Desde París
A pocas horas del inicio del décimo Mundial de Rugby a disputarse en Francia, el centro del deporte estará ubicado en un país que en los últimos tiempos pasó a ser potencia. Fútbol, Básquet, Voleibol, Handball y muchas disciplinas más en los que los galos no figuraban en la década del ’90, hoy los tiene como principales protagonistas y competidores.
Y no hay que olvidar que el año próximo, París será la sede de los Juegos Olímpicos. A un costado de la Torre Eiffel, ya hay un contador que marca en forma regresiva los días y las horas que faltan para el inicio de ese mega evento, que paralizará los corazones del mundo del deporte.
El rugby es bien afín al sentir y al paladar del aficionado francés. Lo sienten como beber un buen vino, degustar un café del autor mirando el río Sena junto a una croissante, o comer un buen queso en una fondue.
Allá por la década del ’60 los galos le pusieron una marca a su juego: lo llamaron el Rugby Champagne, lo que podría asemejarse al fútbol total de Holanda 1974, o al estilo de toque asociado que el Huracán de un año antes le dio el espaldarazo para que César Luis Menotti asuma en la Selección, que luego fue campeona del mundo en Argentina ’78.
Francia fue tres veces subcampeón del mundo: en 1987, 1999 y 2011. Y esta vez parece que está para más. Llega como candidato junto a Irlanda, Sudáfrica y Nueva Zelanda. Tiene al mejor jugador del universo ovalado, Antoine Dupont, y un estilo de juego muy emparentado con su cultura e idiosincrasia.
París, que nos recibió con una temperatura de entre 13 y 18 grados, lluvias ininterrumpidas y un cielo nublado en últimos días de agosto, perece empezar a ponerse en clima, porque con el amanecer de septiembre las temperaturas empezarán a estar más cercanas a las veraniegas de entre 19 y 28 grados.
Los Pumas llegaron el viernes último a La Baule, una ciudad costera ubicada a una hora y media de Nantes y a cuatro de París. El entrenador australiano Michael Cheika y todo el staff los tiene bien lejos del ruido y de la prensa. Los quieren concentrados para dar el gran golpe.
Ese que el próximo sábado 9 de septiembre a las 16 horas (21 de aquí) comenzarán a tratar de hacerlo realidad, cuando enfrenten nada menos que a Inglaterra. Los Pumas jugarán 13 días después contra Samoa en Saint-Ettiene, y luego cerrarán su participación en Nantes, el 30 ante el debutante Chile y el 8 de octubre frente a Japón.
El equipo argentino llega sexto en el ranking de World Rugby y con buenas chances de acceder a los cuartos de final, donde se cruzaría contra Australia, Gales o Fiji, todos rivales a los que se le puede ganar. Y tal vez después pueda soñar con repetir o buscar mejorar lo que hizo en el Mundial del 2007 en este mismo país: con su mejor posición histórica y la obtención de la medalla de bronce con aquellos Pumas de Bronce, liderados por Agustín Pichot, le petit comandant como decían los franceses por entonces.
El Mundial ya se vive en París. Con un megastore ubicado en la Olaza de la Concorde, de 1000 metros cuadrados, donde se vende todo tipo de merchandising relacionado con la Copa. La réplica de la camiseta Argentina sale 100 euros. El centro de prensa está sobre el selecto barrio de Boulogne, en Roland Garros, la casa del tenis, que tan bien recordamos por los logros de Guillermo Vilas, Gabriela sabatini, Gaston Gaudio, José Luis Clerc, David Nalbandian y todos los tenistas que dejaron bien alto al deporte argentino.
Una ciudad de París donde el Metro cuesta 2,10 euros, un café entre 5,5 y 6, un desayuno o una comida rápida cerca de 10, y donde el panorama se encuentra mucho mejor que un mes atrás, cuando las noticias que llegaban a la Argentina eran de protestas y disturbios por las medidas del presidente Emmanuel Macron, para bajar la edad para jubilarse.
Ni hablar de la limpieza en las calles. Se las ven todas muy bien, con ese sello que deja a Francia tan vinculado al arte y la belleza visual. Ese mismo que hoy viste su seleccionado. Ese que volvió a jugar el Rugby Champagne y va por el ansiado título mundial.
Los Pumas, mientras tanto, esperan alejados del ruido y muy concentrados, con un entrenador australiano a la cabeza. Afilar sus garras para salir a dar el golpe frente a Inglaterra es el primer paso. Enterrar esa decepción que significó el Mundial de Japón en 2019, con la eliminación en la primera ronda es el otro.
Y que mejor que hacerlo en la tierra de la Belle Epoque, de la Torre Eiffel, de los Champs-Elysees y del Arco del triunfo. Aquel por donde Charles De Gaulle pasó victorioso después de la Segunda Guerra. El país donde la Argentina acuña sus sueños. Y en donde ahora quiere ir por más.