Un fantasma sin rostro recorre las tribunas, pasillos y vestuarios de un escenario emblemático en Santiago de Chile. Es el encapuchado del estadio Nacional. Nadie sabe quién es, pero con el tiempo se conocerá su nombre. Se llama Juan René Muñoz Alarcón, ex dirigente socialista integrante de la CUT y la Confederación de los Trabajadores del Cobre. La dictadura de Pinochet se valió de sus delaciones entre el 12 de septiembre y el 9 de noviembre de 1973. 

En ese período, miles de prisioneros pasaron por la cancha inaugurada en 1938 y sede del Mundial de la FIFA en 1962. Muchos compañeros de Muñoz Alarcón fueron torturados y asesinados. En agosto de 1977, la DINA –a la que había prestado servicios– lo mandó a matar. Poco antes hizo su mea culpa en la Vicaría de la Solidaridad. Su testimonio aparece en Santiago, ciudad violentada, del documentalista sueco Jan Sandqvist. La historia es una de las tantas que vuelve a comentarse en estos días de evocación del golpe de Estado que terminó con la vía pacífica al socialismo.

Un sitio de la memoria

El estadio Nacional es hoy un sitio de la memoria que depende de una corporación sin fines de lucro, originada en la Agrupación Metropolitana de ex Prisioneras y Prisioneros Políticos. Esa organización quedó conformada el 27 de agosto de 2013. Su objetivo es resguardar la historia de los hechos y de las víctimas. Además se propone conservar cada vestigio de lo que sucedió en ese coliseo deportivo, transformado en campo de concentración durante los primeros meses del régimen que derrocó al presidente constitucional Salvador Allende.

En ese espacio de la memoria las actividades se incrementaron a medida que se acercaba el 11 de septiembre. La fecha, un punto de clivaje en la historia de los golpes de Estado que asolaron América Latina, opera como un revulsivo. Muestras artísticas como En sepia, por el rabillo del ojo de Sofía Pancani, se vio en el Camarín de las Mujeres. Las visitas programadas continúan junto a la organización de los Juegos Panamericanos, que tendrán al estadio Nacional como una sede desde el 20 de octubre próximo. La experiencia se combina con conversatorios y presentaciones de libros como la obra del poeta Raúl Zurita en homenaje a las víctimas de la dictadura, Camino de la Memoria. El libro trata sobre el recorrido que siguen los pasos de los presos políticos cuando iban desde la cancha hasta el velódromo vecino para ser torturados.

El asesinato de Víctor Jara

En otro estadio llamado Chile, pero cubierto, murió después de ser acribillado de 44 balazos, el cantautor Víctor Jara. Su crimen provoca equívocos. Porque suele ubicárselo en el Nacional, aunque no es ahí donde lo mató el régimen de Pinochet. Uno y otro están separados por casi ocho kilómetros. El autor de la célebre canción Te recuerdo Amanda fue capturado en la Universidad Técnica del Estado (UTE) desde donde lo condujeron al recinto en que lo torturaron y asesinaron. Dejó un poema inconcluso que llamó Estadio Chile. Este escenario lleva su nombre desde 2003. En agosto pasado siete militares fueron condenados por la muerte de Jara a penas de hasta 25 años de cárcel. Dos se fugaron al conocerse las sentencias y uno se suicidó cuando lo intentaron detener en su casa.

Las víctimas del terrorismo de Estado llegan en Chile a 3.227 detenidos desaparecidos y asesinados, 28 mil torturados y una cifra que supera los 200 mil exiliados. Entre ellos había varios extranjeros que pasaron por el estadio Nacional. Charles Horman, periodista estadounidense que inspiró la película Missing (Desaparecido) de Costa Gavras, fue uno de ellos. Frank Teruggi, un estudiante de EE.UU que cursaba Ciencias Políticas en la Universidad de Chile, también resultó muerto en los días siguientes al golpe ideado en EE.UU durante el gobierno de Richard Nixon.

Libro conmemorativo

Terrorismo de estadio es un libro con varias ediciones desde 2006 y un trabajo de investigación detallado sobre los hechos ocurridos en el centro de detención y tortura de Chile más conocido en el exterior. Su autora es la periodista de la Universidad de Santiago, Pascale Bonnefoy Miralles. Un capítulo de la obra, Las damas, señala: “Fue poco después de la llegada de más doctoras detenidas al sector de la piscina que aparecieron voluntarias de la Cruz Roja chilena con un spray de Tanax en polvo para piojos. Berta conocía bien a las mujeres de la Cruz Roja; ella misma había sido voluntaria antes de comenzar a estudiar enfermería años antes. En esa época, sólo veía la bondad de la institución, la abnegación de sus voluntarias, su espíritu de servicio, y le era completamente natural que las mujeres de la Cruz Roja trabajaran codo a codo con las Fuerzas Armadas en situaciones de emergencia, y que llegaran a estimarlas y respetarlas. Su visión cambió radicalmente en el Estadio Nacional”.

Apenas producido el golpe de Estado, la Cruz Roja presentaba un informe basado en sus visitas al lugar donde estimaba que en un solo día –el 22 de septiembre del ’73– se había topado con 7 mil prisioneros que “se quejaron de malos tratos y de torturas, en el momento de la captura y durante los interrogatorios”.

La criminalidad de la CIA

El estadio donde se mantuvo en cautiverio a miles de ciudadanos indefensos bajo la supervisión de agentes de la CIA y con la participación de asesores de la dictadura brasileña, es monumento histórico desde 2003 cuando gobernaba el expresidente de la Concertación, Ricardo Lagos. Empleado para usos múltiples antes del derrocamiento de Allende, fue sede de la final en el Mundial ‘62 que Brasil le ganó a Checoslovaquia. El 13 de noviembre de 1968 se abrió para recibir a la reina Isabel de Inglaterra durante el clásico universitario entre la U de Chile y la Católica. 

En 1971, durante el festejo por el primer año de gobierno de la Unidad Popular, una marea humana donde destacaban decenas de mineros, le dio la bienvenida al presidente socialista adentro del estadio. Ese mismo año, el 4 de diciembre, en el discurso con que despidió al líder de la revolución cubana, Fidel Castro, el hombre que resistiría en la Moneda hasta el final, dio un discurso premonitorio mirando a las tribunas: “Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: defenderé esta revolución chilena, y defenderé el gobierno popular porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa, sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad, que es hacer cumplir el programa del pueblo”.

gveiga@pagina12.com.ar  



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