Producción: Mara Pedrazzoli
Agotamiento económico
Por Victoria Giarrizzo (*)
Dentro de tantas debilidades, una fortaleza que venía sosteniendo la economía argentina era su tasa de crecimiento. La post pandemia mostró tasas de recuperación fuertes, acumulando en dos años una expansión de 16,2 por ciento en el PBI. Con ese crecimiento, volvió el consumo, repuntó el empleo y el impacto económico del Covid dejó de ser una sombra.
Pero 2023, que había arrancado con un primer trimestre prometedor, trajo coletazos inesperados y avivó el temor a sumar un nuevo problema: la recesión. Por un lado, la agresiva aceleración de los precios golpeó sobre el ingreso familiar. El poder de compra se redujo y está presionando sobre el consumo en todo el universo de bienes y servicios. El mercado aún no mostraba grandes caídas en la demanda, porque se sostenía en la misma dinámica inflacionaria. El temor a nuevos aumentos llevó a anticipar compras, la falta de rendimientos de inversiones en pesos llevó a cambiar esos activos por viajes y turismo, el dinero que pierde valor quema y el que no se dolariza, lo gasta.
Prácticamente todos los rubros vinculados al comercio minorista mantuvieron su crecimiento en el primer semestre del año, incluyendo servicios que van desde gastronomía, peluquerías y tratamientos estéticos a clases particulares deportivas, este último es un buen termómetro para anticipar bajas de consumo por ser una variable altamente elástica al ingreso.
También se continuaron sosteniendo las ventas de bienes durables, como equipos de audio, celulares, televisores de pulgadas altas, pequeños electrodomésticos. Se sostuvieron a pesar de los incrementos de precios. La gente igualmente fue selectiva. Redujo la demanda de tablets, computadoras, impresoras, aires acondicionados, que subieron entre 130 y 150 por ciento en el año, y aumentó la de otros bienes que quedaron relegados en precios.
Agotamiento
El segundo semestre, sin embargo, está mostrando un panorama más complicado y aparecieron las primeras señales de agotamiento en la economía. La industria y otros sectores productivos comenzaron a retraerse, incluso el sector tecnológico, que venía desafiando las debilidades macroeconómicas de la argentina, está acusando una merma en los pedidos de servicios, especialmente desde las empresas industriales que venían fuerte en la incorporación de tecnologías 4.0.
Muchas son las causas. En la industria manufacturera, por ejemplo, a las dificultades habituales para producir por incrementos de costos, por desabastecimiento de insumos, o por trabas para importar repuestos y máquinas, se sumó un freno en los pedidos por la incertidumbre política, y por una caída en el consumo que comenzó a hacerse más importante desde mediados de julio.
La sequía también hizo estragos este 2023, afectando a las exportaciones, que durante todo el año cayeron a tasas anuales de dos dígitos y revirtieron la superavitaria balanza comercial. Esa caída no sólo golpeó por el impacto productivo, sino por los menores flujos de dólares disponibles en la economía que presionan sobre la divisa, y desestabilizan la economía. No es un efecto nuevo, pero la incertidumbre política lo hizo pesar estas últimas semanas.
El futuro
Quedan meses difíciles hacia adelante, por el clima electoral donde se juegan tres modelos económicos bastante contrapuestos unos con otros, por el impacto de la reciente devaluación en el poder adquisitivo del ingreso, y porque las expectativas de todos los sectores de la economía están en estado de alerta.
Argentina en este momento es como un bosque seco, una chispa inadecuada puede provocar un incendio, pero con buenas precauciones y acciones, puede volver a reverdecer. El fantasma de la recesión acecha, pero aún no ataca, y puede evitarse. No con políticas sueltas que suman de un lado y restan del otro como las anunciadas recientemente por el ministro de economía. Sí con medidas que tengan la capacidad de resolver varios problemas en simultáneo. Y una de ellas, debe apuntar a incrementar las exportaciones, algo donde todos los gobiernos han hecho demasiado poco cuando es la llave para resolver muchos de los problemas del país.
(*) Investigadora del IIEP-Baires.
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El impacto de la sequía
Por Tomás Tenconi (**)
La economía cayó en junio 4,4 por ciento interanual y sumó su tercera baja al hilo. Así, el primer semestre de 2023 cerró con un nivel de actividad 1,9 por ciento menor versus enero-junio de 2022. A su vez, en la comparación contra el mes previo, la economía logró sostenerse en los dos últimos meses (-0,2 por ciento en junio y -0,1 en mayo), después de la fuerte caída de abril (-1,8 por ciento). Al interior del indicador general se esconde una fuerte heterogeneidad que vale la pena repasar.
El sector de agricultura y ganadería continúa con la crisis generada por la peor sequía de la historia argentina. En junio de 2023, fue el sector que más incidió en la merma de la actividad: cayó 40,4 por ciento interanual y representó más del 80 por ciento de la variación negativa del EMAE. La sequía no detiene su impacto, el sector suma 16 períodos al hilo de caída y en el primer semestre de 2023 acumula un nivel 31,5 por ciento menor versus el mismo período de 2022, cerrando el peor enero-junio desde 2009.
La crisis del campo también impacta sobre los impuestos netos de subsidios, ya que al reducirse el saldo exportable disminuye la recaudación en concepto de derechos de exportación. Así, el sector cayó 5,1 por ciento interanual, sumó su tercera caída en fila y ya acumula un primer semestre con un nivel de actividad 2,5 por ciento menor que el año previo.
Sin embargo, el resto de la economía continúa moviéndose a otra velocidad. De hecho, si excluimos al agro y los impuestos, el EMAE habría crecido un 0,2 por ciento interanual en junio y acumularía un primer semestre con un nivel de actividad 1,7 por ciento mayor al del 2022.
Observando la desagregación sectorial de la actividad, 10 de los 15 sectores productivos cerraron un primer semestre operando a un nivel de actividad mayor al de 2022. Petróleo y minería (+9,1 por ciento versus 2022) destaca y se encuentra en máximos históricos, al igual que construcción (+2,4 por ciento), actividades empresariales e inmobiliarias (+2,2 por ciento) y electricidad, gas y agua (+0,02 por ciento). A pesar de la caída del 3,6 por ciento interanual en el mes de junio, la industria presenta un acumulado 0,9 por ciento mayor al del año previo y se encuentra en máximos desde 2015; comercio creció un 2 por ciento versus 2022 y opera en el mayor nivel desde 2013; y hoteles y restaurantes creció un 8,3 por ciento versus el primer semestre de 2022 y alcanzó su máximo desde 2019. La actividad de la mayor parte de los bienes y servicios logra permanecer aislada de los efectos de la sequía y continúa sosteniéndose.
(**) Economista integrante de Misión Productiva.