Adriana Lerman es farmacéutica y docente de hebreo. Pero, desde que falleció su abuelo y supo que él había escapado de la Polonia invadida por los nazis, decidió que tenía que investigar y narrar ese horror. El resultado fue “El dolor de estar vivo”, un libro publicado meses atrás. Por estos días, la autora vive otro doloroso capítulo de su historia familiar ya que su primo Matías fue una de las víctimas argentinas identificadas en el ataque de Hamás a Israel.
“La historia se repite- sintetiza Lerman-. Hoy estamos viviendo otra vez el mismo temor y el mismo horror”, sintetiza la escritora, que creció en una típica familia judía, con un abuelo “zeide” muy presente y jamás imaginó la historia que él había vivido en su Polonia natal.
Fue después de la muerte de su abuelo, que la familia encontró una carpeta con cientos de documentos en diversos idiomas. En ellos su abuelo, quien en Argentina fue conocido como “Simón” tenía otro nombre: “Shlomo” y un pasado en la ciudad de Ostrowiec Świętokrzyski, una ciudad ubicada en el sur de Polonia, de donde había huido, escapando del nazismo.
“Hoy estamos viviendo otra vez el mismo temor y el mismo horror”,
“Encontramos el libro recordatorio de Ostrowiec de 1949 que fue escrito en Argentina en idish. Es un libro con fotos, testimonios y relatos de sobrevivientes del Holocausto. Allí había una foto de mi abuelo”, recuerda Lerman y cuenta que con los datos que encontró en los documentos su padre, Natalio, se abocó a armar árboles genealógicos para rastrear las raíces de su propio padre.
Allí podría haber terminado la búsqueda de las raíces de los Lerman, hasta que una tarea escolar de una de las hijas de Adriana sobre la historia de sus ancestros, la motivó a recuperar la biografía de Shlomo. “Le pedí a mi hija que hablase con su abuelo y él le contó algo de lo que había encontrado después de que murió su padre. Fueron apenas cuatro hojas de relatos pero me emocionaron muchísimo. Al leerlas se me caían las lágrimas y eso me impulsó a seguir investigando”, rememora la mujer que dedicó la pandemia a construirse como investigadora y escritora.
Lerman apeló a sus conocimientos de hebreo, francés e inglés, y a los de idish de su papá para recuperar la historia de su abuelo y escribirla en primera persona y en presente, como si se desplegase delante de los ojos del lector. Desconocía que unos meses después se iba a volver dolorosamente actual.
Después de dos años de trabajo y complicidad entre ambos, decidieron publicar aquel texto sobre Shlomo, un inmigrante que escapó antes de la guerra, con el apoyo de su familia y que perdió a gran parte de sus parientes en el campo de exterminio de Treblinka. “Él logró escapar de Europa en enero de 1939, antes de la guerra, porque veía lo que se venía. Había’“pogroms’ -ataques masivos a grupos étnicos o religiosos- y ataques constantes a los judíos”, puntualiza Adriana y señala las dificultades que afrontaron los judíos de entonces para lograr ser recibidos en la mayoría de los países.
“Para llegar a la Argentina mi abuelo tuvo que enfrentar y sortear numerosos obstáculos ya que las puertas del mundo estaban cerradas para los judíos en esos momentos. Mi abuelo uso su ingenio y astucia, y tomar decisiones difíciles y dolorosas para escapar de Europa las cuales, sin que él lo supiera en ese momento, le terminaron salvando la vida”, detalla Lerman, quien cita en su libro algunas de las cartas que recibió Shlomo tras su llegada a Buenos Aires en las que su madre le preguntaba “si ya había logrado establecerse, deseando que no tuviera más que deambular ni esconderse por miedo a ser expulsado o incluso temer caminar por las calles”.
Sobre el libro que publicó la Editorial El Ateneo, cuenta la autora que fue “sanador”. ”Fue un proceso emotivo que me unió a mi padre, y me permitió recuperar mi historia. También le sirvió a otra gente para reconstruir la suya”, argumenta y se enorgullece de “el legado” que le deja a sus hijas. “Es un tributo a la figura de mi abuelo y un modo de contar lo que pasó en nombre de las víctimas que no pudieron hacerlo”, define la investigadora que logró recuperar muchos nombres de familiares e incluso completó hojas testimoniales en Yad Vashem, el centro de conmemoración del Holocausto que funciona en Jerusalén, de familiares que rescató del olvido, ya que no había registro de ellos debido a que no quedó nadie vivo que pudiera dar testimonio por ellos.
El presente
Hace unas pocas semanas Lerman revivió parte de la historia de su abuelo, al enterarse del secuestro de su primo Matías Burstein y la esposa de él por parte de Hamás y la posterior muerte de ambos. “Me afectó muchísimo. Nunca imaginé que podrían masacrar con tal saña y crueldad a gente inocente por el solo hecho de ser judíos, lo que recuerda las peores épocas del nazismo”.
“Matías y su esposa habían ido a disfrutar de un recital por la paz, al igual que otros 4000 jóvenes que fueron sorprendidos por los terroristas de Hamás, quienes arremetieron disparando y matando civiles. En un primer momento, Matías había logrado correr y esconderse junto a su esposa e incluso llegó a hacer una llamada con su celular a un amigo para contarle lo que estaba ocurriendo. Y esta fue la última conexión que hubo con ellos” concluye Adriana.
La familia de Matías y de su mujer pasó más de 11 largos y angustiosos días rezando por sus vidas, pero el desenlace fue el peor de todos: sus cuerpos fueron encontrados sin vida.
Adriana los recuerda como “dos jóvenes alegres y vivaces, con dos hijas hermosas que quedaron huérfanas”, señala la autora, quien compartió la infancia con Burstein antes de que emigrara con su familia en 1989, y lo visitó en Carmiel, donde vivía al norte de Israel, en mayo. Durante la visita, compartió la complicidad de los viejos tiempos y los proyectos actuales y futuros, como la pasión de Matías por los asados argentinos, una tarea a la que se dedicaba con alegría, la cual ahora fue truncada por el terrorismo que le arrebató su vida y todos sus sueños.
“Es increíble que vuelvan a pasar estas cosas. Este salvajismo y barbarie es solo comparable con el Holocausto”, arremete. Pero admite que desde que se conoció la noticia de la muerte de Matías no deja de recibir expresiones de afecto y solidaridad. Las mismas que recibió de quienes leyeron la historia de su abuelo Shlomo.