“Desde chica siempre supe que quería pintar”, dice la artista Delia Cancela en diálogo con Página/12 cuando se le pregunta por sus primeras pulsiones vinculadas al arte. Había dos cosas que le interesaban en ese momento: la danza y la pintura. A los 12 terminó la escuela primaria y empezó el secundario en la especialización de Bellas Artes. Ese fue el comienzo de una carrera que le permitió vivir la época mítica en el Instituto Di Tella, que la llevó por ciudades como Nueva York, Londres o París, y que hoy la encuentra con su muestra Catwalk (Pasarela) en la galería Herlitzka & Co (Libertad 1630), que reúne más de un centenar de dibujos y bocetos, registros de una performance y un vestido diseñado por ella, entre otras joyitas.
Cancela dice que en el espíritu de la exposición aparece la intención “de archivo” como registro de una época que abarca los ’70, ’80 y ’90, con obras pocas veces expuestas. Para trabajar la curaduría y el montaje convocó a Cecilia Garavaglia, y se armó un equipo junto a Paz Lucero y los trabajadores de Herlitzka. “Son como historias que pasan y todas están conectadas. Hay algunas obras que hice junto a Pablo Mesejeán, mi pareja de ese momento, y otras que hice sola”, cuenta.
A Delia nunca le gustaron las definiciones. Siempre paseó libremente por los campos del arte y la moda, pues los concibe como un continuum creativo. Hoy está en sintonía con la época, pero hace unos años el arte y el periodismo cultural parecían tener la necesidad imperiosa de clasificar por categorías. Con respecto a eso, declara: “A mí no me gustan las definiciones. Sos artista pop, artista conceptual, hacés moda, sos diseñadora. Creo que si hay creatividad, uno tiene que probar y hacer lo que tiene ganas con el lenguaje que se puede usar. En mi caso, la moda me resultó fácil porque siempre me interesó, no hago diferencia. Ahora es normal poner la moda al mismo nivel que el arte, pero cuando yo empecé no era así. No es mejor ni peor. Es lo que es y se puede ser creativo en cualquiera de estos lenguajes”.
-Sos una artista que pensó lo queer antes de que se difundiera el concepto. ¿Cómo fueron evolucionando estas ideas y cómo se está pensando eso hoy?
-Ahora ni siquiera se está pensando; se está haciendo. Me parece fantástico que la gente pueda decidir: yo soy eso, me siento así. En nuestra época estaba todo tapadísimo, no se podía. Me parece que es como una liberación, pero da mucho miedo lo que puede pasar ahora en este país porque empiezan a querer tapar ideas que se habían liberado. Me da miedo. Espero que no, mejor ni decirlo. Sería un gran retroceso.
-Viviste mucho tiempo en Europa. ¿Qué le aportó ese período a tu obra y qué sentís que llevaron con Pablo en tanto latinoamericanos?
-Yo siempre digo que me eduqué en Francia, entonces la gente me pregunta si estudié ahí, pero no. Yo ahí aprendí mucho, por ejemplo, lo que significa la democracia. Pablo era de familia armenia, así que no tenía esa cosa argentina. Mis padres eran argentinos, tenía abuelos argentinos y españoles. Cuento esto porque hay algo muy fuerte de la cultura europea que no puedo descartar. En mi casa se escuchaba música clásica y jazz; eran gente muy simple pero les interesaban esas cosas. De pronto aparecía un libro de Baudelaire. Lo que llevo de acá cuando voy para allá es esa energía, esa fuerza y esa creencia de que todo se puede. Es algo que tenemos nosotros.
-Solés decir que fuiste feminista sin saberlo. ¿Cómo te vinculás con los feminismos actuales?
-Mis primeras obras fueron naturalmente feministas. Después fui descubriendo lo que era el feminismo en Estados Unidos e Inglaterra. Me parece que soy una feminista de otra época; el feminismo de la gente joven es diferente. Yo soy de las feministas con trenzas, una feminista que acepta la diferencia e incluye a los hombres, que vive y trabaja al nivel del hombre porque pienso que son parte. No pienso en términos de hombres o mujeres, eso es lo lindo de la gente ahora. Camila Sosa Villada me encanta: en Las malas hay un personaje que se convierte en pájaro. Es eso. Vivimos alejados de la naturaleza pero somos parte de ella.
Cancela vivió los ’60 en el Di Tella pero cuando se le pregunta por esa época suele desmitificarla, y es interesante ese lado B. “Hoy pienso que yo era muy joven, muy tímida, tenía muchos miedos y los otros quizás eran más osados. Creo que lo que me pasa es que yo siento mucho al otro. No soy una bruja ni nada pero sí soy perceptiva, y quizás lo que sentía eran las energías que estaban pasando ahí. Eso me angustiaba porque había de todo. El Di Tella fue increíble: Jorge Romero Brest, Samuel Paz, Enrique Oteiza, todos los artistas que pasaron por ahí; la energía también fue buenísima y se hicieron muchas cosas que marcaron un momento en la Argentina”, reflexiona.
En Catwalk la dimensión performática está presente en el registro de un desfile, que Cancela concibe como performance. “Esto es algo que nunca me atreví a hacer porque siempre fui muy tímida”, confiesa. “Podría haberlo hecho muy bien porque estudié danza muchos años, pero sentía que no podía. Hace poco hice una muestra junto a Chiachio & Giannone y Sofía Torres Kosiba en el Fortabat y decidí que mi performance iba a ser un video. Usé mi alter ego, Inés Efrón, que se parece mucho a mí cuando tenía esa edad. Tenía que ser desnuda porque era a partir de mis dibujos de mujeres y naturaleza, pero no podía hacerlo yo porque hacía un frío terrible, estábamos en el medio del campo en pleno invierno (risas)”. Cuando se le pregunta por la escena artística argentina, dice que “hay mucha energía y artistas muy creativos”, pero señala la cuestión económica como uno de los principales obstáculos. También invita a “dejar de hacer basura” en un sentido literal y metafórico, y cuando se le pregunta qué es lo que la inspira en el presente, responde: “Todo”.
* Catwalk se puede visitar de lunes a viernes de 11.30 a 19 en Herlitzka & Co (Libertad 1630) hasta el 11 de octubre.