Vamos a extrañar tanto a Mario de Palermo. Por su modo paciente de encontrar, aunque más no sea, alguna verdad en este océano de incertidumbres que es la realidad política argentina.

Aprecié su estilo docente y atrevido de describir y escribir, su apego y respeto por la gente de a pie y su jovialidad. Tenía calle, primero y segundo tiempo de cancha, ética, valor personal y mucho sentido del humor.

En su columna de opinión del domingo pasado en Página pinta de cuerpo entero a quienes por exceso o por defecto hicieron del candidato de la ultraderecha una figura central. Escribió: “Periodistas domesticados que no saben a qué derecha apostar ni cómo sería el mundo sin pautas publicitarias, lo eximen de repreguntas”. Todo dicho. Y bien dicho.

Los que nos sentimos cerca del lado Wainfeld de la vida – que no somos pocos- te quedamos enormemente agradecidos porque nos dejaste una obra. Chau,querido.



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