El nuevo film de Alejo Moguillansky, Un andantino, reencuentra seis años después a las protagonistas de La vendedora de fósforos: la pianista Margarita Fernández, María Villar y Cleo Moguillansky (hija del realizador), y el propio Alejo que, guionista y director, también aparece. La vendedora de fósforos de Andersen, el burro de Bresson, la relación entre un guerrillero alemán y una pianista argentina, y Helmut Lachenmann tratando de montar una ópera con la orquesta del Teatro Colón en huelga. En medio de todo eso, Marie y Walter tratan de sobrevivir junto a su hija. Todo eso sucede en la película anterior de Moguilansky, mientras que en un Un andantino, la música juega un papel fundamental y Al Azar Balthazar vuelve a tener protagonismo. “Las películas que yo dirigí son producto de esa especie de hipertrofia de estar todo el tiempo filmando, y después buscar con el montaje encauzar y aglutinar”, dice el director de Un andantino.
La coproducción entre ArtHaus y El Pampero Cine se vio durante el último Bafici. Ahora se exhibirá con entrada libre y gratuita este viernes, sábado y domingo en ArtHaus (Bartolomé Mitre 434), como parte de la Semana del arte. El 3, la programación también incluye La vendedora de fósforos. Moguillansky, uno de los fundadores de la productora El Pampero Cine, revisita una escena eliminada de La vendedora de fósforos, ganadora como Mejor película de la Competencia Argentina del BaficiI en 2017, y vuelve con una obra que bucea entre la ficción, el ensayo, la exhumación, el fracaso, y el tiempo que pasa y no perdona.
Si no hubiera hecho La vendedora de fósforos, tampoco existiría Un andantino. “Básicamente, la escena que guía un poco la película se filmó durante La vendedora de fósforos y quedó fuera del montaje. Esa es la historia. Es una escena escrita por Margarita Fernández, que es una suerte de concierto escénico que hacía ella, donde tenía un texto muy analítico y muy lúcido sobre cómo están usados esos movimientos en esa sonata de Schubert en la película de Bresson”, cuenta el director. “Lo vi una vez en Proa y más allá de quedarme encantado, le propuse filmarlo. Yo estaba trabajando con ella justamente en La vendedora de fósforos y le propuse que filmáramos eso como si fuera una escena, no como una conferencia o un concierto. Lo empezamos a filmar en su casa durante la época de La vendedora de fósforos y, efectivamente, era un moño para una película. Al mismo tiempo, es un material que yo siempre estuve tratando de exhumarlo con infinitos intentos y fracasos durante años”, agrega Moguillansky.
-Al principio de la película, anticipan la escena que van a hacer. ¿Se puede hablar de que hay un poco de combinación del registro documental con registro de la ficción?
-No sé. Este tipo de películas no hace muchas diferencias entre uno y otro. Por supuesto que hay material de documentales, como la escena donde estamos María y yo con mi hija, que somos como una especie de familia inventada. Esa es una escena originalmente documental porque es un ensayo que se filmó para esto mismo. La respuesta es sí y, al mismo tiempo, no.
-La música juega un papel fundamental en la película. ¿Por eso el título?
-Sí, porque el andantino es el nombre del movimiento que se usa en la película de Bressson y que guía un poco todo. Esta película es casi un concierto, o se parece más conceptualmente a un posible concierto que a una película.
-¿Cómo llegaste en su momento a Margarita Fernández, que es fundadora de un grupo experimental?
-En el momento de La vendedora de fósforos. Esa película transcurre durante un proceso de una ópera del compositor alemán Helmut Lachenmann en el Teatro Colón. Es muy experimental y muy de vanguardia, veterano del siglo XX. Y era una ópera que ponía muy en tensión a la orquesta del Colón con los propios instrumentos: tenían que tocar el violín mordiéndolo. Ese tipo de cosas muy radicales. Cuando yo estaba filmando adentro del teatro, organizamos este encuentro entre Margarita Fernández y Lachenmann porque Margarita es experta en Lachenmann, y es una de las pocas personas que toca habitualmente de Lachenmann en la Argentina. Se hizo ese encuentro. Y ahí Margarita fue una especie de unión rápida. Nos encontramos y encontramos el uno en el otro un socio.
-¿Por qué te parecía pertinente formar parte del elenco de Un andantino?
-Hay algo de que es importante para Un andantino: el personaje del director de La vendedora de fósforos. Es importante la idea de que se está trabajando una escena que logró escaparse de la película anterior porque el director no supo qué hacer con ella en su momento. En ese sentido, se vuelve inmediatamente un personaje de ficción ese director de La vendedora de fósforos, que vendría a ser yo, y que también es el director de esta nueva película. Entonces, es como si la ficción se comiera todo en un punto. Y ahí es donde digo que documental y ficción son categorías que a esta película le quedan medio viejas. Sin ser una película en primera persona, pone en escena a su director.
-¿Cómo crees que dialogan ambas películas ahora?
–La vendedora de fósforos funcionó muy bien sola. Yo creía que Un andantino era muy dependiente de La vendedora de fósforos y lo cierto es que no tanto. No es tan dependiente, pero es naturalmente como un desvío de La vendedora de fósforos. Entonces, se completan, y por otro lado, uno puede ver perfectamente cada una de ellas por separado.
*Funciones: Viernes 1 de septiembre a las 20: Un andantino, Sábado 2 de septiembre a las 21: Un andantino; Domingo 3 de septiembre a las 17: La vendedora de fósforos; a las 19: Un andantino.