Tim Burton está saludando, no ahogándose. El genio detrás de El joven manos de tijera, El cadáver de la novia y el éxito de Netflix Merlina tiene un enfoque inusual para hablar con la prensa. Acentúa sus comentarios con extravagantes rotaciones en forma de pulpo de sus larguísimos brazos. También es educado, amable y tan excéntrico como cabría esperar. El director habla por Zoom desde lo que parece ser una pequeña y oscura habitación de su casa londinense. Su aspecto es tranquilizadoramente gótico. Viste de negro, lleva el pelo hacia arriba (“Un peine con patas habría corrido más que Jesse Owens con sólo verle el pelo”, comentó Johnny Depp tras conocerlo) y podría pasar por un extra de una película de terror de la Universal de los años treinta.

El director acaba de tener que reducir las herramientas de su nueva película, Beetlejuice 2, debido a la huelga de actores de Hollywood; una frustración teniendo en cuenta que estaba a menos de dos días de terminar el rodaje de la esperada película (que recupera a Michael Keaton y Winona Ryder de la comedia de terror clásica de 1988).

Burton habla de intentar hacer la nueva Beetlejuice “con el mismo espíritu” que la primera película. Sin embargo, no es la única de sus viejas películas en la que ha estado pensando recientemente. El cineasta y artista se pone melancólico al recordar a Paul Reubens (alias Pee-wee Herman), el anárquico cómico fallecido a fines de julio. Reubens dio a Burton su gran oportunidad, al contratarlo para dirigir La gran aventura de Pee-wee (1985). Pero la carrera del cómico descarriló tras una polémica en su vida privada relacionada con la pornografía y las drogas. Burton, sin embargo, siempre le fue fiel.

“Trabajé con él”, dice Burton. “Le tuve en Batman vuelve e hizo algunas voces en El extraño mundo de Jack. Siempre le enviaba una postal de Navidad. Y hablé con él hace unos meses. Hablé con él unos 45 minutos… pero no tenía ni idea de cuál era su situación” (A Reubens le habían diagnosticado un cáncer). El director había tenido “una idea rara” para un proyecto en el que podrían haber colaborado una vez más… pero eso, obviamente, ya no ocurrirá.

Hay un momento conmovedor al final de El joven manos de tijera (1990), cuando la turba se vuelve contra el joven héroe inocente que tiene unas tijeras por manos. Le digo al director que lo mismo le ha sucedido simbólicamente a Depp, el protagonista de la película, y a Reubens, que cayeron en desgracia públicamente. “La cosa es así”, explica. “Cuando era niño, siempre tenía la imagen de los aldeanos furiosos de Frankenstein… Siempre solía pensar en la sociedad de esa manera, como el pueblo enojado. Cada vez se ve más. Es una dinámica humana muy, muy extraña, un rasgo humano que no me termina de gustar ni de entender”.

La amistad entre Burton y Depp llegó a ser muy profunda. “Era un poco parecido a mí, una especie de tipo de los suburbios, basura blanca, lo que fuera… conectábamos a cierto nivel”, dijo el director al sitio Deadline en 2022. El propio Burton nunca ha tenido que enfrentarse a la ira del público. Acaba de cumplir 65 años, pero su edad numérica, al parecer, funciona al revés de cómo siempre se ha visto a sí mismo. “Mirá”, dice. “Cuando era niño, me sentía como Roderick Usher, de ‘La caída de la casa Usher’ (de Edgar Allan Poe). Siempre me sentí viejo. En cierto modo, siento que estoy invirtiendo la situación. Cuando tenía 10 años, me sentía viejo y moribundo. En mi estado mental, estoy invirtiendo mi proceso”. Burton suena a Benjamin Button, sugiriendo que en realidad se siente más joven con el paso de los años.

Es probable que se refiera a la versión de Roger Corman de 1960 de La caída de la casa Usher, en la que Vincent Price interpreta a Roderick, pero la historia de Poe siempre ha tenido una gran resonancia para él. Una vez intentó adaptarla a la pantalla, sólo que actualizada a la California de su infancia, a partir de un guión del dramaturgo británico Jonathan Gems. El proyecto no prosperó, y ahora se estrena una versión rival de Netflix el mes que viene.

Keaton vuelve a su personaje de 1988.

Burton, mientras tanto, se prepara para una exposición de sus bocetos, pinturas, dibujos, fotografías, arte conceptual, storyboards, trajes, obras de imagen en movimiento, marionetas y, quién sabe, tal vez también las uñas de sus pies, en el Museo Nacional del Cine de Turín a fines de este mes. La nueva muestra ha sido descripta por el presidente del museo, Enzo Ghigo, y su director, Domenico De Gaetano, como “un viaje al universo visionario y a la creatividad de Burton”. Incluye abundante material del archivo personal del cineasta.

Entonces, ¿qué hace Burton con todos esos miles de artefactos reunidos a lo largo de una carrera que se remonta a casi medio siglo y que abarca clásicos modernos como Ed Wood y las películas de Batman protagonizadas por Keaton? ¿Guarda los viejos cachivaches en los cajones de su habitación?

Burton se ríe de la pregunta. En 2008, cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York planeaba por primera vez una exposición similar (que finalmente tuvo lugar en 2010), se puso a buscar el material que había dejado en cajones y cajas en casa de su abuela. “No sabía dónde demonios estaba el material, pero los curadores se pasaron un par de años encontrándolo todo. Al final me di cuenta de que nunca había tirado nada”, dice. “Es un poco inquietante, pero es lo que pasó”.

Ahora intenta “organizarlo un poco más… ya sean dibujos o cosas de películas, significan mucho. Ahora lo guardo y archivo un poco mejor. Pero al principio era más bien un acaparador, una rata de carga. Supongo que nunca tiraba nada. Tenía la sensación de que sí, ¡pero supongo que no!” Es partidario de exposiciones de su obra como las del Moma y Turín. “Con lo del Moma, fue a un museo gente que nunca había ido a un museo, sobre todo niños“. Espera que muchos de los jóvenes visitantes de la exposición de Turín se animen a dibujar, como él sigue haciendo cada día.

Es muy consciente de que la inteligencia artificial es quizá la mayor amenaza para la animación que cualquier otra forma de arte. Es casi como si fuera por él personalmente. “Hicieron que la IA hiciera mis versiones de los personajes de Disney”, exclama el director con fingido horror. “No puedo describir la sensación que te produce. Me recordó a cuando otras culturas dicen ‘No me saques una foto porque te está quitando el alma'”.

Los ejemplos generados por IA fueron creados por Buzzfeed para un reportaje online.  Incluían una Bella Durmiente de rostro blanco pálido y larga melena rubia, vestida de negro y con puntadas en las mejillas; una Pocahontas corriendo por un bosque encantado similar a Sleepy Hollow; y una Blancanieves de pelo negro azabache y ojos macabramente grandes. Burton reconoce que algunas de ellas eran “muy buenas”. Pero eso no significa que disfrutara de la experiencia de ver su propio arte clonado e imitado. “Lo que hace es chuparte algo. Te quita algo del alma o de la psiquis; eso es muy inquietante, sobre todo si tiene que ver contigo. Es como si un robot te quitara tu humanidad, tu alma”.

Burton y Jenna Ortega, coprotagonista de Beetlejuice 2.

Se refiere a su trabajo, ya sea dibujar, escribir o incluso hacer películas, como “algo terapéutico”, una forma de dar sentido al mundo. De niño, Burton se vio atrapado en el desierto suburbano de Burbank, en Los Ángeles, sede de los estudios Disney, pero no, como ha dejado claro en mordaces comentarios en entrevistas anteriores, un lugar inspirador para que crezca un aspirante a artista. “Podría ser cualquier lugar de EE.UU.”, dijo al escritor Mark Salisbury, describiendo la ciudad como “un entorno en blanco”. Con otro periodista se refirió a Burbank como “el pozo del infierno”. Sin embargo, ahora volverá a Burbank. El ayuntamiento de la ciudad declaró el domingo 24 de septiembre como “Día de Tim Burton”, y él volverá a su ciudad natal para aceptar un nuevo Premio Visionary.

“Todo lo que he dicho lo dije en serio”, insiste Burton sobre todas esas observaciones filosas a lo largo de los años sobre Burbank. “Pero al mismo tiempo, es de donde sos. Esas experiencias, vivir allí y crecer allí, dieron forma a lo que soy. Cuando hablaba negativamente, era sólo desde un lado de mi psiquis. El otro lado es que yo soy de allí, y si no hubiera sido de Burbank, no creo que hubiera sido quien soy. Definitivamente forma parte de mí, aunque ya no viva allí. Es como todo. Nada es sólo positivo en tu vida”.

Burton parece receloso sobre el recibimiento que le darán en su ciudad natal. “¿Me darán la llave de la ciudad? No lo sé…”, dice con cautela. “Fui a mi reunión de 10 años en el instituto sólo porque en realidad no conocía a nadie en el instituto. Eso fue hace muchos años. Creo que no conozco a nadie en Burbank, no estoy seguro… ya veremos”.

El padre de Burton, que trabajaba para el departamento de Parques y Recreación de la ciudad, era jugador de béisbol de ligas menores. Le pregunto si se le han pegado algunos de los genes de Babe Ruth. No parece un deportista, pero una vez se rompió la mano jugando al waterpolo y dice que de niño tenía cierta habilidad deportiva. “El artículo del periódico decía que yo era una estrella del waterpolo que se había perdido la temporada por una fractura en la mano, pero yo nunca recordé que fuera tan bueno… mi padre tenía más habilidad deportiva que yo. Pero hice mis pinitos en el deporte, sí”.

Al final, sin embargo, optó por la vía artística y ganó una beca para asistir al programa de animación del California Institute of the Arts, patrocinado por Disney. John Lasseter, de Pixar, fue compañero de estudios. También lo fueron otras luminarias, como el guionista y director de Los Increíbles Brad Bird, John Musker (famoso por Moana) y Henry Selick (director de la película stop-motion concebida por Burton en 1993, El extraño mundo de Jack), que se convirtieron en figuras importantes de la animación de Hollywood. “Era una escuela cara, y no habría podido ir si no me hubieran dado una beca“, dice.

Burton recuerda con nostalgia los días en que solía “pasear desnudo por los pasillos”. Los demás estudiantes consideraban a los que estudiaban animación de personajes como “bichos raros”, pero él encontró muchos espíritus afines entre sus compañeros. “Me sentía como un grupo de ligeramente marginados, todos juntos, lo cual era agradable”. Recuerda la “camaradería, rivalidad, amistad, espionaje e intriga” entre los estudiantes.

De CalArts Burton dio el salto a Disney. Sus colegas afirman que una vez, después de que le sacaran las muelas de juicio, se paseó por las oficinas con las encías sangrantes, simulando ser un vampiro, goteando sobre las mesas de sus compañeros. “Era una declaración de héroe torturado, dramático, a lo Vincent Price”, cuenta Musker. “Yo lo seguía mientras lo hacía. Al final perdió tanta sangre que tuvieron que enviarlo al otro lado de la calle, al hospital. Estaba a punto de desmayarse. Fue una escena como de cine, y Tim la interpretó con total honestidad. No se salía del personaje”. ¿Es eso cierto? “Tengo fotos que lo demuestran”, insiste Burton. “Debería haber sabido desde el principio que tenía una relación problemática con Disney. Esa debería haber sido la primera señal”.

¿Y qué opina de Disney hoy en día? “Supongo que es como Burbank, pero peor… es como una familia. Puedo mirar atrás y reconocer los muchos, muchos aspectos positivos de trabajar allí, y todas las oportunidades que he tenido. Puedo reconocer todas y cada una de ellas muy profunda y positivamente. Del mismo modo, puedo identificar el lado negativo, el que destruye el alma. Como en la vida, hay de todo”.

En el lado positivo, Burton adquirió una valiosa experiencia trabajando en películas como El zorro y el sabueso (1981), Tron (1982) y El caldero negro (1985), en la que fue artista conceptual. El estudio le dio oportunidades. Financió sus primeros cortometrajes Vincent (1982), sobre un niño que se hace pasar por Vincent Price, y la versión corta de Frankenweenie (1984), que convirtió en un largometraje de stop-motion en 2012.

Una forma de escapar de Burbank y Disney era irse a Europa. Burton se aventuró en el Reino Unido en 1989, cuando recreó Ciudad Gótica en los estudios Pinewood para su versión de Batman. Trabajando con el visionario diseñador de producción Anton Furst y un ejército de técnicos, creó uno de los mayores decorados jamás construidos en un estudio británico. No rodó en Gran Bretaña la secuela de 1992, Batman vuelve, pero muchas de sus películas posteriores se filmaron en las islas. Su casa sigue estando en Hampstead, estuvo casado durante muchos años con la estrella británica Helena Bonham Carter, y se le puede calificar sin temor a equivocarse de anglófilo.

“De donde vengo, me sentía extranjero. Al crecer, siempre me sentí extranjero. Cuando fui a Londres… fue muy extraño. Me sentía extranjero, pero me sentía cómodo allí. La gente era más excéntrica. No sé, tenía algo”, reflexiona Burton. Dice que ahora se siente “como en casa” en Inglaterra. Una paradoja de Burton es que es un solitario sensible afincado en el Reino Unido y, sin embargo, ha operado con éxito durante muchos años dentro del sistema de estudios de Hollywood, realizando películas de enorme presupuesto. Ha producido y dirigido sus propias películas. ¿Cómo ha prosperado en un universo tan brutal y darwiniano?

“Sinceramente, no lo sé, porque no se me da muy bien hablar o hablar o intentar vender algo, por así decirlo. Mirando atrás, es un viaje muy, muy extraño que no puedo explicar del todo”. Parece perplejo ante su propio éxito; el director dijo a menudo que hacer una película para un gran estudio es una experiencia tan agotadora física y emocionalmente que al final queda destrozado. frecuentemente jura que no volverá a hacerlo, pero, con el paso del tiempo, siempre vuelve a la carga.

“Por eso me cuesta ver las películas después, porque sigo sintiendo lo emocional que sea. Eso no me libera. Pero disfruto con toda la gente con la que he trabajado. En esta última, Beetlejuice 2, disfruté mucho. Intenté despojarme de todo y volver a lo básico, a trabajar con buenas personas, actores y marionetas. Fue como volver a la razón por la que me gustaba hacer películas”. La nueva película no sólo recupera a viejos favoritos como Keaton, Ryder y Catherine O’Hara, sino que su reparto incluye a Monica Bellucci (de quien se dice que es la nueva novia del director), Jenna Ortega, de Merlina, y Willem Dafoe.

La película se estrenará en septiembre del año próximo, y Burton espera terminarla en cuanto se resuelva la huelga de actores. “Me siento agradecido de que hayamos conseguido lo que conseguimos. Literalmente, faltó un día y medio”, dice. “Sabemos lo que tenemos que hacer. Está hecho al 99 por ciento”. En ese momento, el movimiento de brazos se detiene: los publicistas ponen fin a la entrevista. Al despedirse de Zoom, Burton se parece un poco a uno de los personajes de sus películas que se retira a la oscuridad: una figura fantasmal y amistosa que se despide por última vez antes de desaparecer.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.



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