Una nueva cumbre climática ya comenzó y se extenderá hasta el 12 de diciembre repleta de contradicciones. Por un lado, se realiza en Dubai, una de las regiones productoras de gas y petróleo más pujantes del mundo; además, es presidida por el Sultan al Jaber quien, paradójicamente, se desempeña como Ministro de Industria y Tecnología Avanzada de Emiratos Árabes Unidos y director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi; y, como si fuera poco, para cuando el evento llegue al final, Argentina ya estará presidida por Javier Milei, quien en reiteradas ocasiones se refirió al cambio climático como “un invento del socialismo”. 

En este paisaje surfea Cecilia Nicolini, actual secretaria de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación de la Nación. Con amplia experiencia en negociaciones internacionales (su rol fue clave, por ejemplo, en la llegada de las vacunas para covid en plena pandemia), esta licenciada en Ciencias Políticas describe a Página 12 en qué consisten las propuestas locales para combatir un problema estructural y de alcance global. Con un tono que combina dosis equivalentes de desencanto y optimismo, destaca el desafío del financiamiento para la transición energética y la adaptación a las nuevas condiciones climáticas que deberán enfrentar 8 mil millones de personas.

–¿Qué propuestas presenta Argentina en la cumbre climática?

–Venimos trabajando de manera sostenida, presentamos informes y ratificamos nuestros compromisos de manera periódica en diversos espacios internacionales. El gran desafío para esta ocasión es demandar más inversión de financiamiento para el sur global; así como también, los medios de implementación y la transferencia de tecnología para que la transición energética hacia fuentes renovables sea más ágil. Hay que tener en cuenta que nuestro país contribuye con menos del 1 por ciento de las emisiones, y aun así tenemos una política climática que está casi al mismo nivel de ambición que el resto de las naciones del mundo. El año pasado presentamos nuestro Plan Nacional de Adaptación y Mitigación del Cambio Climático 2030, en el que compartimos un documento con 250 medidas, divididas en seis áreas estratégicas. Los países en desarrollo somos los que más sufrimos las consecuencias del calentamiento global.

–¿En qué áreas se requiere de mayor financiamiento?

–En sistemas de riego para cuando tenemos sequías, en mejor infraestructura para prevenir las inundaciones, en instalaciones más resilientes ante la posibilidad de huracanes y tornados en la región. En esta cumbre, al igual que la anterior, un eje central se vincula con el Fondo de pérdidas y daños, es decir, qué hacer frente a lo que ya estamos perdiendo a causa del colapso ambiental. Los países responsables son los que más contribuyen a la emisión de gases y deberían aportar más. Los 20 mil millones de dólares que Argentina ya perdió por la sequía, ¿quién los paga? Condiciona de manera notable el desarrollo, sobre todo, cuando debemos pagar una deuda externa. En el inicio de la cumbre ya se vieron algunos movimientos.

–¿Qué movimientos?

–Hay países que comprometieron dinero para poner en funcionamiento la oficina del Fondo de pérdidas y daños que, eventualmente, contribuiría a ayudar a Estados como el nuestro. La definición de quiénes serán destinatarios no es menor porque, por lo general, Argentina no ingresa dentro de los considerados ‘vulnerables’. No somos ni muy pobres como los africanos para poder acceder al dinero, ni muy ricos como para solucionar los problemas por nuestra cuenta.

–En el limbo de las naciones a medio camino… ¿Quién prometió dinero y cuánto?

–Ya hay 640 millones de dólares para garantizar que la oficina del Fondo empiece a funcionar. Es poco por el momento, pero al menos es algo. Se va a alojar en el Banco Mundial y, en teoría, en dos años debería comenzar a operar adecuadamente. Emiratos Árabes y Alemania pusieron 100 millones cada uno, la Unión Europea, 245 millones y Estados Unidos 17.5 millones. Sin embargo, para ser serios tenemos que hablar de miles de millones.

–¿Solo eso puso EE.UU.? Suena a chiste teniendo en cuenta que es de los que más contamina.

–Es bastante vergonzoso. Por otro lado, un instrumento ligado a pérdidas y daños es difícil que funcione porque se basa en donaciones, filantropía, solidaridad. En áreas como mitigación se invierte muchísimo más; me refiero a proyectos, por ejemplo, vinculados a energías renovables que tienen una rentabilidad interesante a corto y mediano plazo. Hay más dinero porque a los privados también les interesa el mercado. Para poder dejar atrás el cinismo en estos eventos se necesita plata, medios de implementación y transferencias de tecnología.

–Cuando señalaba la necesidad de agilidad, ¿a qué se refería?

–Me vuelvo loca en las mesas de negociaciones cuando las proyecciones que se realizan para el financiamiento son hacia 2029 o décadas posteriores. Los organismos internacionales se caracterizan por tener un montón de salvaguardas, que hacen que los procesos se vuelvan hiperburocráticos, poco audaces. El cambio climático hay que combatirlo ya, es un tema de primera necesidad, es urgente. Montar los equipos, implementar una acción y evaluarla, tiene que ser un proceso de uno o dos años; de lo contrario, nos llevan puestos los ciclos políticos. Un proyecto, por ejemplo, para crear ciudades resilientes frente a las inundaciones no se puede demorar seis años, porque la próxima inundación nos puede pasar por arriba el año que viene o el siguiente.

–¿Cuál cree que, durante los próximos días, serán los puntos que encenderán los mayores debates?

–Sin dudas, todo lo que tenga que ver con las nuevas metas de financiamiento. El objetivo de 100 mil millones de dólares –pautado años atrás como horizonte– no solo no es suficiente, sino que ni siquiera se cumplió a la fecha. Ahora los países deben volver a hacer cuentas para mensurar lo que se necesita y monitorear que se respete. También se discutirá mucho en torno al balance global, es decir, ver de qué manera en cada caso puntual los países cumplen con sus compromisos. Emiratos Árabes continuará con la presidencia de la cumbre el próximo año también, aunque las esperanzas se deben concentrar en la Cop 30, que se celebrará en Belén (Brasil). No solo por lo que significa Lula, sino también por el emblema que implica cuidar la Amazonía como el gran pulmón del planeta.

–En relación a la presidencia de la cumbre: el hecho de que se celebre en Emiratos, uno de los principales productores de petróleo, y que sea liderada por el sultán al Jaber, director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi, ¿no es motivo suficiente de polémica? ¿Cómo se vive esta contradicción?

–Esto será una pelea continua para, hacia 2050, dejar los combustibles fósiles y reemplazarlos por energías limpias. Por supuesto que genera suspicacia saber que la misma persona que lidera la cumbre invierte en petróleo. Los intereses contrapuestos están a la vista, pero al mismo tiempo pienso que es una manera de exponerlos a mayores compromisos.

–No lo ve tan mal entonces…

–Es que tampoco es garantía de nada que sea sede un país que abraza las energías renovables. Perdón que sea cínica, pero lo creo cierto. Hay mucha conferencia, pero luego cuando realmente hay que implementar las políticas cuesta. Tradicionalmente, en estas cumbres climáticas se dejó afuera al sector que representa los intereses de los combustibles fósiles; me parece bien, por eso, quizás probar con algo nuevo como lo que se está dando. Que el malo de la película esté sentado en la misma mesa también habilita a realizar mayores reclamos y a discutir de otra manera. Tendremos que exigirle que brinde respuestas, que diga cómo invertirá en energías renovables y de qué manera ayudará a países como Argentina para hacer lo propio. Nos daremos cuenta muy rápidamente si se trata de una fachada, un marketing, o bien, si realmente se promueve el cambio.

–La cumbre culmina el 12 de diciembre y Javier Milei asumirá como presidente el 10. Como candidato ha dicho que el cambio climático “es mentira” y “es un invento del socialismo”. ¿Qué piensa al respecto?

–Espero que advierta que la agenda de cambio climático es una agenda de grandes oportunidades para Argentina. Realmente será muy difícil avanzar como país si no se atiende esta problemática global.

–¿En qué sentido?

–Si queremos exportar a países centrales, cada vez serán más los requisitos del tipo “producto libre de deforestación”. De la misma manera, si queremos acceder a financiamientos multilaterales, vendrán atados a una taxonomía climática que exigirá cumplir los acuerdos internacionales y leyes como las que regulan los bosques y humedales. Los acuerdos entre países estarán supeditados a cumplir, previamente, con requisitos socioambientales. No defender una política climática es antieconómico. Si no está de acuerdo desde la moral o la ideología, por lo menos debería estarlo por un interés económico. Para nosotros, en cambio, la política climática es política de Estado.

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Fuente-Página/12