El sol radiante que invitaba a pasear por la costa luego de dos días de mal tiempo, no impidió que las salas en donde transcurre la 38° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tuvieran una buena afluencia de público, incluso desde la mañana, cuando se exhibió a las nueve “No voy a pedirle a nadie que me crea” de Fernando Frías de la Parra, de la Competencia Internacional y por caso, a la caída de la tarde, “Un pájaro azul”, de Ariel Rotter, una de las películas de la sección Galas.
Luego de “Ya no estoy aquí”, que se convirtió en un pequeño suceso en el Festival de Mar del Plata de 2019, con “No voy a pedirle a nadie que me crea” el mexicano Frías de la Parra vuelve sobre el desarraigo, de lo multicultural del mundo globalizado pero también de la soledad, la hostilidad frente al diferente, con un fuerte centro en el desamparo.
Pero no se trata para nada del vía crucis posible de los miles de migrantes que buscan una mejor existencia lejos de su casa, sino que el centro es Juan Pablo (Darío Yazbek Bernal), un estudiante de clase media de literatura que acaba de ganar una beca en Barcelona, a donde va a ir con su novia Valentina Cruz García (Natalia Solián).
Sin embargo, antes de partir de México, recibe la llamada de un primo que le propone participar de un negocio con el que va a poder complementar en España los exiguos ingresos de la beca.
Pero los asuntos de ese primo tienen que ver con un cártel de drogas con ramificaciones en Cataluña. Apenas impuesta la misión -que en buena parte de la historia tanto el protagonista como el espectador no saben de qué se trata-, presencia un asesinato, como para dejar en claro que el asunto va en serio.
Entre otros requerimientos, a cuál más absurdo y desopilante, Juan Pablo deberá seducir a su compañera de estudios Laia (Anna Castillo), hija de un padre muy poderoso; cambiar su tesis de doctorado sobre el humor en la literatura latinoamericana por algo que tenga que ver con el feminismo; y luego, impulsar una relación amorosa entre su novia y su compañera en la universidad.
Basada en el novela homónima de Juan Pablo Villalobos, el centro del enrevesado filme es el policial, pero en consonancia con el estilo libre que demostró en “Rezeta”, “Calentamiento global” y en la serie “Los Espookys”, el realizador mexicano se expande hacia el romance, que a veces es drama y otra comedia, que suma chistes sobre todo tipo de inmigrantes -incluido un personaje a cargo de Juan Minujín que cumple con todos los estereotipos del argentino sobrador-, para conformar un divertido, angustiante y feroz relato sobre su mirada de un mundo caótico y casi siempre incomprensible.
En el otro extremo de los posibles arcos narrativos se encuentra “Un pájaro azul”, el último trabajo del argentino Rotter, que viene de ganar hace dos meses el Premio del Jurado de la 32° edición del Festival de Biarritz, Francia.
La película de Rotter (“La luz incidente”, “El otro”, “Solo por hoy”) es un drama, con Valeria (Julieta Zylberberg) y Javier (Alfonso Tort), una pareja que hace años viene buscando ser padres a través de todo tipo de desgastantes tratamientos.
Con la alegría a medias por la compra de una casa que no alcanza a tapar el que parece ser el único objetivo de tener descendencia, una compañera de trabajo de Javier lo cruza en un almuerzo para anunciarle que ese breve amorío que tuvieron en un viaje, devino en su embarazo.
Por supuesto que lo que sigue es la implosión de la pareja, pero la elegancia de Rotter que en “La luz incidente” alcanzó la madurez narrativa, en “El pájaro azul” también lo hace esquivar el desarrollo obvio del conflicto, que aunque sea omnipresente, se conjuga con varios temas que devienen en la inestabilidad: laboral, el paso del tiempo, los planes hacia adelante.
Los posibles despidos de la editorial en donde trabaja Javier (una brillante composición de Tort, que ganó como mejor intérprete también en Biarritz), la edad de los protagonistas, el tiempo como pauta de los ítems que se supone que ya deberían estar solucionados en determina etapa de la existencia, la vejez de los padres y claro, la absoluta falta de indicios sobre cómo serán los años por venir y qué papel jugarán en ese futuro incierto los angustiados personajes del presente.