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Correa era estudiante de primer año de la Escuela de Fotografía de Avellaneda cuando le tocó cubrir la Marcha del Orgullo de ese año, la tercera que se hacía en en el país (1994) / Foto: Florencia Downes.

De una mirada sensible y comprometida, el fotógrafo Alejandro Correa, uno de los máximos exponentes en el registro histórico de la Marcha del Orgullo -y otras manifestaciones del colectivo LGBTIQ+-, recorre en diálogo con Télam la genealogía de esta manifestación, desde aquellas simientes en la década de 1990 hasta la multitud que desborda las calles hoy, y por cuyas coberturas será reconocido en la 32° edición este sábado.

Era estudiante de primer año de la Escuela de Fotografía de Avellaneda cuando le tocó cubrir, por primera vez, la Marcha del Orgullo de ese año, la tercera que se hacía en en el país.

La primera había sido el 3 de julio de 1992, una jornada histórica en la que unas 200 personas del colectivo LGBTIQ+ se movilizaron desde Plaza de Mayo hasta el Congreso Nacional para reclamar, bajo la consigna “Libertad, Igualdad, Diversidad”, por sus derechos, entre ellos, el fin de la persecución de las fuerzas de seguridad y de los homicidios a los cuales, años más tarde, se les daría nombre: transfemicidios, travesticidios y de odio.

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“Para mí estar detrás de la cámara era una máscara desde lo personal, estaba descubriendo un mundo de derechos que no conocía” / Foto: Florencia Downes.

Desde entonces y durante tres décadas, su cámara estuvo al servicio de un movimiento que, tras una dictadura cívico militar que profundizó la opresión, la represión y la persecución hacia sus identidades, encontraba en el encuentro y la resistencia en la calle nuevos modos de expresión.

“Para mí estar detrás de la cámara, a su vez, era una máscara desde lo personal, estaba descubriendo un mundo de derechos que no conocía”, expresó el fotógrafo en diálogo con Télam.

A aquellas primeras convocatorias, a las que asistían desde varias decenas a unos pocos cientos de manifestantes, las recuerda “más oscuras, opacas”, con consignas fuertemente marcadas por la hostilidad de la sociedad y una epidemia, la del VIH/Sida, que acechaba desde la década de 1980 y los ponía en el centro de la tormenta de la discriminación.

“Antes solo se animaban los referentes, los que estaban al frente, las organizaciones. El resto, en su mayoría, todavía utilizaban máscaras para preservar su identidad, por el temor de perder el laburo, porque algunos todavía lo invisibilizan con sus familias“, señaló.

Foto Florencia Downes
Foto: Florencia Downes.

En ese entonces y hasta el 2001, sus coberturas eran para la mítica revista de temática gay NX, que se publicaba mensualmente desde 1993.

De ese material, un acervo de más de 6.000 fotografías que está digitalizando el Archivo de la Memoria Trans, recuerda particularmente aquellas que muestran la Marcha llegando al Congreso y el retrato a una mujer trans que, con un vestido de tul de un rojo estridente, posaba en las escaleras de la Catedral.

Para el fotógrafo, la mera presencia de esos cuerpos, allí donde se simbolizaba su exclusión de la sociedad, era “muy potente”.

Fue él quien, en agosto de 1995, disparó su cámara para retratar el beso de dos hombres que se animaron a mostrar, aunque a medias, sus rostros en la tapa de NX de ese mes, algo así como grabarse a fuego -en ese entonces- la “amoralidad”.

Aún le sorprende a Correa el contraste entre esta festiva multitud que desborda las calles con brillos, carrozas y performances, y aquellos primeros encuentros liderados por Carlos Jáuregui, micrófono en mano en las escalinatas del Congreso, sin siquiera un par de tablas que improvisen escenario alguno

“Después de mucho tiempo me doy cuenta de que fue una tapa super importante que marcó un antes y un después, que mostraba un beso entre dos hombres, cuando todavía lo afectuoso (entre personas de un mismo sexo) molestaba, incomodaba”, aún más que las imágenes sexuales de este tipo de revistas, aseguró.

Las ediciones de la primera década del siglo estuvieron signadas por los reclamos que se convirtieron en ley en la siguiente, como el derecho al Matrimonio Igualitario (2010) y a la Identidad de Género (2012), en un proceso de visibilización que crecía anclado a la certeza de que el orgullo era la respuesta política.

Aún le sorprende a Alejandro el contraste entre esta festiva multitud que desborda las calles con brillos, carrozas temáticas y performances, y aquellos primeros encuentros liderados por Carlos Jáuregui y otros referentes, micrófono en mano en las escalinatas del Congreso, sin siquiera un par de tablas que improvisen escenario alguno.

“Siempre fue un festejo, no solamente un acto de denuncia. La calle era el escenario en ese momento, donde uno podía salir, gritar y sentirse libre un día. El resto de los días del año no nos sentíamos libres”, expresó Alejandro.

Por sus 30 años de cobertura, que en el último tiempo continuó de manera independiente, recibirá un reconocimiento durante la Marcha del Orgullo de este sábado, junto a unas veintena de activistas que “hicieron historia en las primeras movilizaciones”, anunciaron desde la Comisión Organizadora.

“Son fotos que tienen que ver con nuestra memoria e identidad”, consideró el fotógrafo, y agregó: “Después de tantos años de estar guardadas, hoy tienen otro peso y sirven para que justamente las nuevas generaciones sepan cómo empezó esto y todo lo que se luchó”.





Fuente Telam