Biblos, la historia de la risa es una creación colectiva hilarante, producida por Espacio Aguirre, la escuela de clown de Marcelo Katz, uno de los principales referentes de este género teatral en el país. Cada año, la escuela presenta una obra creada por alumnxs y docentes, como resultado de un trabajo de experimentación sobre un tema en particular. “A fin de año se empieza a cranear el nuevo espectáculo y Marcelo (Katz) y Gastón (Jeger), el director y el director pedagógico, nos propusieron meternos con el tema de la risa”, cuenta Carolina Hardoy, co-directora de la obra junto a Fernando “Checho” Castrillón. Así fue como en febrero comenzaron los ensayos y luego de tres meses y medio de exploración, estrenaron esta pieza que los sábados viene convocando a grandes y chicxs que se ríen a granel, sueltan la carcajada y aplauden con entusiasmo. Actúan en el espectáculo Magdalena Borrajo, Andrea Costantini, Osvaldo Curuchaga, Lucas Federico, Alberto Gerchunoff, María Florencia Izzo Villafañe, Martín Liberoff, Brenda Margaretic, Apolo Muzio, Romina Pais, Gonzalo Paz y Denise Pochelu. 

La trama se centra en un historiador agobiado por la tarea de tener que escribir en solitario la historia de la risa, a la que define como “un territorio vasto e inabarcable”. Pero no está solo: una serie de personajes vestidos de blanco, salidos de los libros que lo rodean, lo van a orientar, presionar y hasta acosar sobre aquello que no puede dejar pasar. Y estos mismos personajes se convertirán en otros, protagonistas de distintos momentos históricos, desde la Antigüedad hasta el presente, pasando por la Edad Media, la comedia del arte, el teatro isabelino, el circo moderno, el cine mudo con referencias a Chaplin y Buster Keaton.

El relato deviene muy fluido a lo largo de ese viaje cargado de ritmo, disparate, una multiplicidad de hallazgos creativos que sorprenden, juegos de palabras, mucho despliegue corporal, uso de objetos y de máscaras, música y una alta dosis de creatividad. “Nos pusimos a investigar y nos encontramos con que había poco material en español sobre el tema, así que tuvimos que buscar mucho hasta identificar algunos momentos que nos interesaba llevar a escena. Y desde esas puntas, ponernos a improvisar, abrir el imaginario de cada uno para generar material desde cero”, agrega Castrillón en diálogo con PáginaI12

Hay pasajes imperdibles, como las pirámides egipcias que se entran y salen del escenario como trompos giratorios, animadas por dos intérpretes que, a modo de periodistas o comentaristas de televisión, enmarcan el tema en el Egipto de los faraones, donde aparece un oráculo burlón. También cautivan los bufones enanos que se burlan de un rey tirano, tan ridículo en su afán de poder que se topa con una reina igualmente grotesca cómo él. 

Hay un trabajo artesanal en esta propuesta que se nutre de elementos mínimos que adquieren potencia y generan comicidad: formas de hablar, de moverse, saltos temporales, gestos que se repiten, interacción del elenco con el afuera. Lxs intérpretes interpelan al público, a los técnicos que no mandan el apagón en el momento exacto. Y estas capas que se superponen generan una gran vitalidad escénica. 

“Al comienzo del proceso, todos fuimos llevando vestuario, objetos, ideas y empezamos a probar y a jugar desde ahí. A priori no sabíamos si iba a funcionar. Nos lanzamos a probar todo lo que se nos ocurría dentro de ese marco histórico que fuimos armando. Descartamos muchas cosas, otras se fueron cocinando y muchos gags surgieron por azar y como funcionaban, finalmente quedaron”, comenta Hardoy. 

Reyes que pisan cuerpos, que son torpes con sus armas y despiden mal aliento; pirámides narradoras que ganaron premios Martín Fierro, el mundo shakespereano cruzado con Locomía, el desparpajo de los personajes de Colombina y Arlequino con sus máscaras o una canción de melodía tierna que se convierte en un rap sobre la esencia del payaso, son algunos de los cuadros que se hilvanan en este periplo que tiene un momento sensible y hasta tristón. Es el del payaso viejo que siente que su tiempo se acaba y quiere dejar su legado a sus nietos, aunque uno de ellos es tan despistado que no se da cuenta de nada. 

“La técnica misma de clown habilita a probar sin ponerse límites”, explica Hardoy, en relación a la libertad que transmite esta puesta que se permite el delirio, cruces y juegos inimaginables. Tal vez por eso, tanto grandes como chicxs pueden tener pasar un gran momento con esta creación plagada de detalles significativos y engancharse con distintos niveles de la acción. Hay mínimos movimientos que conmueven, caritas de personajes que emergen entre los libros para discutir sobre el origen de la risa en la Antigüedad o para encarnar a Romeo y Julieta, hombres balas que cruzan la escena en patineta, búsqueda de sospechosos en clave muda con gags muy bien logrados. 

Hardoy y Castrillón son profesores en Espacio Aguirre y es la primera vez que dirigen juntos. “Me daba nervio dirigir por primera vez pero hacerlo con alguien más, aliviana mucho la carga. Checho es muy prolijo para laburar, anota todo, tiene muy presente la estructura general del espectáculo”, asegura Hardoy. “Se armó un clima de trabajo buenísimo, de mucha confianza. Todos nos conocemos mucho de la escuela y esto ayudó a que se formara un equipo con muchas ganas”, agrega Castrillón. 

Katz y Jager (cuyas últimas creaciones Gaspet y Lo mejor está por venir, respectivamente, vienen de presentarse en distintas ciudades del país) acompañaron a lxs directores en esta experiencia, sin presiones. “Nos dieron total libertad, vinieron a ver ensayos, nos hicieron sugerencias. Creo que nosotros les quemamos más las cabezas a ellos que ellos a nosotros”, desliza Castrillón, que estudió Filosofía y teatro naturalista antes de enamorarse de este género teatral. Algo parecido le pasó a Hardoy, que venía de cantar durante años en coros hasta que la necesidad de expresión empezó a pedir más que la voz. “En 2010 me anoté en un intensivo de clown con Pablo Fusco (Los Bla Bla) y no paré. Es que suceden cosas inesperadas en las improvisaciones. Hay algo muy fuerte al estar en presente, jugando de verdad. Uno se sorprende de lo que aparece, de lo que decís, lo que hacés con el cuerpo. Hay mucha exposición, mucha vulnerabilidad”, concluye.

*Biblos, la historia de la risa se presenta los sábados a las 19 en Espacio Aguirre (Aguirre 1270).



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