“El país tiene que hacer un mayor esfuerzo, pero no por lo que diga Milei, sino porque hay una enorme oportunidad: estamos sentados sobre una cantidad muy grande de bienes del conocimiento, que se pueden poner en valor”, dice Guillermo Salvatierra, miembro del directorio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), CEO de Frontec, compañía de soluciones aeroespaciales, y asesor de Invap, empresa pública que diseña y provee sistemas para reactores nucleares y fabrica radares y satélites.
Salvatierra participó del Public Forum de la Organización Mundial del Comercio (OMC) junto a la bioquímica argentina Raquel Chan, una de las científicas más importantes de América latina, líder del equipo que desarrollo la agrobiotecnología HB4, de tolerancia a estrés por déficit hídrico en girasol, soja y trigo para sostener rendimientos en climas adversos y sequía. Salvatierra y Chan, junto a Nacira Belén Muñoz, doctora en Biología, profesora en fisiología vegetal y vicepresidenta del INTA, compartieron un panel organizado por la representación permanente de Argentina ante los Organismos Internacionales en Ginebra, a cargo de Federico Villegas.
A lo largo del Public Forum de la OMC, se debatió sobre el rol del Estado en el impulso al sector científico-tecnológico y su aporte al desarrollo económico. También en varios paneles se discutió la cuestión de las crecientes trabas comerciales, que reflejan un mundo cada vez más fragmentado, en donde los países se repliegan sobre las medidas públicas de estímulo a las industrias nacionales y las regulaciones. Bajo esa mirada, Página/12 consultó a estos especialistas.
–¿Cómo está parada la Argentina frente a un mundo que avanza hacia un mayor proteccionismo en varios frentes, entre ellos el ambiental?
–Nacira Belén Muñoz: Argentina tiene una producción agropecuaria sustentable. Siempre hay aspectos para mejorar, y eso parte de la agenda nacional y de nuestros productores. El país ha desarrollado tecnología que le ha permitido incrementar los niveles rendimiento y mejorar las condiciones del suelo, la disponibilidad de nutrientes y eficiencia en el uso del agua. Hay un mito vinculado a que el productor no se preocupa por el medio ambiente. Eso está muy alejado de la realidad, un productor en lo primero que piensa es que ese es su medio de vida.
–Raquel Chan: Se habla mucho de que en Argentina hay un exceso en el uso de agroquímicos. Yo creo que algo de verdad hay, porque está tercerizada la aplicación de estos productos. Hay normas que establecen dónde, cuánto y en qué circunstancias se puede usar el producto. Y tal vez la empresa tercerizada tira igual. Entonces eso se tiene que solucionar fiscalizando. En el país hay leyes que están bien, lo que falta es la fiscalización.
–¿Es posible producir para el mercado mundial de alimentos y hacerlo de forma sustentable?
— NBM: Hay un diálogo entre la urbanidad y la ruralidad que falta, está siempre en el plano de un planteo totalmente dicotómico. No se trata de uno contra el otro. Hay una dicotomía muy fuerte en un país que es agrario, que tiene una identidad agropecuaria muy fuerte y son debates que no se dan en profundidad. Todo lo que se plantea en modo dicotómico excluye posibilidades de pensamiento y de oportunidades. Campo si o campo no, agroquímico si o no. Producimos y producimos bien, también está claro que podemos producir mejor.
–RC: Estás de un lado o del otro y parece que no se puede estar en el medio. Hay debates que parten de una posición que no tiene asidero. Escucho que el país tiene que volver a la cultura orgánica. Pero eso se puede hacer en espacios de siembra muy pequeños, porque podés sacar con la mano la maleza o arrancar una planta afectada por un bicho, pero en grandes superficies, como las de nuestro país, no da para eso. A nivel mundial, hemos fallado los científicos en dos cosas: una es producir algo mejor, porque por ahora todo lo que es agroquímico es nocivo, es así. Todavía no inventamos nada mejor, por eso hay que usarlo con cuidado. Hay un trade-off. Si no usamos los agroquímicos, vamos a producir una décima parte de lo que producimos. El enorme aumento en las cantidades producidas se da por el uso de la tecnología. Además, hay una fantasía de que lo orgánico es una maravilla, pero muchas veces no tiene ningún tipo de fiscalización y se hacen cosas peligrosas sin conocimiento.
–Guillermo Salvatierra: Pasa algo parecido con el tema nuclear. ¿Lo nuclear es bueno o malo? Está claro que la radiactividad es muy peligrosa. En Europa hubo un gran desarrollo nuclear y después de Chernobil hubo un freno de la actividad. Alemania o Italia, por ejemplo, abandonaron la actividad. Pero viene la guerra de Ucrania y el precio del gas se multiplica. Ahora se descubre que la energía nuclear es necesaria como transición para llegar a la descarbonización de las economías. Y se empieza a promover de nuevo la energía nuclear. Argentina produce energía nuclear, tiene centrales nucleares hace muchísimos años con entidades regulatorias serias y no tiene problemas. Entonces, lo nuclear encierra riesgos, claro que sí. Pero tiene más riegos el cambio climático.
–El desarrollo biotecnológico liderado por el Conicet, el INTA y la experiencia de Invap, son ejemplos de intervención virtuosa de parte del sector público, lo cual contrasta con la mirada del Estado bobo que exige privatizaciones masivas.
–RC: El desarrollo del trigo HB4 no se hubiese podido hacer sin el apoyo del Estado argentino. Los privados no van a invertir en algo tan incipiente. Porque una empresa por definición busca el lucro lo más rápido posible. El Estado invierte tal vez en diez cosas; si una sirve, vale la pena, porque luego se genera una sinergia con el sector privado y a partir de allí se generan exportaciones, se crea empleo y eso vuelve al Estado en forma de impuestos y divisas.
–NBM: El Estado también genera bienes públicos no apropiables. En este último caso, el mismo INTA genera conocimiento que se difunde a través de su sistema de extensión a modo gratuito. Por otro lado, son peligrosas algunas aseveraciones respecto a la no inversión del Estado en ciencia y tecnología, porque el mundo hoy se estructura detrás de este sector. La innovación es el motor más poderoso de cualquier sociedad, y eso se genera cuando se da en un proceso conjunto el diálogo entre un Estado que genera conocimiento y planifica y el sector privado.
–GM: Yo creo que el enorme desafío que tenemos los que trabajamos de una u otra manera en el sector público es convertir a la ciencia y la tecnología en productividad en el mercado. Creo que ahí hay un déficit. Porque la producción de bienes públicos en Argentina es realmente extraordinaria, asombrosa y notable cuando se compara con otros países. Pero quizás donde no tenemos una performance equivalente es en convertir esas capacidades y conocimiento en una transformación en el terreno de la economía. Digamos, si el Invap tiene presupuesto público para hacer un reactor nuclear, eso es una noticia, pero si eso termina ahí, la verdad es que no es una gran noticia. La gran noticia es que después el país pueda exportar reactores al mundo, como efectivamente pasa. Lo mismo con los radares, cuya exportación permite cerrar el ciclo.
En este aspecto, el país tiene que hacer un mayor esfuerzo, pero no por lo que diga Milei, sino porque hay una enorme oportunidad: estamos sentados sobre una cantidad muy grande de bienes del conocimiento, que se pueden poner en valor. No es casual que haya una gran cantidad de unicornios que han podido prosperar en Argentina. Como el ejemplo de Satellogic, la compañía que no saca un peso del plan espacial nacional, pero claramente tiene un origen en ese Plan, porque consiguió un pequeño financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología, después incubó en Invap y después se fue al mundo. Y no le vendió jamás al presupuesto público, pero permitió que muchos ingenieros argentinos estén participando del mercado mundial satelital.