Empezó coqueteando con el cine en Glue, la película que Alexis Dos Santos estrenó hace diecisiete años. A partir de entonces, Inés Efron comenzó a cimentar su carrera que, en la actualidad, la encuentra como una de las mejores actrices que ha dado el semillero nacional. Lejos de todo glamour, Efron es sencilla, simpática y contagia una asombrosa serenidad, todo lo contrario de los personajes conflictivos que interpretó en las películas de Lucía Puenzo. 

Fue precisamente en XXY que le llegaría el reconocimiento, cuando interpretó con altura el drama de Alex, una adolescente intersexual. Luego, Puenzo la convocó nuevamente para el coprotagónico de El niño pez. Pero también compuso personajes luminosos y simpáticos como, por ejemplo, el de la comedia Amorosa soledad, de Victoria Galardi y Martín Carranza. Nació en México porque sus padres fueron exiliados políticos, pero no le interesa la política ni lee los diarios. Pero Efron es sinónimo de calidad de actuación y en cada aparición suya en la pantalla grande encandila con su espíritu luminoso. Así lo demuestra también en El vasco, la película de Jabi Elortegi que, tras su estreno en España y su participación con excelente recibimiento en el Festival de San Sebastián, llega a las pantallas argentinas el jueves 14 de septiembre.

El vasco se trata de un film que habla de la migración, los vínculos, y la necesidad de empezar de nuevo lejos de la tierra propia. Y el darse cuenta que aunque alguien se aleje miles de kilómetros para encontrar algo nuevo, terminará resignificando sus raíces mucho más de lo que pensaba. Mikel (Joseba Usabiaga) es vasco y atraviesa una crisis personal. Buscando alejarse de su ciudad natal acepta la propuesta de un tío para irse a la Argentina. Cuando llega, se encuentra en una pequeña comunidad apasionada por sus raíces vascas y todo lo que le han prometido no existe. Arrepentido, Mikel intenta marcharse, pero sus días tendrán un giro inesperado cuando conoce a la abuela Dolores y a la bella y optimista Inés (Efron), su cuidadora.

“Me dio mucha ternura cuando llegué al proyecto porque el director y el guionista habían visto Amorosa soledad en San Sebastián y se habían quedado fijados con mi trabajo, que les había gustado y escribieron el papel para mí. El personaje se llama Inés y ya había algo ahí que me dio mucha ternura”, cuenta la actriz argentina en diálogo con Página/12. “Además, una cosa muy vasca, que es la constancia, el tesón. Decidieron que era yo y la peli se demoró un montón y eso se mantuvo por los años. Se hacen bromas con los vascos de que son cabeza dura y algo lo son (risas). Me gusta cuando me llegan papeles que tienen una sencillez. A la vez, el personaje de Inés cumple una función esencial en el guión, pero sin mucho conflicto”, completa Efron.

-¿Qué tiene para vos de universal esta historia, que en algunas partes se habla en vasco?

-Esto de idealizar que te espera algo muy lejos de tu territorio no sé si es muy universal, pero al menos es muy argentino. Es idealizar lo extranjero y el tema de las raíces.

-Es llamativo el punto de partida de la historia porque generalmente son los argentinos quienes quieren irse a Europa y no los europeos quienes quieren venir a la Argentina. ¿Fue algo discutido en las charlas previas?

-No, porque ellos no estaban tan en tono con que lo de querer irse a e Europa es una temática súper argentina. Ellos no tenían eso en mente para escribir el guión.

-¿Sentiste alguna barrera idiomática o cultural durante el rodaje?

-Somos muy distintos y la convivencia de las culturas fue todo un aprendizaje. Pero realmente no podría describir bien en qué. Sí pude identificar es que somos muy diferentes y logramos entendernos, pero hubo momentos de tensión en el rodaje. Hubo cosas culturales de algo muy distinto en las formas de trabajo. Además, filmamos en Córdoba, no en Buenos Aires. Y para mí Córdoba era también otro universo. Entonces, era comprender cultura cordobesa y vasca.

-Teniendo en cuenta lo que encuentra Mikel cuando llega a la Argentina, ¿es una película que reflexiona sobre la identidad?

-Sí, reflexiona sobre la identidad, como esto de que a la distancia uno puede volver a valorar lo propio, resignificarlo. Hasta me viene la idea de tomar a los abuelos y entender de dónde vienen, y eso ayuda a entender la historia de uno mismo. Y al personaje de Mikel le era esencial en su historia de vida amigarse con su historia vasca.

-¿Para vos la película refleja cómo son los vascos y cómo son los argentinos?

-Los argentinos no sé, pero de mi experiencia de conocer los vascos, siento que, al menos, me dio un panorama para entender. Y como ellos la hicieron y tienen esta mirada tan autocrítica o graciosa sobre ellos mismos, creo que sí se representan bastante fidedignamente. No sé si lo argentino, que quizás está más estereotipado.

Joseba Usabiaga e Inés Efron en El Vasco.

-La película tiene humor, pero también drama. Transita la comedia, pero en determinado momento toma otra dirección. ¿Crees que hay un equilibrio en el guión en ese sentido?

-El momento dramático es el núcleo para que todo se desenvuelva y es necesario. Es una película que divide un poco comedia y drama, no los fusiona. Pero esa es mi mirada. El drama es lo que desata el desarrollo.

-¿Cómo definirías a tu personaje? Se ve como un personaje luminoso, siempre positivo.

-Sí, tiene una inocencia. Está en una etapa de la vida en la que probó, ya se fue a la ciudad, quiere estar en donde está porque le gusta. Tiene un trabajo que uno podría decir que no es tan estimulante, pero que a ella le encanta hacerlo. Tiene una sencillez y un recorrido de vida que la hace estar muy tranquila en sí misma, lo cual también la hace muy encantadora. Es en oposición al personaje de Mikel, que es alguien que no sabe dónde quiere estar. Ella ya hizo lo que él está haciendo, de algún modo. Ya se fue de su lugar y volvió.

-¿Lo ves como un personaje más simple a otros más conflictivos que te tocaron?

-Sí, es más sencillo.

-¿Y cuál preferís más? ¿Los personajes fáciles de componer o los que tienen su complejidad?

-Me gustan los personajes sencillos porque me gusta para actuar una persona que no tiene tanto embrollo psíquico. Está bueno y fluye más. Yo lo disfruto.

-¿Sos de establecer diferencias entre la comedia y el drama a la hora de aceptar los personajes, o te sentís igual de cómoda en cualquiera de los dos géneros que transitaste?

-Amo la comedia. Mi lenguaje es la comedia, así innato. Una comedia tal vez un poco ácida. Así soy yo, además, como persona. Y me gusta el humor de la vida. Me parece que la vida es muy ridícula y chistosa en su ridiculez. Y tengo todo un lema con el dramatismo. No acepto papeles que sean dramáticos al pedo, sí me interesa el dolor humano, investigarlo y me parece que el cine es un maravilloso lenguaje para indagar en la humanidad. Pero no acepto papeles que sean un dramatismo que se enrede en sí mismo, como un círculo vicioso de drama.

-En tus primeras películas había un tema recurrente en tus personajes como el despertar sexual. ¿Extrañas ese tipo de personajes?

-No, no los extraño, porque ya tengo 39 años, ya está (risas). Estoy con ganas de papeles que están en otra fase de la vida. Capaz que el despertar sexual es eterno, pero está bueno ya haber pasado de escalón.

-Antes amabas los personajes adolescentes. ¿Cuáles son los nuevos desafíos? ¿La maternidad, por ejemplo?

-Sí, justo estoy por hacer de madre en una serie. Me parece que cuanto uno más crece, avanza y envejece también la muerte se aproxima más y aparece más la pregunta de qué es la vida. Ahora me parece más jugoso eso que la efervescencia angustiante de la adolescencia, esa efervescencia hormonal que te dan ganas de probar todo y que no sabés cómo hacerlo.

-¿Encontrás respuesta a esa pregunta tan existencial?

-Uh, hay días que sí y hay días que no (risas). Es un lío.

-¿Hubo un día que elegiste ser actriz, fue un proceso o cómo se dio?

-Fue un proceso, como todo. Empecé a estudiar actuación porque quería conocer gente nueva, diferente a la de la escuela. Y después tuve la suerte que la vida me fue llevando. El primer paso fue trabajar con Lola Arias, que fue como entrar por la puerta grande. Y después todo se fue dando solo. Me fueron viendo, me llamaron para películas, teatro. Pero fue una sorpresa también. Hay una parte en que nunca dejé de asombrarme de que finalmente me dediqué a esto.

¿XXY fue la bisagra en tu carrera?

-Sí. Fue una bisagra porque ahí tuve un reconocimiento de mi trabajo a un nivel enorme, no solo nacional, sino en otros países.

-Y ese personaje sí era conflictivo…

-Y… era complejo, pero a la vez para la Inés de ese momento y por cómo había sido mi adolescencia, yo sabía de qué se trataba Alex, ese personaje. No era algo tan lejano. Yo siempre desde muy chica me cuestionaba qué era ser mujer, qué era ser hombre. Había algo que sabía cómo abordarlo, tenía con qué.

-¿Qué tenés en cuenta para aceptar un protagónico?

-Para mí una película es una responsabilidad porque después la gente la va a ver. O sea, te entra por los ojos y eso es un montón. Trato de que se cuente algo que no sea destructivo o vicioso (como esto que hablaba antes, que no se enrede en sí mismo), que no genere malestar, que no te dé pesadillas, que no asuste. Que no tenga ninguno de esos condimentos.

-No te gustan las películas de terror, entonces.

-No, no me gusta que genere miedo al pedo. No me gusta jugar con el miedo. Existe como una conciencia de responsabilidad.

-¿Disfrutás de la misma manera actuar en cine que en teatro? ¿Qué vivís con mayor intensidad? ¿Y cuáles son las principales diferencias?

-Me gusta más el cine por esa convivencia medio familiar con la gente por un período de tiempo. Y en el teatro me pongo nerviosa, y esa taquicardia previamente a salir no me gusta mucho. Es fuerte ese cagazo, pero es el verdadero entrenamiento porque, a veces, los actores y actrices dejamos de tomar clases. ¿Y dónde entrenás? Y bueno, a veces, volvés a las clases y si no, hacer teatro es la forma de mantenerte flexible.

-¿Te interesa la televisión como espacio de actuación?

-Justo ahora estoy por hacer. Es lo primero que hago con un desarrollo. Me interesa el training, entrenar actuación. En la tele hay que resolver más rápido, y eso me da curiosidad de cómo va a ser. Hay que entender más la historia del personaje, más que en el cine porque como pasa más tiempo, en general, es todo un desarrollo.

-Desde hace tiempo das clases en una comunidad terapéutica. ¿Cómo es esa experiencia?

-Doy clases de actuación en dos comunidades terapéuticas. Es una hermosa experiencia. Muy linda. Son personas que están internadas. Y, en general, nadie eligió ir a la clase de actuación, sino que la clase le llegó. Entonces, yo doy una clase para personas que quizás en su vida ni pensaron que iban a tomar una clase. Eso me hizo abrir la cabeza respecto de qué es actuar. Es súper interesante cómo el contexto de internación transforma a las clases. Se vuelve un diálogo inevitable con el entorno.

-Es algo diferente a lo que se conoce como arte terapia, ¿no?

-Sí, si es terapéutico sucede más allá de mi gusto y del resultado. Yo no busco que sea terapéutico. Si lo es, es una sorpresa para todos.

-¿En algún momento montaron alguna obra?

-Sí, dentro de las comunidades en alguna fiesta hemos probado alguna escena.

-¿Por qué te definiste como “una eterna joven y anciana”?

-(risas). No sé cómo explicarlo, pero porque en mí habitan la niña y la anciana a la vez. Tengo una cosa como si todavía me asombrara como una niña. La curiosidad. Y hay cosas que no decidí vivirlas como adulta. No transé con algunas cosas de lo que supuestamente es la adultez. Y eso me hace sentir niña. Por ejemplo, no tengo hijos, que no necesariamente es algo de la adultez, pero a mí me hace sentir un poco niña no tener hijos. Y en mí también habita una anciana que no sé cómo explicarlo.

-Empezaste muy joven. ¿Qué te dio la profesión? ¿Te quitó algo?

-Me dio muchos viajes, me dio la posibilidad de vivir de una forma artística, sin estructuras, sin trabajos fijos. Y me dio la posibilidad de que la actuación sea un camino de autoconocimiento muy profundo. ¿Y qué me quitó? Es como mi propia cárcel que mi cara queda unida a la cara de la actriz. A veces, siento que eso quitó la posibilidad de hacer otras cosas que me hubiese gustado hacer, que no sé bien qué son. Eso de “soy actriz”, como algo medio fijo. Igual, estoy tratando de ablandarlo.

-A pesar de que tenés una trayectoria importante, sos de perfil bajo. ¿Cómo te llevás con la exposición que significa esta profesión?

-Tengo como un acuerdo firmado conmigo misma de jamás perder mi privacidad, mi intimidad. Quiero ir a un lugar y que nadie se dé cuenta quién soy. Es mi libertad y eso lo voy a cuidar siempre. 



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