El 26 de junio de 2019, la portada de Los New York Times mostró los cuerpos de Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija de 23 meses, Angie Valeria, flotando en la orilla del Río Grande en Matamoros, México. Todas las malas hierbas de la fotografía están en movimiento, arrastradas hacia la izquierda del encuadre. Quizás así es como el viento llora, ruge y lamenta la violencia de los cruces fronterizos.

En la fotografía, el agua está turbia y el brazo izquierdo de Angie aparentemente sostiene el cuello de su padre. Ninguno de sus rostros es visible. La camiseta de su padre, que envuelve firmemente el torso de Martínez Ramírez, también protege la parte superior del cuerpo de Angie. Los zapatos de Angie todavía protegen sus pies; su padre no ha tenido tanta suerte. Sus rodillas se hunden en el suelo del río y sus pies descalzos flotan sobre el agua. Las extremidades de Martínez Ramírez dan la alusión de que aún puede moverse; que su cuerpo tiene el control. Este no es el caso. Ninguno de los dos sobrevivió.

Tomada por la periodista Julia Le Duc horas después de la muerte de Martínez Ramírez y Angie, compartida por Associated Press en las redes sociales y luego reutilizada en línea e impresa por Los New York Times, la imagen somete a Martínez Ramírez y Angie a un trabajo perpetuo. Al aparecer en la portada de Los New York Times junto al título “La foto de migrantes ahogados captura el patetismo de quienes lo arriesgan todo”, la publicación pide al padre y a la hija que presenten cierta tragedia narrativa para los lectores o para cualquiera que pase por un quiosco o navegue por Instagram, TikTok y más.

“En un Estados Unidos en constante crecimiento, ¿cómo aprendemos a ver al inmigrante como algo más que un extranjero y/o un inmigrante ilegal? ¿Cómo recordamos a quienes mueren en sus viajes migratorios? ¿Y cómo imaginamos colectivamente un futuro sin migración forzada?”

Alán Pelaez López

El trabajo narrativo que se les impone a ambos es una yuxtaposición a la imagen de los inmigrantes mexicanos y de otros inmigrantes latinoamericanos y antillanos como “narcotraficantes, delincuentes” y “violadores” como los llamó despectivamente el expresidente Donald Trump. En un Estados Unidos con una inmigración cada vez mayor, ¿cómo aprendemos a ver al inmigrante como algo más que un extranjero y/o un Alien ilegal? ¿Cómo recordamos a quienes mueren en sus viajes migratorios? ¿Y cómo imaginamos colectivamente un futuro sin migración forzada?

Para colombiano americano de 31 años Paola de la Calle, la respuesta es el arte. Como hija nacida en Boston de dos padres colombianos indocumentados, la vida de De la Calle en Estados Unidos se ha sentido limitada por las imágenes controladas de los colombianos como narcotraficantes; Colombia como geografía de guerra; y la narrativa de que los indocumentados son un grupo criminal. Para combatir los tropos xenófobos, de la Calle utiliza su arte como una forma de reimaginar el futuro de los inmigrantes. A través de collages textiles, instalaciones y esculturas a gran escala, introdujo una gramática visual para caracterizar al migrante como humano y a Colombia como una geografía de vida y alegría.

Caminando por una delgada línea entre la esperanza espectacular y la tragedia, la primera exposición individual de de la Calle, En esta casa estamos todos enterrados vivos, Se niega a reproducir imágenes traumáticas de los inmigrantes centrando su propia conciencia política como ciudadana estadounidense que creció en condiciones de ilegalidad y silencio. “La exposición individual realmente surgió al comenzar mi viaje terapéutico y observar la forma en que estaba experimentando el mundo y no poder conectarme mientras crecía en un hogar de estatus mixto y cómo eso se relacionaba con mis miedos al abandono y la forma en que estaba apareciendo en el mundo”, le dice a Refinery29 Somos sobre la exposición, que estuvo en exhibición en la Galería SOMArts en San Francisco en julio y agosto.

“Para combatir los tropos xenófobos, de la Calle utiliza su arte como una forma de reimaginar el futuro de los inmigrantes. A través de collages textiles, instalaciones y esculturas a gran escala, introdujo una gramática visual para caracterizar al migrante como humano y a Colombia como una geografía de vida y alegría. “

Alán Pelaez López

El miedo infantil al abandono de la artista surgió del hecho de que los funcionarios de inmigración podrían haber detenido y deportado a todos los adultos de su vida. Para abordar esta ansiedad legal y social, de la Calle recurre al arte porque, en sus palabras, “el arte me ha permitido acercarme a las partes de las historias de las que puedo hablar”.

“Hanging Archive”, una de las piezas más convincentes de su exposición, consta de fotografías, imágenes de Google Maps y fotografías de vídeo impresas en siete grandes tapices de gasa. Cuelgan del techo y su ubicación imita el…



Fuente Traducida desde refinery29.com