Las paredes de los barrios hablan con frases que condensan el espíritu de una comunidad que está convencida de que “la solidaridad nos transforma”. El padre Lorenzo “Toto” de Vedia hace 24 años que llegó a la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, ubicada en la villa 21-24 en el barrio de Barracas, el lugar donde se celebró una multitudinaria misa para apoyar al Papa Francisco frente a los “agravios” del candidato presidencial ultraderechista Javier Milei. La vida de este cura, según él mismo cuenta, es “bastante movida” y aclara que “tenemos el privilegio de aprender de los vecinos que traen una fe en sus raíces, un espíritu de progreso, y en base a eso vamos armando una pastoral, una organización”, que en este momento cuenta con 12 capillas, 8 comedores, un jardín infantil, escuela primaria y secundaria, un centro de formación profesional, un centro de abuelos y varios hogares. El teléfono “celular” del padre Toto no para de recibir mensajes; hay un pequeño percance con una camioneta con alimentos que fue hasta una dirección equivocada. Hace llamados y manda mensajes de audio mientras recorre con Página/12 las calles y pasillos de la villa más poblada de la ciudad de Buenos Aires, donde viven aproximadamente 80.000 mil personas.

La resistencia a las topadoras

El oído se habitúa a la dulzura del guaraní de paraguayos, de sus hijos, nietos y bisnietos, mezclada con las cumbias que se escuchan en algunas casas. El nombre Caacupé proviene de la palabra guaraní ka’a kupe´, que significa “detrás de la yerba” o “detrás del bosque de yerba”. El padre Toto cuenta la historia del indio José, un escultor guaraní, hasta con sus ojos celestes, sentado en uno de los bancos de esta parroquia que fue fundada en 1976 por el misionero claretiano español Daniel de la Sierra (1938-1992), quien en plena dictadura cívico-militar se paraba frente a las topadoras que enviaba el brigadier Osvaldo Cacciatore, entonces intendente de la ciudad, para borrar del mapa a las villas. “Al indio José lo perseguía un malón (el de los indios mbayá), considerado muy peligroso, y se escondió detrás de un grueso tronco. Él prometió tallar la imagen de la Virgen (de Caacupé) si salía con vida. Y como lo logró tomó del árbol la madera que necesitaba para esculpir la estatua”, resume el padre Toto y hasta la imagen en blanco y negro del padre Carlos Mugica, que cuelga de una de las vigas del techo de chapa, parece escuchar con atención la historia.

Una multitud se reunió el pasado martes al aire libre, en la puerta de esta parroquia ubicada sobre una de las pocas calles asfaltadas, Osvaldo Cruz, para celebrar una misa comunitaria en rechazo a los insultos de Milei, que calificó al Papa Francisco de “jesuita que promueve el comunismo”, “personaje impresentable y nefasto” y “representante del maligno en la Tierra”. Hay un vínculo entrañable con Jorge Bergoglio que recupera el padre Toto para explicar porqué se eligió esta parroquia. “El Papa venía todos los 8 de diciembre y hacía una misa casi tan multitudinaria como la del otro día para celebrar con los vecinos las fiestas patronales de la Virgen de Caacupé, la santa patrona de Paraguay. Venía en el colectivo 70 desde el centro, andaba por los pasillos, entraba a las casas y tomaba mate con las familias”, recuerda Toto. “Milei habló de la mierda de la justicia social y todos sabemos lo importante que es para la vida comunitaria. Él quiere eliminar toda la ayuda a los vecinos más pobres y quiere también eliminar al Estado, que es el paga la luz, los colegios y la salud en la villa”.

                                                                                                                    Enrique García Medina

El voto al verdugo

La villa 21-24 está ubicada en la comuna 4, donde el candidato más votado fue Leandro Santoro de Unión por la Patria con el 27,15 por ciento, pero Juntos por el Cambio salió primero con el 37,26 por ciento. El candidato de La Libertad Avanza (LLA) obtuvo el 21.91 por ciento. Para el padre Toto es “muy difícil de entender y mucho más explicar” el voto a la ultraderecha. “Yo creo que es un voto bronca; la gente está enojada, con mucha razón, con el gobierno y con la clase política en general. Los dirigentes políticos están muy alejados hoy por hoy del hombre de a pie, del más humilde; no saben qué les pasa a la gente sencilla. Encontraron a alguien que grita desaforadamente contra eso (‘la casta’) y se sienten identificados con el grito, pero sin analizar las propuestas que este hombre tiene. Hay gente que organiza estrategias de comunicación para confundir a los votantes. El que vota al verdugo expresa una confusión que tiene. Esa confusión alguien la provoca. No sé si tengo razón o no, pero me parece que va por ahí la explicación, porque no se entiende que voten a quien los puede matar. Más allá de que después haga o no haga todo o parte de lo que dice, ya que lo diga habla de que eso está en su mente y en su corazón. Ahora puede seguramente bajar el tono de sus propuestas; pero si llegara a ser presidente, Dios no lo permita, lo bajaría más porque sería imposible gobernar. Ese odio y desprecio a los más pobres que viene expresando lo tiene y lo va a manifestar en otras cosas”, reflexiona el Padre Toto.

¿. “Respeto ese voto, aunque no me gusta. Si tengo la ocasión de dar mi opinión, la doy. Cuando dicen ‘estás haciendo política’, yo digo que política hizo Milei cuando criticó al Papa. Yo digo lo que hay que decir tanto en las homilías como en las charlas con la gente porque este es un momento fuerte; no se puede dejar pasar semejante riesgo”, opina el sacerdote y señala que en la villa es necesaria “una verdadera integración socio urbana” porque faltan cloacas, servicios pluviales y el tendido eléctrico. Excepto en el colegio de la parroquia, en el centro de salud y en algún comedor histórico, no hay gas. Se utilizan garrafas para cocinar y parte de la calefacción es eléctrica. “Los curas de las villas hablamos de una integración urbana: la villa tiene mucho para decirle a toda la ciudad y la ciudad tiene mucho para decirle a la villa”. Entre las cuestiones pendientes menciona que se necesitan más vacantes para los jardines de infantes y que hay que trabajar para tener “un sistema de salud más inclusivo”.

A cada paso, el padre Toto recibe un saludo, un beso, un abrazo. Una frase del Papa Francisco está inscripta en la pared, arriba de la puerta de entrada del Centro de Día “Cándida”, para adultos mayores: “La vejez es el tiempo de brindar la sabiduría de la vida”. Adentro está Felipe, “el profe” de música, que toca en la guitarra una cumbia a pedido de las “chicas”: “La pollera amarilla”, de Gladys La Bomba Tucumana. Lidia, paraguaya que tiene 76 años y trabajó en una fábrica gráfica, dice que “misiona” en la parroquia y que cuida una ermita de la Virgen de Caacupé. Cuando se acerca el 8 de diciembre, ella visita casa por casa a las familias de la manzana 14 con la virgen. Lidia sobrevive con su jubilación mínima más la de su marido. El hijo, que también vive en la casa, trabaja como pintor. Confiesa que que no fue a votar en las PASO y no cree que vaya a votar en octubre. “No me interesa la política. La situación está muy jodida, esto se parece al 2001”. Lidia, en caso de ir a votar, revela que lo haría por Sergio Massa.

En varias de casas, la mayoría construcciones hechas con ladrillos y techos de chapa, se distingue el “cuentapropismo” que abunda en el barrio: carteles con la palabra “Modista. Arreglos en general”; también herreros, electricistas y albañiles ofrecen sus servicios. Hay muchos kioskos, panaderías y pequeños comercios como “Lo de Ana”, que ofrece sandwich de lomito, salchipapas, arrolladitos primavera, empanadas, hamburguesas y fritas con chedar. Además del cartel con las opciones y un número de whatsapp para hacer pedidos en el costado izquierdo de esta entrada de garaje tiene pegado un cartel de Leandro Santoro, candidato a jefe de gobierno por Unión por la Patria. Hay eremitas (pequeños altares) con el Gauchito Gil, San La Muerte y San Cayetano justo donde para la barra de Barracas Central.

Un lugar para compartir

“Si venís a Cambalache, tenés que compartir”, se lee en la pared de entrada del comedor Cambalache, un espacio asistido por el ministerio de Desarrollo Social de la Nación, donde Juliana y Luisa cocinan como voluntarias en turnos de cuatro horas diarias. Ya están preparando las 450 viandas para la cena: milanesa con ensalada de arroz y arveja, sopa y de postre pionono. Desde la pandemia que no se almuerza ni cena en el comedor; los vecinos retiran las viandas. Juliana, que hace veinte años que cocina en Cambalache, subraya que están usando casi 60 kilos de milanesa. “Como nosotras no somos piqueteras, no tenemos sueldo”, afirma Juliana y comenta que cuando empezó el comedor, en 2002, cocinaban una 100 viandas. “No damos abasto, nos preguntan si tenemos vacantes. Lo que tenemos es lista de espera. Hay gente que la está pasando realmente mal, que tiene 5 o 6 hijos. ¿Cómo hacen para darles desayuno, almuerzo, merienda y cena?”, se pregunta mientras le pone pan a las milanesas que está preparando. Tiene como único ingreso los 40 mil pesos de Ciudadanía Porteña. La ayuda su hija y recibe la comida que ella misma prepara y mercadería por semana. “Eso nos salva”, concluye Juliana.



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