Hacerle frente al individualismo. Con esa premisa sube a escena El Club, la última creación de la compañía teatral independiente y autogestiva Chica Queen Kong. La historia gira en torno a un club de barrio que está al borde de ser comprado por una constructora. Pero la comunidad realiza una fiesta recaudación para salvar el edificio y logra revertir lo que parece inevitable. La obra se presenta los domingos a las 20.30 en el Club Estrella de Maldonado (Humboldt 1731) y las entradas se adquieren en Alternativa Teatral.
La puesta es fruto de una creación grupal, con dramaturgia de Chica Queen Kong, Camila Miranda y Eloisa Walter, y la actuación de Manuela Bottale, Belén Di Marino, Victoria Duarte, Martina Kobrinsky, Lucía Sola y Natasha Zaiat. En escena, y fuera de ella, el espíritu es siempre el mismo: nadie se salva solo, porque la salida es colectiva.
Chica Queen Kong se formó en 2017, a partir de una intervención performática feminista llamada Ensayo contra-moral. Y, desde ese momento, se presentó en diversos espacios como centros culturales y universidades públicas. Pero, en esta ocasión, el trabajo creativo las llevó a Estrella de Maldonado, el club de barrio más grande de Palermo. “Indagamos sobre la historia del Estrella y los clubes de barrio y nos entusiasmó la idea de actuar, dirigir y montar una obra en un espacio no convencional. Y nos sumergimos en el club como si fuera nuestro propio teatro”, señala Natasha Zaiat, una de las integrantes del colectivo teatral.
-¿Cómo surgió el proyecto de esta obra?
Natasha Zaiat: -En 2020, a partir del surgimiento de la pandemia del Covid 19, nuestro trabajo escénico se detuvo y nos encontramos con el desafío de indagar en formas audiovisuales de creación. Para nosotras fue una oportunidad para reinventarnos y profundizar en el acto creativo. Y llegado el 2021, al poder volver a encontrarnos presencialmente, nos reunimos con la pregunta de cómo seguir luego de lo vivido. Y así surgió el deseo de crear una obra completa, con una estructura más tradicional, que dejara atrás la lógica itinerante y pudiera tocar diferentes temáticas.
–¿Por qué eligieron al Club Estrella de Maldonado como espacio para montar la obra?
N. Z.: -Tuvimos la posibilidad de ensayar en el Club Estrella de Maldonado, y el propio espacio se fue colando en las creaciones, las improvisaciones y en el imaginario de todas. De esa manera, investigamos sobre la historia de los clubes de barrio, y nos fuimos entusiasmando con la posibilidad de hablar sobre la importancia de esos lugares como instituciones de socialización, creación de comunidad, identidad y hogar. Porque un club es una trinchera frente a la rutina, el imperativo productivista y la pérdida de encuentro y cultura. Y además, como decidimos tocar temas actuales y que movilicen fibras colectivas, nos interesó hablar sobre el conflicto del negocio inmobiliario y el derrumbe de casas históricas de los barrios para construir torres inmensas.
Manuela Bottale: -Comenzamos a ensayar en el club porque una de las integrantes de la compañía, Belén Di Marino, trabaja en el club hace varios años y teníamos la posibilidad de ensayar ahí por las noches. Implementamos una dinámica en donde en cada ensayo una de nosotras traía su propuesta para indagar e improvisar. En un principio, fuimos sin la idea de hacer una obra en un club, pero el mismo espacio nos trajo su historia, sus recovecos y sus personajes. Entonces, ¿por qué montar la historia de un club en una sala convencional cuando tenemos el mismo club a disposición? ¿Y qué más divertido y desafiante que montar un club de barrio como espacio teatral?
–La obra reivindica el valor de la acción colectiva. ¿De qué manera creen que dialoga la puesta en un contexto como el actual en el que avanzan las ideas que ponderan el individualismo y la lógica del sálvese quien pueda?
Victoria Duarte: -Ante la brutalidad, la rigidez y el desamparo que generan las tendencias individualistas, la puesta invita a la ternura, a la empatía y a la resiliencia. Así fue el proceso creativo que continúa con nuestra obra. Porque la forma de trabajar de la compañía es ir a contracorriente de lo que vivenciamos cotidianamente, practicando la afectividad como una política de ser y estar en el mundo. Nuestro objetivo es ir a contramano, esquivando los automatismos y la insensibilidad, los discursos de odio y las barreras de la ignorancia. Es un desafío de todos los días. No hay una receta mágica, y en el medio nos equivocamos, revisamos y volvemos a la marcha. Pero es una decisión y una práctica que abre nuevos paradigmas de creación y producción, y una forma esperanzadora de habitar los barrios, los hogares, el país y el mundo.
–¿De qué manera surgió Chica Queen Kong?
N. Z.: -En 2017 estábamos cursando la carrera de actuación en la Universidad Nacional de las Artes. Compartíamos la cursada y los deseos de actuar. En pleno auge del Ni una Menos y la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito, nos juntábamos a ensayar una performance que pudiera poner en un acto creativo lo que deseábamos transmitir de modo poético y teatral. Y de esta forma, casi sin darnos cuenta, fuimos tejiendo la grupalidad, la compañía teatral autogestiva, independiente y horizontal. Entre ensayos y asambleas, debatimos qué queríamos crear, cuál iba a ser nuestro vestuario, y hablamos acerca de las oportunidades de presentarnos en centros culturales. Así nació Chica Queen Kong.
–¿Cómo es la dinámica de trabajo grupal que llevan adelante?
V. D.: -Una vez, Goyeneche en una entrevista definió a su grupo de amigos como una constelación de monstruos, y esta descripción me ayuda a visualizar nuestra dinámica grupal: una organización constelada, donde cada individualidad aporta desde su singularidad. Nada en el espacio es vertical u horizontal, nada está arriba ni abajo de nada. La función es aportarle luminosidad y contrastes a esta red identitaria que conformamos colectivamente. El pulso que mantiene vivo este organismo es el deseo de sacar belleza del caos, de vociferar o ladrar o cantar las injusticias o las alegrías de este mundo. Es el deseo lo que le da vida a nuestros proyectos. Y el deseo cambia y se mueve, no siempre es igual. Y ahí es cuando esta constelación también se mueve y se reordena. Siempre hay movimiento, y que haya movimiento puede ser incómodo. Pero ya sabemos que la comodidad no es creativa.