Jamil Mahuad, el de la dolarización, fue un defenestrado presidente de Ecuador. En 1998 había sido elegido para un periodo de 4 años, fue echado del poder en el 2000; ríos de gente no dejaron de protestar hasta lograr su salida del palacio presidencial.

La dolarización, en cambio, había expulsado del país a millones de ecuatorianos, familias enteras que no encontraron esperanza alguna en un país devastado por el neoliberalismo, ese que destruye lo público, que acaba con la educación, la salud, que desprecia el desarrollo humano.

Mahuad había sido alcalde de Quito, cumpliendo una aceptable tarea porque miró a la ciudad sin los ojos de la avaricia, el poder local tiene, por sus cercanías con la gente, al menos en el caso ecuatoriano, unos componentes como más humanos. Como representante de la capital ecuatoriana, asistió, en 1997, a una reunión de alcaldes iberoamericanos en Barcelona; sufrió un derrame cerebral que, de todos modos, limitó su capacidad de acción. Pero ya había sido reclutado por poderes mayores que habían visto en él a una suerte de delfín que, desde su matriz demócrata cristiana, podía tomar la posta para asumir un poder que debía, como casi siempre en la historia de Ecuador, estar al servicio de las oligarquías criollas.

Mahuad devino desastre, había caído en las garras de una política económica que se puso al servicio, principalmente, del capital financiero. Lo de Ecuador fue criminal, tuvimos feriado bancario (incautación de los depósitos de la gente; devueltos luego con unos certificados que se pagaban con descuentos de hasta el 60 por ciento; con una institución, Corporación Financiera Nacional, que se los compró luego a esa banca al 100 por ciento), la gente literalmente asistió al fallecimiento de seres queridos porque, a pesar de supuestamente tener los recursos, no pudo retirarlos de los bancos. No hubo para remedios, no hubo para estudios, no hubo para planificar nada, solo quedó el pesimismo y el sufrimiento. Mahuad vive ya más de 23 años afuera, creo que en Estados Unidos, y aun hoy pronunciar su nombre es como espetar una mala palabra.

El Mahuad del Eclesiastés, del carpe diem (aprovechar el hoy), fue solo bonito discurso de posesión, escrito por un gran poeta ecuatoriano que también decía que el “Cantar de los cantares” era el mejor poema jamás escrito. Mahuad resulta hoy un fantasma que persiste en la memoria del espanto.

Ese oscuro personaje dice hoy que ha sido contactado por un asesor del candidato Javier Milei de la Argentina: Emilio Ocampo que juega en el mismo equipo, el de los rayados (en Ecuador decimos que alguien que anda medio loco, se ha rayado).

Hay que tomar muy en serio los jueguitos de gente como Mahuad, de Durán Barba, porque los costos de sus aventuras son muy altos, y es la gente llana, la de a pie, la que paga la maldita factura. Atención América Latina, han vuelto y están desatados.

* Comunicador, cientista social y exvicecanciller de Rafael Correa



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