Podría ser una escena de la calle Florida en Buenos Aires y de cualquier centro provincial de la Argentina o el mundo: las estatuas vivientes. Estos artistas urbanos, que a menudo desafían su propia paciencia, trabajando a la gorra, al posar inmóviles durante horas, como si fueran maniquíes.
Incluso Joan Manuel Serrat inmortalizó estas figuras inmóviles en su canción “De cartón piedra”, en la que narra la historia de un hombre común que se enamora perdidamente de un maniquí. La comedia romántica de los años 80, Mannequin jugaba con el doble significado de las figuras de vidriera y las modelos de pasarela. Nada más alejado de la cultura pero rivalizando con un guión Hollywood: esta semana un joven de 22 años fingió ser un maniquí en la vidriera de un negocio en Varsovia, Polonia, permaneció inmóvil durante horas y, con sorprendente paciencia, llevó a cabo un robo espectacular.
El supuesto responsable de los robos, cuya identidad se mantiene en reserva por parte de las autoridades de Varsovia, quedó registrado por las cámaras de vigilancia mientras permanecía estático en la vidriera de un comercio cuyo nombre aún no ha sido divulgado.
El método del ladrón que desafía los límites de la paciencia
En los hechos, su modus operandi era el siguiente: el individuo ingresaba al local para probarse indumentaria y accesorios. Una vez vestido con la nueva ropa, se plantaba en la vidriera del negocio y permanecía allí durante varias horas, hasta la hora del cierre
El joven de 22 años actuaba con sigilo. De hecho logró pasar desapercibido y lo asombroso es que ni los vendedores, ni la seguridad ni los clientes se dieron cuenta que el hombre estuvo allí durante más de cinco horas, mimetizado como un maniquí humano.
El delincuente aguardó pacientemente hasta que el centro comercial estuvo vacío para saquear varios negocios: obtuvo un botín de joyas valuadas en miles de euros. Sin embargo, no logró eludir las cámaras de seguridad que provocaron su detención.
Para atrapar al ladrón maniquí
En varias ocasiones anteriores, según la policía polaca, el “hombre-maniquí” ya había demostrado su habilidad para convertir la paciencia en virtud para delinquir. Previamente había sido detenido por utilizar un método similar, cuando se hizo pasar por un comensal que solía ser el último en abandonar el patio de comidas. Luego, realizaba una rápida visita a un local de ropa para cambiar su vestimenta y regresar al restaurante, donde aguardaba discretamente hasta el cierre.
Actualmente este joven se enfrenta a la posibilidad de recibir una sentencia en su contra de hasta diez años de prisión con los cargos de robo y hurto. Se encuentra bajo prisión preventiva durante un periodo de tres meses. La pregunta es: ¿podrá mientras espera su juicio, quedarse quieto y tener paciencia, el ladrón maniquí?