Desde Washington

Pasó una nueva semana de alto nivel de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ese momento en el que 193 delegaciones internacionales se dan cita en la ciudad de Nueva York para supuestamente discutir los temas que le incumben a todo el mundo. El tema de este año fue “Reconstruir la confianza y reavivar la solidaridad mundial”, un lema que apuntaba a acelerar las iniciativas de cada país para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible que la ONU puso en su agenda para 2030. Pero el foco terminó una vez más puesto en la cuestión que actualmente más le preocupa al G7: la guerra en Ucrania.

Bastó escuchar los discursos de Estados Unidos, Alemania o Japón. “Por segundo año consecutivo, este encuentro dedicado a la resolución pacífica de conflictos está oscurecido por la sombra de la guerra — una guerra ilegal de conquista, causada sin provocación por Rusia contra su vecino Ucrania”, dijo el presidente estadounidense, Joseph Biden, en su intervención.

“La guerra de agresión de Rusia ha causado un inmenso sufrimiento, no solo en Ucrania. Las personas en todo el mundo están sufriendo como resultado de la inflación, las crecientes deudas, la escasez de fertilizantes, el hambre y la pobreza en aumento”, dijo, por su parte, el canciller alemán, Olaf Scholz.

“Hasta el día de hoy, Rusia, un miembro permanente del Consejo de Seguridad, está infringiendo la ley internacional y el estado de derecho. Los cambios unilaterales al status quo por fuerza o coerción son inaceptables en cualquier parte del mundo”, dijo Fumio Kishida, el primer ministro japonés.

Este nuevo período de sesiones estuvo marcado por la presencia del presidente ucraniano Volodimir Zelenski, quien asistió en persona por primera vez desde el comienzo de la invasión rusa. Allí, aprovechó para buscar nuevos apoyos.

Bilaterales

De igual importancia que los discursos en el recinto son los encuentros bilaterales entre los distintos países. La agenda de Zelenski incluyó una reunión con Biden y una visita a Washington para buscar más ayuda de Estados Unidos. El presidente ucraniano también se reunió con sus pares de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, y Chile, Gabriel Boric.

El temario del “sur global”, como se le dice en las capitales diplomáticas a todo lo que no es Europa o Norteamérica, fue distinto. El presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, por ejemplo, apuntó directamente a las causas por las que la ONU tiene poco para mostrar en sus objetivos de erradicar la pobreza o actuar frente al cambio climático. “La principal razón de la falta de éxito de esta agenda es la ausencia de confianza y solidaridad entre aquellos que tienen mucho y los que tienen poco o casi nada”, dijo.

El presidente sudafricano, Cyril Ramphosa, instó a “los países más ricos del norte global” a cumplir los compromisos financieros adoptados en materia de acciones ambientales, un incumplimiento al que caracterizó como “un tema de gran preocupación para nosotros en el sur global”.

“Habla muy mal de esta comunidad internacional que podamos gastar tanto dinero en guerras, de hecho se gastan billones en las guerras, pero no podamos apoyar la acción que se necesita para satisfacer las necesidades básicas de miles de millones de personas en el mundo”, agregó el mandatario sudafricano.

También habló sobre acciones climáticas el uruguayo Luis Lacalle Pou, quien propuso un “sistema de premios y castigos” a nivel internacional que se pueda aplicar a temas como préstamos internacionales, acceso a mercados o aranceles, un modelo que permita “premiar a quien tiene procesos amigables y sostenibles con el ambiente”.

Por su parte, el presidente colombiano, Gustavo Petro, propuso “acabar la guerra para defender la vida de la crisis climática, la madre de todas las crisis”, cuestionó las diferencias en el tratamiento de los conflictos en Ucrania y en Palestina e instó a la ONU a auspiciar “cuanto antes dos conferencias de paz, una sobre Ucrania, la otra sobre Palestina”.

Acerca del atraso en el cumplimiento de los objetivos de la agenda 2030 de la ONU, Petro se quejó: “Sembraron injusticia, señores. La peor de todas, condenar a la humanidad a la guerra. Por eso hoy el balance de la justicia social en el mundo es tan malo”. Sus propuestas, dijo, son “dos simples cosas”: terminar con la guerra y reformar el sistema financiero mundial.

Tal vez el que mejor encarnó ese otro temario haya sido Lula, quien volvió a dirigirse a la asamblea después de 14 años. El mandatario abrió el período de sesiones, como es tradición en el foro multilateral todos los años: el presidente de Brasil siempre es el primero en dirigirse al recinto.

Allí, Lula llamó a “romper con la disonancia entre la voz de los mercados y la voz de las calles”. “El neoliberalismo agravó la desigualdad económica y politica que hoy asola a las democracias. En medio de los escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política”, advirtió el presidente brasileño.

También Lula se reunió con Biden. En el encuentro hablaron sobre los sindicatos, las políticas ambientales y los desacuerdos que ambos países tienen en materia de geopolítica, especialmente en cuanto a Venezuela y la guerra en Ucrania.

“Cuando miramos la geopolítica del mundo, nos damos cuenta de que las oportunidades se están cerrando cada vez más y que las democracias están cada vez más en peligro porque la negación de la política ha provocado que los sectores de extrema derecha intenten ocupar el espacio”, insistió Lula en el marco del encuentro. “Esto ya pasó en Brasil y está empezando en Argentina y está sucediendo en muchos otros países”, agregó.



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