentidos hacia otras zonas: la increíble cantidad de proverbios de nuestra lengua donde el hilo y sus derivados son protagonistas, ejemplos de
artistas que hicieron del bordado un arte de denuncia y una forma de resistencia. Por ejemplo, las
arpilleras chilenas que crearon tapices tan
hermosos como dolorosos para denunciar las atrocidades del régimen de Pinochet; la esclava
negra que en Estados Unidos confeccionaba colchas con bordados que reflejaban
solapadamente las vías de escape para los esclavos. Todo
esto entre citas de autores como Borges, Cortázar, Saer, Homero, Shakespeare, Platón,
Barthes, Didier Eribon, y entre mitos y leyendas referidos a los hilos y a las metáforas asociadas a ellos.
Estas referencias no suenan nunca enciclopédicas
ni pretenciosas. Edul por momentos lee, por otros dice una cita, cuenta un mito o una parte de su historia, alumbrando la
conexión entre vida y trama. Etkin la sigue y se sumerge también en la
multiplicidad, en su caso sonora, activando una máquina de coser automática,
manipulando y friccionando objetos, desgarrando telas, tocando el teclado, interpretando una
canción al piano. Para el público es una invitación a entrar en un mundo que se
va conformando con retazos, como mosaicos o hilos que se integran en una
unidad, para conectar con una historia singular que se vuelve universal.
¿Cómo no sentirse interpelado, en algún momento de nuestras vidas, por el peso de la tradición y de los mandatos familiares? ¿Por los caminos ásperos que atravesó esta familia de inmigrantes sirios cuando casi todos descendemos de extranjeros? ¿Cómo no sentirse convocado por los autores, los mitos y los artistas que menciona Cinthia, cuando todos ellos hablan del vínculo entre los hilos y las cosas, los hilos y los afectos, los hilos y el cosmos, los hilos y la naturaleza humana? El punto de costura destila muchísimo trabajo de investigación, casi como una documentación arqueológica. También respira amor por las raíces, por las palabras, por los hilos de los que estamos hechos, los que nos unen a las demás personas y a las cosas.