Es posible que toda revista literaria de vanguardia “invente” un oponente con quien sostener una discusión y de esa manera intervenir en un territorio ya ocupado y por lo tanto hacer una diferencia. En la época que se publicó Literal, que hacíamos con Germán García y Osvaldo Lamborghini, Cortázar era un referente literario y crítico. Por lo tanto, creo que fundamentalmente por su omisión era una manera de mostrar una oposición con relación a los escritores del boom. Pero la discusión puntual era con el cortazarismo, que lo puedo condensar un tanto abruptamente en un humor un tanto ingenuo que encontraba en determinados estereotipos y guiños una complicidad inmediata con el lector de ese tiempo.
Hoy diría, lectores que se extrañan. Por supuesto, no me refiero a que se trate de la misma bibliografía, porque cada autor y cada libro hay que situarlo en su época. Lo mismo que a una revista.
El otro eje de la discusión de aquel tiempo era el realismo.
Es innegable que Rayuela marca una época. Sin duda, se impone “el primer” personaje femenino después de mucho tiempo: La maga. Cada chica de ese tiempo soñaba con serlo. El otro, Oliveira. En ese tiempo en que París era una fiesta.
Buenos Aires, Paris, y París Buenos Aires. Basta leer el cuento: “El otro cielo” donde aparecen, el pasaje de la galería Güemes y La Rue Vivienne de París. Basta leer de: Sarmiento a Cortázar el libro de David Viñas para “entender” las coordenadas de esas dos escenas fundantes de nuestra literatura.
Los malentendidos de la literatura no excluyen que ya a fines del sesenta los autores franceses con la irrupción del estructuralismo dominen la escena literaria e intelectual de Buenos Aires. En Literal hay múltiples referencias e incluso se los publica.
La lectura que propone Rayuela viene a interrumpir la lectura lineal de un libro. Quizas, la influencia de George Perec sea muy evidente. Pero la irrupción del libro instala un antes y un después en nuestra literatura.
Creo sí, que la división, que se quiere hacer con su obra, Cortázar como gran cuentista y el resto de sus es reduccionista.
En La vuelta al día en ochenta mundos ya tiene un epígrafe de M. Foucalut, y encuentro a Raymond Roussel y Las impresiones en África. Es decir, era un lector.
Me identifico con lo que se pregunta en ese libro, sobre Paradiso de José Lezama Lima: “Entonces ¿estamos los dos locos? ¿Por dónde saco la cabeza para respirar, frenético de ahogo, después de esa profunda natación de seiscientas páginas de Paradiso?”. Me gusta, porque hay libros que me enloquecieron.
Y me gusta cuando dice por qué escribe.
“Escribo por falencia, por descoloración y como escribo desde los intersticios, estoy siempre invitando a que otros busquen los suyos y miren por ellos…”. Cada escritor espía por el ojo de su cerradura.
*Escritor y psicoanalista.