El pintoresco centro de Marlborough, New Hampshire cuenta con poco más que una pizzería, una ferretería y una gasolinera. Por este motivo, parece un lugar poco probable para ver una fachada de tienda pintada de colores y una extravagante oruga tejida a crochet de un metro de largo en la acera.
Para los residentes de Marlborough y las ciudades aledañas, el Laboratorio de Orugas es una fuente única de orgullo y curiosidad. Aunque su creador, Sam Jaffe, siempre tuvo un interés por las orugas, el laboratorio comenzó a tomar forma en 2011, cuando él y su equipo de amantes de los insectos colaboraron con el Museo Infantil de Boston para crear una exhibición de orugas de seis días de duración con orugas y polillas vivas.
Mientras el laboratorio continúa viajando por Nueva Inglaterra para realizar talleres educativos, programas escolares y exhibiciones, su hogar permanente está aquí en Marlborough, donde los visitantes curiosos pueden ingresar durante sus horas de apertura comunitaria y conocer de cerca todo tipo de cosas que se retuercen, gatean, se retuercen y vuelan.
El laboratorio cree en un enfoque práctico de la biología, alentando a niños y adultos por igual a aprender a través de la exploración y la interacción. Al ingresar al laboratorio, los visitantes pueden observar las orugas bajo la lente de alta potencia de un microscopio o sostener suavemente una de las criaturas en la punta de su dedo o en la palma de su mano.
El personal del laboratorio se apresura a mostrar tanto sus especies superestrella, como la polilla luna y la cecropia gigante, como aquellas que a menudo se pasan por alto, como los minadores de hojas y la pesadilla de todos los jardineros: el gusano cuerno del tomate, que silba y escupe.
En una estación, los niños pueden observar a través de una lupa cómo grupos de pequeñas orugas se disfrazan adhiriéndose pétalos de flores a la espalda. En otra, un miembro del personal toca una rama de árbol que parece real, pero la rama tiembla y revela una capa repleta de orugas ocultas que son exactamente del mismo color que la corteza.
Si bien algunos de estos mecanismos de defensa parecen más propios de una selva tropical, casi todos los insectos del Laboratorio de Caterpillar son nativos de Nueva Inglaterra, lo que significa que los visitantes conocen orugas que nunca antes habían conocido, a pesar de vivir en sus propios patios traseros.
El laboratorio está lleno de libros, obras de arte, móviles y, por supuesto, enormes orugas realistas tejidas a crochet, cortesía de la artista Jenna Wingate. También venden una gran cantidad de productos con temática de orugas, desde rompecabezas hasta camisetas y cromos de orugas. ¿Su artículo más popular? Una encantadora pegatina para el parachoques que dice: “Freno por Wooly Bears”.