“No tenía intención de irme de la Argentina, pero una tarde, bastante intensa, donde hubo mucha represión en Plaza de Mayo, le dije a un amigo ‘vamos a probar’”. La historia de Alejandro Picciano empieza como la de muchos otros expatriados de comienzos de siglo, cuando la explosión de la burbuja neoliberal lo dejó sin trabajo ni casa. La malaria lo llevó a probar suerte al otro lado del charco grande. Fue a España con unos amigos con los que tenía una banda a ver si conseguía unas fechas y se terminó quedando. Primero, surfeando la ola del inmigrante sin papeles, luego ya como residente. Y claro, músico y argentino, el tango tiraba.
En el camino conoció a Litto Nebbia y su carrera despegó. Ahora con su grupo, Porteña Tango, Picciano recorre Europa y se propone “ser didáctico” para que los espectadores de esas tierras profundicen en el género. Justamente acaba de llegar a la Argentina para grabar su cuarto disco –en Estudios Melopea, bajo la égida de Litto Nebbia- y presentar su show este sábado 2 y domingo 3 en el Teatro de la Fábula (Agüero 444).
“En esa época llegar acá –cuenta a Página/12– fue como volver a ser niño: sin conocer a nadie ni saber dónde estábamos parados. Era un Madrid muy intenso, multipolar, lleno de gente de todos lados y dónde quedaba todavía una cosa medio bohemia. Después se convirtió en una cosa más careta. Esto no va a ser Zurich nunca, pero tiene esa ambición”, reflexiona, tras más de dos décadas en la ciudad. Los primeros años fueron un subibaja: un día tocaban con Rosendo (“el Pappo de acá”, grafica) y al día siguiente tocaban por monedas en el metro.
–¿Cómo es ahora el circuito del tango en España?
-Es raro. Hay una fantasía con Europa que es muy cruel, y no sólo con el tango. La gente piensa que en la Argentina no le dan bola al tango y en Europa es todo un éxito. Y no es verdad. Como otras fantasías: la de la casa propia al toque, por ejemplo. Es mentira. Hay otras realidades y sostenibilidad social, pero no es así. Nosotros tenemos la suerte de trabajar mucho, haciendo mucho teatro, pero no es fácil. Y el tango siempre queda como un cliché. Es como si dijeras que la zarzuela triunfa en la Argentina y en España no. Tango Forever y Flamenco Forever es lo mismo en Broadway. Pero la gente se cansa de eso. Ahora hace más de 15 años que no viene una compañía producida desde la Argentina a girar en Europa como hicieron Copes o Mora Godoy en su momento. Esos son espectáculos gigantescos de vocación comercial que después acá tienen que competir con Madonna. Antes pudo funcionar, ahora no es tan así. Lo cual no quita que si tocás bien te podés permitir vivir de eso. Cosa que en la Argentina sí es más difícil, pero del mismo modo que es más difícil ser camarero o arquitecto.
–¿Con La Porteña Tango cómo se manejan?
-Nosotros hacemos mucho pico y pala, somos una familia. Sí tenemos la actitud del rock de ensayar cuatro o cinco veces por semana porque nos disfrutamos como amigos y ensayando hay otro nivel de comunicación. Acá el tango se puso profesional, tocás los mismos veinte o treinta clásicos y listo. Y eso es perjudicial para el tango. No se mueve. Pero vas a Buenos Aires y te encontrás con que hay un montón de pendejos haciendo cosas nuevas.
–¿Ustedes cómo plantean sus shows?
-La onda que hacemos, con el repertorio y con los bailarines que convocamos, es más bien didáctico. Por ejemplo, la última vez en Buenos Aires presentamos un disco homenaje a Stamponi, algo por lo que insistió mucho Litto. Para eso me fui a buscar temas que no había grabado casi nadie. Porque si te gustó tanto “El último café”, ¿cómo puede no gustarte otro tema del mismo autor? Pero tenés que conocerlo.
–¿Con Nebbia cómo se conocieron? ¿Qué significa para ustedes?
-Litto es un milagro. Yo no lo puedo creer. Fue de casualidad, yo empecé a escribir en una revista que recién salía en España y se entregaba gratis en discográficas y teatros: notas de música y conciertos. En una vemos que iba a estar Litto acá. Yo tengo el tic de buscarle parecidos a la gente. Y en la calle tiro un ‘¡mirá, Litto Nebbia!’ ¡Y era de verdad! Me daba vergüenza, pero justo le iban a hacer una entrevista a Rosendo Mercado, un músico que es como el Pappo de acá, y entonces me dice el director de la revista de hacer una súper tapa como Nebbia-Rosendo. Litto se re copó con la propuesta. Fuimos, grabé cuatro casetes y eran las 11 de la noche y seguíamos tomando vino. Ahí quedó una súper onda y ya después cuando venía, quedamos amigos, nos escribíamos y él siempre da un montón de consejos con mucho cariño. Una noche que nos vino a escuchar le dije que no iba más a discográficas, porque no te escuchaban los demos o te maltrataban y él me dice “sos un boludo, mandame todo que yo te saco el disco”. El sueño del niño. Desde entonces hicimos como ocho discos juntos. Es un tipo increíble. Un regalo del universo.