El presidente electo, Javier Milei, deberá enfrentarse a muchos de los problemas actuales que parecen haber quedado suspendidos por la dinámica electoral. El primero, retomar las negociaciones con el FMI, que en estos momentos se encuentra virtualmente congelada.
Argentina deberá enfrentar en diciembre vencimientos de capital por el préstamo Stand By contraído en 2019 por el gobierno de Mauricio Macri por aproximadamente 900 millones de dólares, mientras que para el 2024, el total entre capital e intereses asciende a casi 7.500 millones de dólares. Parte de estos vencimientos podrán ser enfrentados con desembolsos pendientes del Acuerdo de Facilidades Extendidas alcanzado en 2022. Entre diciembre y septiembre de 2024 podrían llegar aproximadamente 6.500 millones de dólares.
Si bien los desembolsos están sujetos al cumplimiento de metas que hoy lucen definitivamente incumplibles –déficit fiscal del 1,9 por ciento del PBI, financiamiento máximo del BCRA del 0,6 por ciento del PBI y acumulación de reservas netas por 1.000 millones de dólares para 2023–, el respaldo político que pueda conseguir el nuevo presidente podría alinear los incentivos del FMI para que los mismos se hagan efectivos. Cabe recordar que las 5ta y 6ta revisiones del acuerdo fueron aprobadas sin haber cumplido ninguna de las metas actuales, por lo que es posible suponer que hoy estos desembolsos están sujetos a una variable política más que a variables económicas.
De todos modos, es esperable que el FMI exija una nueva devaluación y una corrección del déficit fiscal, que durante los últimos meses ha crecido considerablemente producto del paquete de medidas lanzado por el gobierno para paliar los efectos de la devaluación post-paso. Esta nueva devaluación podría alimentar el otro gran problema que acompañó al Frente de Todos por todo su mandato: la inflación.
Si el nuevo presidente concede lo solicitado por el fondo, el desafío será entonces soportar una inflación mensual más alta y lograr que este nuevo salto no se espiralice durante los meses venideros. Otra alternativa, mencionada en las últimas horas, podría ser rediscutir las condiciones del préstamo y evitar una devaluación que profundice el problema inflacionario. En cualquier caso, a mediano plazo cabe esperar la implementación de algún tipo de plan de estabilización que corte con el componente inercial que presenta el proceso inflacionario actual.
La consolidación fiscal, en cambio, parece tener más consenso. La incógnita radica en saber el camino a transitar: un fuerte ajuste inicial del gasto o una reducción más gradual acompañada del incremento de la recaudación por más actividad económica y por mayor presión tributaria en los sectores con mayor capacidad contributiva.
Otro de los desafíos que tendrá por delante el próximo gobierno es el referido al nivel de los salarios. Durante la gestión de Alberto Fernández, los salarios no han logrado recuperar la pérdida sufrida durante el cuatrienio 2016-2019. En el mejor de los casos, algunos sectores empardaron con la inflación; en otros, como los trabajadores no registrados, la caída se acentuó al punto tal de terminar el año 20 puntos por debajo de la inflación.
El nuevo gobierno también tendrá que enfrentarse a una situación externa extremadamente frágil. Será condición necesaria lograr que el BCRA vuelva a acumular reservas, ya que deberá enfrentarse a un perfil de vencimientos de deuda externa muy elevado, concentrado especialmente en el período 2025-2027. Si bien existen grandes expectativas para distintos sectores económicos con alto potencial exportador y/o posibilidad de sustituir importaciones –minería y litio, hidrocarburos y Vaca Muerta, recuperación de la cosecha post sequía, entre otros–, el incremento en la entrada neta de dólares difícilmente pueda alcanzar para cancelar los más de 45000 millones de dólares de vencimientos para los próximos 4 años.
Finalmente, la nueva gestión tendrá el desafío de ordenar un mercado cambiario que se encuentra muy estresado por las múltiples restricciones actuales. El llamado cepo fue una herramienta de urgencia que se implementó para restringir la fuga de divisas, pero al mismo tiempo, generó trabas a la entrada e incentivos nocivos para la economía por la creciente brecha cambiaria. Por tanto, si se quiere volver a acumular reservas, otra condición necesaria será la eliminación paulatina de las restricciones cambiarias, procurando que esto no genere una mega devaluación que vuelva a encender la dinámica inflacionaria. Sin dudas, un círculo vicioso difícil de resolver.
(*) Economista del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO)