La inflación de diciembre se ubicó en el 25,5 por ciento, según el Indec, un nuevo récord desde febrero de 1991, en los últimos coletazos de la hiperinflación. El cierre del año marcó un avance acumulado de precios del 211,4 por ciento, el más elevado desde 1990. Las perspectivas para lo que se viene no son alentadoras: el propio presidente Javier Milei dijo que la inflación en los próximos meses registrará “números horribles” a causa del tan mentado “reacomodamiento de precios”, el cual en la óptica oficial incluye bienes y servicios de todo tipo, menos los salarios.

La suba de precios saltó del altísimo nivel de 160,9 por ciento interanual en noviembre hasta el 211,4 anual de diciembre. A pesar de que parece que fue hace cinco años, la histórica sequía afectó a la inflación en 2023, que se montó sobre la debilidad de reservas del BCRA y de la fuerte expansión monetaria que se dio en la pandemia, inevitable en un contexto de cierre de mercados de crédito para el país. 

La tormenta perfecta se completó con un proceso eleccionario extremo como nunca antes se había visto desde el regreso de la democracia, con el por entonces candidato Javier Milei diciendo que los pesos no servían para nada y prometiendo una dolarización que aceleró la corrida cambiaria contra la moneda nacional.

El nuevo gobierno apela al fogonazo inflacionario como un inevitable, frente a la situación previa de precios controlados y de cara a la idea de que el mercado sea el único regulador. Sin embargo, las nociones libertarias de manual de economía sobre mercados competitivos chocan de frente con la realidad, que muestra cómo un puñado de grupos concentrados que dominan precios a su antojo están viviendo un sueño hecho realidad de maximización de ganancias a costa de la calidad de vida de la gente.

Los “números horribles” de diciembre y de los meses próximos a causa del esperado tarifazo en servicios  públicos, las grotescas subas de los combustibles y las prepagas, los alimentos y los remedios, entre otros, responden directamente a decisiones adoptadas desde el Poder Ejecutivo, que apuesta al shock de entrada para que luego, con ingresos de miseria y alto desempleo, la inflación se termine aplacando.

Los aumentos

El mes pasado, alimentos y bebidas no alcohólicas subieron 29,7 por ciento y acumularon en doce meses un avance del 251,3 por ciento. No hay salario, jubilación o plan social que aguante semejante encarecimiento de los bienes más básicos. 

Algunos ejemplos extremos que menciona el informe del Indec: la harina subió un 52 por ciento mensual, al igual que el arroz; el aceite de girasol, un 56,6 por ciento, y la leche fresca, un 34,5. En las carnes, el asado avanzó un 43,6 por ciento mensual y la nalga, un 40,3 por ciento. La sal fina subió 31,7 por ciento y el agua sin gas, un 38,2, mientras que el café molido lo hizo en un 40,6 por ciento y el detergente líquido, un 48,8 por ciento. El champú avanzó 48,3 y los pañales, 45,8 por ciento.

Como marca un informe del CEPA al cual accedió este diario, buena parte de dichas subas tiene estricta relación con las medidas que tomó el Gobierno. Por ejemplo, la devaluación y el fin del cupo para el mercado local y del fideicomiso impactaron de lleno en el trigo, en consecuencia, sobre la harina y derivados. Una situación parecida (devaluación y cierre del fideicomiso) se dio en el caso del aceite de girasol. En carnes, la devaluación también fue acompañada por la eliminación de los cupos.

En salud, el aumento mensual fue del 32,6 por ciento, con un incremento del 42,1 por ciento en los remedios. Luego, en enero el aumento de las prepagas fue del 40 por ciento y se viene otro 30 por ciento en febrero. En este punto el Gobierno también dio por finalizado el acuerdo de precios de medicamentos y además liberó los precios de las prepagas a partir del DNU 70. También equipamiento y mantenimiento del hogar superó a la inflación promedio, al ubicarse en el 30,8 por ciento, con fuerte impacto de la devaluación en productos como electrodomésticos y otros artefactos.

El segmento de transporte subió 31,7 por ciento, como resultado del incremento de los combustibles, luego de la desregulación y la devaluación del peso. El incremento de las naftas durante el mes pasado fue del 80 por ciento.  En recreación y cultura y restaurante y hoteles, la inflación fue de 20,2 y 21,6 por ciento, respectivamente, ambos duplicando la medición del mes anterior. En tanto, prendas de vestir subió 17,2 por ciento, también por encima de los valores de los últimos tres meses.

Lo que viene

En enero continuaron los efectos de la devaluación y del incremento en el Impuesto PAIS, con remarcaciones masivas en alimentos y bebidas. Además, en febrero arranca la serie de tarifazos, que promete ser muy fuerte, ya que las boletas se van a multiplicar por tres, cuatro y hasta cinco veces. También está prevista la nueva suba de prepagas del 30 por ciento, entre otros incrementos.

Por otro lado, está por verse que la devaluación inicial del ministro Luis Caputo no deba repetirse en marzo o abril, en vistas de la magnitud de los aumentos de precios, que reducen el efecto real de la depreciación nominal del peso.



Fuente-Página/12