¿Asma por esfuerzo? Sí. Se advierte a los fanáticos del fitness: el ejercicio puede provocar asma. Bueno, más o menos. Junto al asma, una afección respiratoria en la que las vías respiratorias de los pulmones se estrechan y la respiración se vuelve dificultosa, está la broncoconstricción inducida por el esfuerzo (BEI, broncoconstricción inducida por el ejercicio). Más comúnmente, se le llama asma inducida por el ejercicio. A diferencia del asma, que resulta de todo tipo de factores, como antecedentes familiares, contaminación del aire y obesidad,BEI aumenta en respuesta al ejercicio físico intenso. La teoría más extendida es que el aumento de la respiración durante el entrenamiento provoca deshidratación de las vías respiratorias y contracción de los músculos. Es importante señalar que este fenómeno no se limita a quienes sufren ataques de la forma más convencional de asma. Incluso aquellos que no lo padecen pueden experimentar laBEI.

La broncoconstricción inducida por el ejercicio es una condición difícil de reconocer porque depende de diversos factores. Es posible que regreses de correr y sientas una opresión en el pecho y más baja de lo habitual. Podría ser BEI, pero también puedes pensar que has entrenado demasiado. No es fácil saber si se trata de una reacción normal al ejercicio o de un problema que debe diagnosticarse, especialmente cuando ambos te hacen jadear mucho.

Sin embargo, existen algunas pequeñas diferencias. ¿Quién tiene elBEI Es posible que su dificultad para respirar dure más de lo necesario para recuperarse del entrenamiento. En algunos casos, la BIE puede provocar dificultades respiratorias hasta una hora después de finalizar la actividad física. A veces también pueden aparecer náuseas, pero son indicaciones poco claras.

Un estudio de 2018 publicado en la revista npj Medicina respiratoria de atención primaria afirmó que la prevalencia de la BIE está “probablemente subestimada”. Según el estudio, la afección podría afectar hasta al 20 por ciento de la población general y hasta al 70 por ciento de los atletas olímpicos. Para aquellos ya diagnosticados con asma, el porcentaje aumenta al 90 por ciento.

Otra razón por la que no se comprende bien el BEI es que no existe un método único para probarlo.. Dependiendo de su ubicación, es posible que necesite correr en una cinta, andar en bicicleta estática o salir a correr al aire libre para obtener y medir el EIB. Hay varias pruebas posibles, pero ninguna se considera mejor que otra. Esto hace que la imagen de cuán extendido está el BEI y cuántas personas lo padecen sin ser conscientes de ello sea aún más confusa.

La incertidumbre no significa que no deba consultar a un médico si cree que tiene BIE. Aunque no existe un estándar preciso, la BIE aún se puede diagnosticar y tratar. Algunos atletas pueden reducir el BIE realizando un ejercicio previo que induce un “período refractario”. Otros utilizan una mascarilla o un pañuelo para humidificar el aire que respiran antes de hacer ejercicio. En casos más graves, puede ser necesario utilizar un inhalador.

A pesar de la oscuridad de una afección potencialmente tan extendida, los tratamientos para la BIE parecen funcionar. Sin embargo, cortarlo de raíz requiere un poco de trabajo de detective con su médico. Podría ser el primer paso para mejorar tu rendimiento deportivo.

Artículo publicado originalmente en GQ EE. UU.



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