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Foto: Prensa.

El filme “Adentro mío estoy bailando”, de los realizadores Leandro Koch y Paloma Schachmann, que propone una road movie rural por países de Europa del Este para registrar la última pervivencia de la música klezmer en estado folclórico y los rastros de la cultura idish, en extinción desde el Holocausto y la construcción del Estado Israelí, se estrena este domingo en la cinemateca del Museo de Arte Latinoamericano (Malba), donde ofrecerá funciones a las 19 todos los domingos de enero.

Con estreno comercial en Austria en marzo próximo y también en distintas plataformas y canales de televisión europeos ya pautado, “Adentro mío estoy bailando” viene de ganar el premio Mejor Opera Prima en el prestigioso Festival de Cine de Berlín, donde tuvo su estreno en febrero de 2023, y como Mejor Película de la Competencia Argentina del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en noviembre pasado.

La investigación del filme que se inició en 2016 parte de Buenos Aires y luego se interna en un viaje por Austria y zonas rurales de Ucrania, Rumania y Moldavia, en búsqueda de los últimos intérpretes de klezmer, músicos gitanos populares de avanzada edad que aprendieron esa música de su padres que convivieron con las comunidades judías en la diáspora y que son de los pocos que, en su formato original folclórico, hoy hacen ese repertorio en el mundo.

El filme investiga también la extinción de la cultura idish, base del klezmer.

Adentro mío estoy bailando

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Leandro Koch dialogó con Télam sobre como la película cruza la biografía, la ficción, el reportaje, el registro observacional y el viaje en una apuesta estética de logradas repercusiones.

– ¿Cómo surge y cómo se va materializando una película que parece tener varias entradas?
– Arrancó en 2016 a partir de la inquietud de Paloma, que es clarinetista y con quien estoy en pareja desde 2015, de hacer un documental sobre música klezmer en Buenos Aires. Ahí empecé a filmar casamientos donde ella tocaba y en un momento hasta pensamos en hacer una película de casamientos judíos pero después apareció la idea de viajar adonde el klezmer había nacido y ahí se abrió toda la cuestión que termina abordando el filme.

– ¿Cómo fue ese viaje?
– Fue increíble conocer a esas culturas de los pueblos maramures, pasamos mucho tiempo en Rumania y Ucrania. Paloma sacaba el clarinete, se ponía a tocar, la gente nos abría las puertas de sus casas y aparecía el klezmer, ahí dijimos “la película es acá”. Apareció todo un mundo que nos ayudó a descubrir muy generosamente y sin ningún tipo de interés personal Bob Cohen que es un músico e investigador norteamericano que vive hace años en Budapest y que está recuperando toda esta música klezmer, profundamente rural y que en la actualidad hacen los gitanos. Todo se fue armando, la estructura de road movie cayó por su propio peso, arrancamos en Austria por cuestiones vinculadas a la producción y esa fue la puerta de entrada a Europa Oriental, el destino final era Moldavia, que es donde queda más klezmer y del que menos que se sabe y a la vez de donde viene mi familia.

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– ¿Cómo aparece la relación con Bob Cohen?
– Lo conocimos en 2016 en el primer viaje de investigación que hicimos a la zona, nos subió a su auto y nos permitió acompañarlo en su investigación etnomusical, de algún modo la película es un homenaje a su obra porque él es el que descubrió todo esto. En Estados Unidos en los 70 hubo un cierto revival del klezmer que recuperó parte de esta música pero hay toda otra parte, que algunos quizás ni siquiera consideran klezmer pero que es klezmer porque es música folclórica idish, muy desconocida y nosotros fuimos en búsqueda de esas melodías que ya están olvidadas y que solo recuerdan y conocen las comunidades gitanas que convivían con los judíos en estas aldeas de Europa del Este. Los hijos de estos gitanos o los nietos todavía conservan estas melodías que los judíos olvidamos. Nos interesó eso, buscar estas melodías guardadas por músicos gitanos de una generación que está por desaparecer y dejar un registro audiovisual de esto antes de que desaparezca.

– La desaparición del klezmer y la desaparición del idish se juntan en el relato de la película.
– Sí, el idish como otra forma de ser del judaísmo. En la desaparición del idish primero tenés el Holocausto, porque ahí desaparecen dos tercios de las personas que hablan idish pero después se profundiza y ahí empiezan a aparecer otras cosas que no están en la superficie y que remiten a una serie de cuestiones de esta cultura no muy compatibles con la nueva cultura que se comienza a gestar con la creación del Estado de Israel. En Argentina, por ejemplo, todos los colegios judíos enseñaban idish y a partir del la creación del Estado de Israel dejaron de hacerlo y comenzaron a enseñar hebreo y en Buenos Aires, que era una ciudad que en gran parte del siglo 20 producía muchísimo teatro y literatura idish lo único que sobrevivió fue el klezmer que no tiene palabras y es música instrumental.

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– En la película hay un relato en idish, un cuento, que se lee de principio a final del filme y que juega refractariamente con el viaje que emprenden Leandro y Paloma.
– Ese texto fue una de las cosas que aparecieron casi al final del montaje, fue una de las últimas ideas de la película, en parte porque nos faltaba el sonido del idish, es una película que habla de cultura idish y casi no se escucha idish, eso fue lo que nos impulsó a escribir ese cuento que intenta copiar el estilo de los cuentos de idish de Isaac Bashevis Singer de principios del siglo XX. Quisimos traer el sonido del idish a la superficie de la película y que nos sirviera también para jugar de contrapunto a la historia de los personajes de Paloma y mío, que tienen nuestros nombres y nuestros cuerpos pero no somos nosotros. Vino a plantar un acto concreto de resistencia donde el idish quede presente.

– En el momento en que la película llega a Europa, aparece un productor y un equipo de producción de la película y un relato ficcional de todas las tensiones que se comienzan a jugar al interior del proceso de una película entre un director y la producción.
– Es un juego entre la historia que vamos armando y mi personaje, lo que le va pasando a él, su motivación principal es ir atrás de una chica de la que se enamora e inventa un mundo gigante, inventa una película, aparece dinero, coproductores, un equipo técnico mientras él va descubriendo una reconciliación con su propia vocación como director de cine. Lukas Rinner, que es el productor de la película, aparece como un antagonista y nos pareció que servía para pensar un poco también en lo que son las distintas voluntades que se encuentran y chocan a la hora de hacer una película, donde no todos quieren ni necesitan lo mismo. El conflicto narrativo nos vino bien y abrió por otra parte la posibilidad de abrir un lienzo donde poder imaginarse una historia que nos sirviera para transmitir cosas que se sienten sobre ese proceso de hacer una película que es muy complejo.





Fuente Telam