Pedro Almodóvar está de vuelta. Y eso siempre es una buena noticia. Luego de incursionar en el cortometraje con La voz humana, ahora el director manchego presenta Extraña forma de vida, un “western gay”, como lo definieron algunos críticos. Pero no sólo Almodóvar propone de nuevo un film de 30 minutos de duración, sino que, al igual que en The Human Voice -que hizo en 2021 con Tilda Swinton-, es hablado en inglés y esta vez protagonizado por Ethan Hawke y Pedro Pascal. 

Su nuevo film tuvo su première mundial en mayo de este año en el Festival de Cannes. Una breve sinopsis señala que después de veinticinco años, Silva (Pascal) monta a caballo por el desierto para visitar a su amigo, el sheriff Jake (Hawke). Celebran el encuentro, pero a la mañana siguiente Jake entiende que el motivo del viaje no es recordar su amistad, ya que Silva pretende proteger a alguien que el sheriff busca como sospechoso de un asesinato​.​ Se trata de una historia que tiene dureza y ternura, amor y violencia, palabras opuestas que solo se complementan en el universo almodovariano. Extraña forma de vida se podrá ver este domingo a las 21 en ArtHaus (Bartolomé Mitre 434), en el marco del Mubi Fest Buenos Aires, primer festival de la plataforma de cine de autor, que busca brindar una experiencia presencial e inmersiva para los amantes del cine. Y a partir del 20 de octubre se podrá ver por Mubi. Página/12 y otros cinco medios de Latinoamérica conversaron con el director manchego que, por Zoom, habló del corto y de todas las cosas que le gusta comentar al ganador de dos premios Oscar.

-Muchos creen que el corto es un paso previo al largometraje, pero lo bueno es que vos revindicaste el formato con tus últimos trabajos. ¿Qué te permite expresar el corto que no es posible en un largometraje? -preguntó Página/12.

-A lo mejor es algo personal, pero yo me he sentido mucho más libre. Me he sentido como al principio de mi carrera. Me sigue apasionando el cine. Solo lo hago por pasión. Si yo no siento pasión por un guión, no doy el paso siguiente que es empezar a preparar la película. Necesito eso y hasta que no lo siento no decido qué película voy a hacer. El corto te permite una mayor experimentación que si fuera un largo. A mí esa parte experimental en La voz humana, por ejemplo, me interesaba mucho. Y en un largometraje creo que no hubiera sido capaz de hacerlo porque me habría resultado redundante y la idea no habría quedado tan espectacular como en el corto. Incluso aunque sea de ciencia ficción, un largometraje guarda una relación mayor con la realidad. Y el pequeño formato te permite que lo abordes de un modo, no quiero decir caprichoso, pero sí que experimentes más con la historia. Hay veces que, de pronto, tienes una idea, la desarrollas y esa historia dura, como en el caso de Extraña forma de vida, treinta minutos. Y es bueno.

-¿Y cuando la escribiste sentiste que podías continuar escribiendo?

-De hecho, después de la promoción se me van a ocurrir un montón de ideas de lo que ocurre con los tres personajes principales: Jake, Silva y el hijo de Silva. Pero está muy bien darle la longitud que te pide lo que acabas de escribir. Y esa longitud que me pedía era un corto. Eso también es un ejercicio de libertad y, sobre todo, me he sentido un poco como al principio de mi carrera, como si estuviera empezando, una sensación muy maravillosa. El corto es el mejor modo de que futuros cineastas empleen sus armas por primera vez en historias y se presenten en el mercado. Pero creo que también para los que ya hemos dirigido varias películas, siempre que la idea te pida esa longitud, debe ser así, sobre todo ahora con las plataformas. La idea de que una película debe durar una hora y media ya no existe. Yo he visto cosas de quince minutos, cincuenta o una hora. Se ha liberado mucho lo que es el canon de que una película tiene que durar al menos 90 minutos. Para mí ha sido muy estimulante y estoy muy contento del resultado de los dos cortos.

-Más allá del corto: fue muy debatida en España Madres paralelas, con Penélope Cruz, por el tema de la memoria histórica. ¿Cómo observás el hecho de que no haya justicia para los familiares de las víctimas del franquismo que no pueden tener una sepultura, más allá de lo que dice la película? -inquirió este diario. 

-Ese es uno de los temas principales de la película sobre el que yo quería pronunciarme. Ustedes solucionaron ese problema mucho antes. Vi la película Argentina, 1985 y pasaron unos pocos años para que fueran juzgados los culpables de la dictadura. Nosotros estamos hablando ya de 85 años o tal vez más y es un problema que no está del todo resuelto. Rodríguez Zapatero hizo una ley de memoria histórica, pero muy incompleta porque dejaba que en los distintos lugares donde estaban las fosas comunes fueran los alcaldes o presidentes de esa comunidades los que decidieron si era idóneo abrirlas o no. Y, en general, decidieron que no. Y además era una ley que no dotaba de dinero para llevar a cabo (a pesar de que el trabajo se hace básicamente con voluntarios) trabajos de antropólogos forenses, análisis, etcétera. Por suerte, hace unos años, el Partido Socialista aprobó la Ley de Memoria Democrática, en la que incluía que la exhumación de fosas era una cuestión de Estado y el Estado se hacía cargo de ello. Han empezado lentamente porque cuesta mucho trabajo ya que la derecha española está absolutamente en contra de eso. Algo muy irracional y muy inhumano porque para los familiares de las víctimas (que van muriendo los pocos que quedan, ya que son muy mayores), hay que tener en cuenta que no es cuestión política, es una cuestión meramente humana: quieren ver y enterrar lo que queda de sus padres, hermanos, tíos, abuelos para darles una sepultura digna, poder llevarles flores, poder rezarles (si son creyentes). Es algo meramente humano y es terminar un duelo. Y cerrar una herida.

-¿Y para la derecha?

-La derecha española piensa que es lo contrario: abrir heridas. No se abre ninguna herida, se cierra. Además, yo creo que la sociedad española tiene una deuda con esos familiares porque en un momento en el que hubiera sido mucho más fácil abrir las fosas y haber hecho una ley de memoria histórica adecuada (estoy hablando de cuando los socialistas tuvieron mayorías absolutas), no se hizo. Entonces, los muertos enterrados en fosas fueron de nuevo ignorados durante la transición. Era uno de los precios que había que pagar. Era muy difícil transitar de un régimen absolutamente totalitario a una democracia. Todos los partidos tuvieron que hacer concesiones y ser pragmáticos. Y el Partido Socialista, en su pragmatismo, sacrificó eso. Había más de 100 mil enterrados en fosas. Yo le reprocho al Partido Socialista no haber hecho nada cuando durante los años ’80 Felipe González tuvo dos o tres mayorías absolutas seguidas. Ahora la gente lo ve demasiado lejos. Hay que cerrar un capítulo histórico, que es nuestra guerra civil, y que es lo peor que ha ocurrido en mi país en el siglo pasado. Ahora están desenterrando, pero es muy difícil. En lo que era el antiguo Panteón de Franco, el Valle de los Caídos, sin consultar a las familias enterraron miles de cadáveres de republicanos. Y ahora están llevando ese trabajo lento y con un gobierno que no sabemos si será el que nos gobierne dentro de dos meses o no (el socialismo es interino en este momento) porque el Partido Popular ya ha dicho que en el momento en que tome el poder derogará esa ley, que será lo primero que haga. Lo que no va a poder hacer es que ya hemos sacado a Franco de ese mausoleo y se enterró en otro lugar porque era burdo y casi grotesco que un dictador tuviera un lugar donde se le fuera a rendir honores. Eso era en el Valle de los Caídos.

-Es inevitable que las personas con el paso de tiempo vayan cambiando y tengan expectativas distintas de la vida. Hoy como director, ¿te interesa contar otro tipo de historias de las que quizás contabas hace algunas décadas?

-Yo creo que las historias que cuento ahora son distintas de las que contaba en los años ’80 y también tienen un tono distinto porque, en efecto, va pasando el tiempo, no solo porque biológicamente, vas madurando y vas convirtiéndote en un señor mayor. En mi juventud no era mi idea escandalizar a nadie, pero mis películas resultaron muy escandalosas. Fui todo lo lejos que pude ir contando las historias que conté en los años ’80 y principios de los ’90. Por ejemplo, ahora –como en Madres paralelas– me interesa hacer una película explícitamente política, que no había hecho, aunque todas las películas lo son. Además, todas mis películas hablan de la libertad de los personajes, lo cual es una actitud política muy clara. Pero, por ejemplo, desde Julieta hasta ahora, estoy haciendo un cine más contenido, más sobrio y justamente por la exuberancia y el barroquismo de las películas que he hecho previamente. De un modo natural, lo mismo que uno va cambiando físicamente, también va cambiando como director.

-¿Qué significan las ovaciones en este momento de tu vida? Hace poco en Cannes hubo aplausos sonoros al corto. Y es interesante hacer ese contraste entre lo que era escandalizar y lo que significa ser tan reconocido. ¿Te llama la atención o te resulta un fenómeno natural de la aventura que llevas?

-Hay festivales como los de Cannes y Venecia, donde realmente la audiencia va a salas de mil personas. El aplauso y la ovación unánimes durante diez minutos es un acto de extrema ternura. Y se acerca mucho a una declaración de amor instantánea, aunque cinco minutos después eso ya no exista. Me ha emocionado mucho, no por una cuestión de vanidad. Nunca la vanidad ha tenido que ver con eso. Lo he tomado como una declaración personal de cada una de las personas que estaban en la sala, de que lo que había hecho les había interesado y les había llegado y les había emocionado. Los directores no somos como los cantantes o los deportistas que reciben de inmediato la reacción a lo que están haciendo. Eso es maravilloso, pero solo existen en esas profesiones. Quiero decir, para un director es un gusto hacer la película, después se pone en un festival o se estrena. La película la tienes presente, pero nadie te está mirando cuando estás trabajando. Entonces, esa reacción te demuestra que mereció la pena verla y mereció la pena esperar.

-¿Y cómo vivís ser tan reconocido, tener la carrera que tenés a diferencia de lo que antes era escandalizar?

-Desde que empecé a trabajar, ya me etiquetaron como infant terrible. Ni era niño ni era terrible en ese momento. Pero bueno. Mis primeras películas escandalizaron mucho en España, en Europa y en Estados Unidos. La gente creía que yo era un provocador deliberado. Yo no pensaba nunca en provocar ni en transgredir nada, sino presentar el mundo según yo lo veía y según mi propia mentalidad e imponerlo, que es el poder que tiene el director. Lo que voy buscando en el espectador es reciprocidad. Lo que ocurre es que el hecho de que los espectadores se puedan escandalizar significa también que la película que están poniéndole es algo que está vivo y que ellos también están vivos. Me gusta que reaccionen, aunque sea para mal porque eso significa que ambos estamos vivos. Pero ya con veintidós películas, la gente ha ido reconociendo que este es mi modo de funcionar, mi modo de trabajar, esta es mi sensibilidad a la hora de hablar de personajes y este es el universo del que hablo. Por ejemplo, llamaba mucho la atención que mezclara tanto los géneros porque excepto Mujeres al borde un ataque de nervios, que es una comedia, en todas las demás había humor pero no las clasificaría como comedias. Estaban entreveradas con thrillers, con grandes melodramas, con sainete. Para mí la mezcla de géneros y el eclecticismo era algo que iba conmigo también. Y también formaba parte de la época en que yo empecé a trabajar. Yo comencé cuando la democracia daba sus primeros pasos en España. Entonces, las generaciones jóvenes éramos catalogadas por la prensa como “posmodernidad”. En esa posmodernidad, el eclecticismo formaba parte de lo que hacías, tanto fuera música, literatura o cine. Yo sigo siendo muy ecléctico. Y creo que, a lo largo del día uno vive un montón de situaciones muy distintas que pertenecen a distintos géneros. Puedes empezar con una comedia o con un drama y seguir con algo de terror y terminar con algo parecido a la ciencia ficción. Quiero decir, el día da para muchos géneros. Yo así es cómo me he mostrado. Y, a mediados de los años ’90 la crítica, en general, y en todo el mundo, empezaba ya a reconocer que yo era así. Es mi modo, es mi estilo de trabajar y, entonces, ya la gente se ensañaba menos.

Pedro Pascal y Ethan Hawke.

El pudor de escribir

Pedro Almodóvar lanzó hace unos meses El último sueño, un libro de relatos inéditos marcados por su educación católica, su madre y el poder de la ficción en su vida. Consultado si piensa seguir explorando la faceta literaria en papel, el cineasta señala: “Dos de las historias del libro estaban guardadas en un cajón por mi asistente y las había escrito en los años ’70. Entonces, el libro recoge relatos de los 70, los 80, incluso de hace un año. Yo soy muy pudoroso con la literatura: tengo un gran respeto por ella”, cuenta Almodóvar, mientras agrega que sus editores están “tan contentos” que le están pidiendo que les entregue nuevo material. 

“Continuamente estoy escribiendo. Desde que aprendí a escribir a máquina, que mi madre me la regaló cuando yo tenía 10 años, sigo escribiendo. Soy muy pudoroso porque me gusta mucho leer y, como pongo en el libro, escribo sin ser consciente de que lo que escribo sea una gran novela, en el sentido que nunca voy a ser como Roberto Bolaño, por ejemplo. Escribo con la humildad del respeto a los grandes literatos y a las novelas que conozco. Nunca voy a ser Julio Cortázar, aunque me encantaría poder tener acceso a un 10 por ciento de su talento”, explica Almodóvar. Pero asegura que seguirá escribiendo.

El avance de la derecha

El mundo está entrando en una etapa vertiginosa de cambios y hay movimientos de derecha desvergonzados de lo que dicen, sumados a las promesas de retrocesos de derechos. ¿Cómo va Almodóvar los cambios sociales y culturales que están sucediendo? “Hay un aspecto en que el mundo completo ha cambiado: el fortalecimiento de la derecha o la aparición de la ultraderecha en países en los que no existía porque en España no existía un partido de ultraderecha hasta hace cinco años. Y pensaba que realmente en España estábamos curados de eso porque todavía está en la mente de todos la Guerra Civil, que fue tan traumática y que todavía no la hemos superado”, plantea el realizador. “Yo creo que fue uno de los efectos malignos de la irrupción de Trump en la política mundial. Ha dicho una cantidad de disparates, que está prohibido además hablar de ellos en ese tono, y que despertó a todos los políticos totalitarios y de ultraderecha. De pronto, empezaron a aparecer Bolsonaro en Brasil, Meloni en Italia y aquí despertó a Vox, el partido que está a la ultraderecha del Partido Popular”, agrega. 

Almodóvar no duda que “todo esto es algo muy preocupante”. “La gente se atreve a decir cosas que son injustas y anticonstitucionales. Sin embargo, han sido votados por la gente, con lo cual eso los legitima. Para la vida política española indica una confusión enorme, entorpece mucho lo que es la vida política. Es una carga enorme y de nuevo tenemos que empezar a defender derechos que ya habíamos conseguido a base de mucha lucha, como el derecho al aborto, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo. Muchos derechos que para nosotros ya son antiguos, sin embargo, ahora la derecha se los está replanteando. Entonces, todo eso es un paso atrás”, sostiene Almodóvar. 

“Mi actitud es de preocupación y dentro del pequeño puesto que represento en la cultura de este país trato de reaccionar a todo aquello que me parece injusto y de apoyar todas las causas justas. Es un momento peligroso para todos, para ustedes los argentinos desde luego. Creo que nosotros estamos por ahí en mejor situación, da la impresión de que va a seguir gobernando el Partido Socialista, lo cual es un respiro, pero la situación de la sociedad española nunca ha estado tan crispada como ahora”, concluye Almodóvar.



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