“Tener un trabajo autónomo”. “Manejarte tus horarios y arrancar cuando vos querés”. “Trabajar mientras salís de paseo”. “Poder llevar una vida flexible”. Son los pros que enumera Ramiro Marra, el candidato a jefe de Gobierno porteño de La Libertad Avanza, en lo que es la primera convocatoria militante de su espacio a un sector específico de sus votantes: el del pibe Rappi, construido como paradigma del votante libertario. Ese que gozan de un trabajo desregulado, autónomo, flexible: libre. No se hablará de precarizado, porque esa categoría corresponde “a un mundo de hace 40 años”, según la definición del candidato. En el que cabía lo que aquí se describe como grandes molestias, obstáculos, y aún más, supremos entorpecedores: “Estado” y “sindicalismo”, alternativamente citados e igualmente demonizados.
Así las cosas, la muy concreta propuesta militante de La Libertad Avanza es que estos “pibes Rappi” (hay pibas también, pero aquí son absoluta minoría) repartan boletas de la lista violeta junto con los pedidos que les encargan a través de las plataformas. Son 18 los que asistieron a este primer encuentro en las oficinas de Bull Market Brokers –la empresa de negocios financieros de Marra, que, oh casualidad, también opera a través de una aplicación–, una convocatoria modesta si se compara con la llegada que este espacio dice tener en el mundo delivery, o con los más de 600 que, se anuncia, respondieron a la convocatoria en las redes y llenaron el formulario para repartir boletas en la Ciudad de Buenos Aires.
“La idea es que primero entreguen el pedido, después reciban el pago, y recién después comenten que tienen las boletas. ¡Para que si hay algún kirchnerista, no se pierdan la propina!”, dice en broma y en serio Marra. Avisa también que habrá banderas, pines y calcos para llevar en la mochila. No lo dice, pero la estrategia se completará con un intenso trabajo de expertos en redes que multiplicará exponencialmente cada foto que subida, con los hashtag correspondientes. Así se desplegará “una conversación”, se instalará el tema, se construirá sentido.
Nuevos viejos tiempos
La convocatoria de Ramiro Marra cumple todos los pasos de la adhesión militante: hay un llamado al que se acude, una charla para hablar de las propuestas, un pedido de acción. No hay, eso sí, una idea de que algo cambie, más bien se reivindica conservar lo logrado: “la libertad” de este tipo de trabajos. El local partidario está ahora en las oficinas de un broker, en la torre Fortabat de Retiro. Se eliminan los referentes territoriales; la figura convocante es directamente el candidato. A los que también se anotan a fiscalizar se les pregunta de qué comuna son, pero eso es apenas un detalle organizativo. El territorio, ahora, empieza y termina sobre ruedas.
Contra todo registro
Son las 11 de la mañana y una docena de trabajadores de diferentes aplicaciones permanecen sentados a la espera de Marra. La mayoría hizo una pausa en su jornada laboral para asistir. Suponen que se les pidió que concurran con sus mochilas “para publicitar al candidato” y mostrar su apoyo. Intercambian experiencias: predominan quienes usan Rappi y Pedidos Ya, pero también hay quien está pensando en pasarse a Didi Moto porque “rinde más”.
“Seamos sinceros, no nos podemos quejar, ganamos bien. Yo trabajaba en una empresa en el centro y ganaba 120 lucas, y eso lo hago en una semana”, dice Nicolás, quien sin embargo tiene una queja a las aplicaciones: “toman las distancias en línea recta, ¡como si fuéramos en helicóptero! Y así nos pagan menos por envío”. El crecimiento en la cantidad de robos en la “zona caliente” es una preocupación para los “riders”, y hasta un motivo para elegir otros barrios para trabajar, aunque se gane menos. No es la única razón para alejarse del centro: la queja unánime es contra el Rutramur, el registro de reparto a domicilio para la actividad en CABA. “Si la Policía te para y se pone quisquillosa te puede multar si no lo tenés”, reclaman. El candidato avisa que está en contra de ese y de todo tipo de registros; un colaborador informa que un tiempo atrás presentó un proyecto en la Legislatura para eliminarlo. “Además viola nuestra intimidad“, se queja alguien. El candidato le da la razón, redobla la apuesta con más ejemplos de libertades coartadas: “claro, podés no querer que se sepa que estás trabajando de Rappi, y te escrachan”.
“Estamos agradecidos porque ustedes entendieron lo que nosotros queremos defender: la autonomía”, arenga Marra. Reitera que valora ante todo la idea de “trabajar cuando cada uno quiere”, que es compartida por los asistentes. Aunque más tarde aclararán que deben pedalear o manejar la moto entre unas 10 y 12 horas diarias para redondear un ingreso.
Mantenerse alejados del Estado, o al menos pasar inadvertidos, es otro objetivo compartido: “Ustedes están zafando, nadie se está dando cuenta pero están bien en comparación a otros trabajos”, les dice Marra. Confía en la “flexibilización laboral”, que posibilita tener más de un trabajo porque “se complementan” y cuestiona “a quienes creen en un mundo de hace cuarenta años donde estabas en un trabajo eternamente”. “Si hay sindicatos va a haber menos empresas que quieran entrar a competir y las que queden van a tener menos incentivos para aumentarnos los viajes”, razona uno de los asistentes.
La reunión termina a una cuadra, en la plaza Roma, donde el candidato posa para las fotos y graba el video de rigor para las redes. Acuerdan continuar con las reuniones y formar un grupo de WhatsApp: “Si se mete un zurdito lo rajamos, pero no nos peleemos”, les pide Marra. El “nuevo equipo de militancia” ha quedado conformado.