Investigadores e investigadoras que trabajan en el exterior realizaron una declaración en defensa de la ciencia argentina. Más allá de las posiciones políticas –entre ellos se reconocen de las más diversas ideologías– los une “el espanto” frente al avance de la extrema derecha y la posibilidad de que el candidato Javier Milei sea electo presidente en las próximas elecciones. La nota colectiva ya fue firmada por más de 1400 graduados argentinos en universidades públicas que, en el presente, trabajan en reconocidas empresas internacionales como Microsoft o Meta. En la lista, incluso, se incluyen nombres como el de Juan Martín Maldacena, el físico nacido en Buenos Aires que, habitualmente, suena en la arena mundial como posible premio Nobel.
La declaración inicia de este modo: “Somos argentinos y argentinas. Nos formamos en la Argentina. Trabajamos en el exterior haciendo ciencia y construyendo tecnología. Tenemos ideologías político-partidarias distintas, y sin embargo nos une la preocupación por algunas mentiras que se están diciendo en la campaña electoral argentina y que ponen en riesgo las posibilidades de crecimiento que tiene nuestro país en el futuro”. Y luego, en otro pasaje, el texto continúa haciendo alusión al rol clave que tiene el Estado en todas las potencias mundiales para promover el desarrollo de la ciencia y las sociedades. “Es falso que Estados Unidos, China, Rusia, Corea del Sur o países de Europa hayan llegado a ser potencias sin que el Estado invirtiera fuerte y sostenidamente en ciencia básica y aplicada, estimulando la colaboración entre centros de investigación pública y empresas privadas”.
Consultado por el origen de la iniciativa, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Guillermo Durán, comenta: “Es una iniciativa de investigadores e investigadoras que trabajan en el exterior. Originalmente empezó como una propuesta desde las ciencias exactas, pero luego se extendió a profesionales de otras. Una respuesta frente a la preocupación que significa el avance de algunos discursos de derecha que se oponen a la ciencia, la tecnología, la universidad pública y la educación en general”.
Si bien surgió a partir de un grupo de WhatsApp del que participan más de cien graduados de la UBA (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales) radicados en el exterior, luego se expandió hacia miembros del Programa Raíces que, además de fomentar la repatriación de cerebros en el exterior, establece redes de contacto para los que deciden permanecer en otras latitudes, pero se hallan ligados a Argentina.
Distintas ideologías, el mismo grito
Uno de los principales aspectos a destacar es la heterogeneidad ideológica de quienes, hasta el momento, suscriben al texto. “Es una declaración política, firmada por gente del kirchnerismo, pero también por personas que en otras oportunidades han apoyado a gestiones de signo opuesto”, apunta José Wesfreid, físico (UBA), radicado en Francia desde 1976 y director de investigaciones en el CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique, organismo equivalente al Conicet). El documento es valioso, precisamente, por su transversalidad, al representar a los más diversos signos partidarios que, de una manera u otra, reconocen la importancia del rol estatal en la promoción de la ciencia y la tecnología.
Más allá de que en el texto no esté explicitado ningún nombre, para Fernando Mordi Guerrieri –biólogo (UBA) y neurocientífico que vive en Francia– la alusión es clara. “La nota es colectiva y nuestro interés en firmarla surge como respuesta a las declaraciones anticientíficas y contrarias a mantener el sistema científico y la formación universitaria en Argentina, manifestadas particularmente desde el espacio de Javier Milei, pero también por otras voces que constantemente buscan desprestigiar el trabajo de los investigadores y docentes”, detalla el profesor en la Université de Tours.
Un Estado arquitecto
Los referentes coinciden en que ninguno de los países considerados “desarrollados” hubiera alcanzado tal grado de progreso si el Estado no hubiera participado de manera activa a través de incentivos y canales de promoción y fondos. “En base a la experiencia que tienen de habitar otros países, no existe ninguna posibilidad de tener una nación seria si no existen fuertes inversiones estatales en estos rubros”, indica Durán. En el miso sentido, Wesfreid plantea: “La experiencia internacional indica que sin los Estados no es posible mantener líneas de investigación estatales pero tampoco privadas. Todos tenemos experiencias muy positivas que surgen de las agencias nacionales y de los subsidios que fomentan”.
Desde internet, los viajes espaciales y la inteligencia artificial, hasta los medicamentos y el iPhone; todo, al menos en un comienzo, requiere de un Estado arquitecto, que planifique y estimule. Mario Borgnia, biólogo graduado en la UBA y actualmente Director del Centro de Microscopía Molecular del NIH (Institutos Nacionales de Salud), comparte el ejemplo en Estados Unidos. “El Gobierno provee fondos en áreas de ciencia básica, cosa que ocurre porque no todo lo que se investiga convoca a un interés económico inmediato”, dice. Y continúa: “EEUU mantiene la investigación médica con más fondos del mundo. A través del NIH, se distribuyen subsidios a investigadores académicos en universidades y centros. Es la base que luego le permite a la industria farmacéutica diseñar terapias y medicamentos, que en última instancia llegan a las personas”, explica.
De hecho, fueron los conocimientos básicos en virus como el VIH, el MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) y el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) los que habilitaron al diseño veloz de vacunas durante la pandemia de la covid y así se pudieron salvar millones de vidas. De la misma manera, a través de la NASA (citada como ejemplo recurrente por voces opositoras), el Estado norteamericano promueve el desarrollo de los más diversos productos a través del fomento de investigaciones aplicadas pero también básicas. “Creemos que es clave el apoyo estatal a la ciencia, porque ello redunda en aportes en cuestiones sanitarias, ambiente, economía e industria. Los países desarrollados que se suelen admirar desde Argentina lo son porque la inclusión social está garantizada”, completa Mordi Guerrieri.
De los profesionales de la ciencia que firmaron esa nota, un 24 por ciento desarrolla sus actividades en Estados Unidos, y luego siguen los que desempeñan sus funciones en otras naciones como Brasil (13 por ciento), España (11 por ciento), Francia (9 por ciento) y Alemania (8 por ciento). La radiografía del éxodo (empujada por gobiernos dictatoriales o neoliberales), también incluye otros destinos como Reino Unido, Italia, Suiza e Israel.
El interrogante queda abierto: ¿serán las mismas naciones que recibirán a los cerebros argentinos si en octubre gana Milei?